Crítica: Les Arts presenta ‘Un Avvertimento ai Gelosi’

Un Avvertimento ai Gelosi Por Pedro Valbuena

Les Arts vuelve a sorprender al público con un curioso montaje en coproducción con el Festival de Ópera de Oviedo. Se trata de una farsa jocosa del maestro de canto y compositor sevillano Manuel García (1775-1832). Esta pequeña ópera está concebida en un solo acto, cuenta con seis papeles solistas  y acompañamiento de piano.

Un avvertimento ai gelosi                                                                                      © Miguel Lorenzo – Les Arts 2021

Este tipo de música, compuesta para ser interpretada en los salones particulares y no explícitamente para el teatro, entronca con una doble tradición; por un lado, la música camerística dieciochesca y por otro, la necesidad de controlar las veleidades de los cantantes en  ensayos parciales, que tenían lugar en el domicilio de los propios compositores o productores del espectáculo. A estos ensayos solían acudir amigos, allegados e incluso melómanos con algún tipo de contacto. Las Schubertiades y las Soireés Musicales son ejemplos de indiscutible calidad dentro de esta tradición. Sin embargo, es más difícil encontrar óperas, propiamente dichas, para ser representadas en el ámbito doméstico. El caso que nos ocupa fue interpretado por primera vez en París en 1831 y, probablemente, la idea original era producir un espectáculo ligero, cuya ambientación fuese dejada prácticamente  a la imaginación del reducido auditorio, y que sirviese de estímulo a los alumnos de canto del propio compositor. Los ingredientes eran una apuesta segura: personajes y situaciones extraídos de la comedia del arte y música desenfadada, armónicamente sencilla y de tempo trepidante.

El Centre de perfeccionament del Palau de Les Arts forma parte del movimiento de recuperación del patrimonio musical que se está produciendo actualmente, y con este montaje se posiciona claramente como referente a nivel estatal.

Aproximadamente un cuarto de hora antes de la función, una persona del mantenimiento de la sala todavía estaba barriendo el escenario. Primeras quejas y comentarios malévolos del respetable; premura, falta de previsión… A continuación, se oyen de fondo los ejercicios de calentamiento de la soprano, y la regidora irrumpe en una escena atestada de cachivaches. Técnicos de sonido, cantantes y mozos de almacén van haciendo su entrada caóticamente. La ópera había comenzado, y creo yo que fue mal comienzo, porque arrancar un espectáculo desde el aparente desorden debe hacerse de forma muy planificada, y no fue el caso. Este recurso, poco novedoso, es el de introducir el teatro dentro del teatro, tal y como vimos recientemente en doña Francisquita, con escasa aceptación, todo sea dicho.

Un avvertimento ai gelosi                                                                                         © Miguel Lorenzo- Les Arts 2021

El maestro Rubén Fernández Aguirre se encargó de la dirección y del acompañamiento, que le sustrajo tantas fuerzas que, apenas pudo gesticular algunas entradas. Señales que debió considerar indispensables y que, en mi opinión, estaban lejos de lo que se entiende como una dirección musical efectiva. Parte de la gracia consistía en introducir la música de forma equivocada, pero al margen de esto, el inicio del piano fue algo renqueante y además, se añadió alguna nota al original. No obstante, el acompañamiento  fue resolutivo y proporcionó una base firme a los cantantes. Acertado en los tempi y muy seguro de su trabajo, Rubén Fernández impulsó a los seis solistas sin agobiarlos y arropó a los conjuntos (sextetos incluidos) favoreciendo el empaste y la exactitud métrica. Los recitativos fueron acompañados con un estilo chispeante y sutil pero de una forma tan libre que en  algunos momentos se rozó el Rhythm and Blues.

Las seis voces, que se están formando actualmente en el Centre de perfeccionament, estuvieron bien en general. La partitura se leyó correctamente y tan sólo en algún pasaje quedó comprometida la afinación. Curiosamente los números de conjunto sonaron más estables y rotundos y la parte dramática, enmarcada en una escenografía cuestionable, fue energética y convincente. La Sandrina de Rosa María Dávila respondió al perfil ligero que se espera de este personaje, es decir,  afinación, gracia y flirteo. El Berto de Marcelo Solís sonó con un timbre cálido y atemperado pero algo falto de volumen, incluso para un personaje cómico como este. Il Conte di Ripaverde hizo una entrada un tanto abrupta y el nerviosismo se tradujo en un vibrato algo caprino aunque, por fortuna, se fue suavizando a lo largo de la representación. Se trata de un papel agudo y provisto de innumerables exigencias técnicas, a las que Jorge Franco se enfrentó con decisión. Carlos Fernando Reynoso fue Don Fabio, en mi opinión lo mejor de la noche. Una voz ya muy formada y extraordinariamente homogénea, que no tuvo ni un atisbo de duda en cuanto a la entonación y que fue reconocida por el público con un ligero incremento en el aplauso. La Ernesta de Laura Orueta estuvo muy graciosa correteando por el reducido escenario y haciendo gala de la vis cómica más convincente del reparto. Su voz, algo engolada, no fue tan transparente como cabría esperar pero sus intervenciones satisficieron con gestos lo que quedó por decir en música. El elenco se cerraba con Xavier Hetherington que cantó el papel de Menico de forma solvente respecto a la parte solista,  integrándose con efectividad en los conjuntos.

Un avvertimento ai gelosi                                                                                                 © Miguel Lorenzo – Les Arts

Ni la dirección de escena de Barbara Lluch ni la escenografía de Daniel Bianco aportaron demasiado. Su empeño por enmarcar la acción histórica en la producción contemporánea obligó a reducir el campo de actuación a un espacio mínimo en ambos casos. El ficticio equipo técnico sólo podía deambular por los estrechos márgenes escénicos y los cantantes, a su vez, apenas disponían del centro de las tablas. Ni siquiera se aprovechó la profundidad del escenario, que se acortó incomprensiblemente mediante cortinas. El resultado es una barahúnda de personajes totalmente prescindibles en un pretendido frenesí rossiniano que, en realidad, no apareció por ninguna parte. Justo es decir que la calidad de la partitura tampoco es especialmente reseñable.

Estamos a favor de las producciones propias, del rescate del patrimonio y del apoyo a los jóvenes talentos, faltaría más, pero tengamos cuidado, porque con la falta crónica de financiación, nos empezamos a acercar peligrosamente a las funciones de fin de curso.

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Valencia, 12 de Noviembre de 2021. Palau de Les Arts, Centre de Perfeccionament. Dirección musical y piano, Rubén Fernández Aguirre. Dirección de escena, Bárbara Lluch. Escenografía, Daniel Bianco.  Vestuario, Clara Perluffo. Iluminación, Nadia García. Sandrina, Rosa María Davila. Berto, Marcelo Solís. Il Conte di Ripaverde, Jorge Franco. Don Fabio, Carlos Fernández Reynoso. Ernesta, Laura Orueta. Menico, Xavier Hetherington