Por Juan David Giraldo Crítica: «L’incoronazione Poppea» Bogotá
El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo (TMJMSD), La Compañía Estable, dirigida por Pedro Salazar, y la orquesta francesa Le Poème Harmonique bajo la batuta de Vincent Dumestre, presentaron su coproducción de la ópera L’incoronazine di Poppea de Claudio Monteverdi, entre el 23 y 25 de mayo, en el marco de la celebración de los 15 años del TMJMS. Es grato verse sorprendido una y otra vez por las puestas en escena operística de Salazar y la Compañía Estable. Este año ya lo hicieron en el Teatro Colón con su versión de La Vorágine, ópera del compositor brasileño João Guilherme Ripper inspirada en la icónica novela de José Eustasio Rivera, y seguramente nos sorprenderá con Nabucco de Verdi, en el TMJMSD. Crítica: «L’incoronazione Poppea» Bogotá

En esta ocasión, la geometría, una de las bellas artes para el mundo clásico, fue protagonista en la escenografía de Julián Hoyos y la acertada iluminación de Humberto Hernández mediante el uso de modulaciones de paneles con casetones inspirados en la Domus Aurea de Nerón y en la cúpula del Panteón, y de un óculo octogonal como elemento dramático, a veces puerta, otras ventana o refugio. Pedestales, príapos, obeliscos y otros elementos clásicos se aunaron a jaguares, guacamayas y lianas que sirvieron para aclimatar un equívoco diálogo entre la Roma Imperial y la vida tropical —y política— latinoamericana. Una propuesta que hace evidente la ambigüedad inherente al barroco en el que hombres hacen de mujeres, mujeres de hombres, esclavos o nodrizas que mandan y cortesanas que pasan de la dulzura erótica a la ambición y el crimen, pero también un ambiguo guiño a la realidad de estos tiempos de Nerones elegidos “democráticamente”. Una bandera con un Nerón reggetonero domina la escena por momentos y la corona es un enorme kepis tachonado de brillantes, acertado toque de la diseñadora del vestuario Sandra Díaz, así como el muy cuidado diseño de maquillaje y peinado del brasileño Malonna, que jugó muy bien con lo histórico y lo contemporaneo. Volviendo al vestuario, el satín rechinante de algunos trajes muy de ”tierra caliente” fue divertido y transgresor, pero fue un tanto desconsiderado —hay que decirlo— poner a las diosas Fortuna y Virtú, al Amor, a emperatrices y cortesanas a cantar, arrastrar largas faldas y bajar y subir pedestales en ¡tacones con plataforma!

Llamada también El Nerón esta obra audaz con libreto de Giovanni Francesco Busenello desubica al espectador de sus conceptos sobre el poder y la ambición, el amor y el deseo, la justicia y la venganza, temas vigentes y universales. La dramaturga fue la brasileña Ligiana Costa, cantante, compositora y estudiosa profunda de la música barroca. Su trabajo —conjunto con Salazar y con David Suárez Dussan director de movimiento— fue excelente desde la disputa de las diosas hasta el disruptivo final. Se podría afirmar que “por sus movimientos los conoceréis”. En el reparto destacó la mezzosoprano colombiana Andrea Niño como Poppea. Aunque su “zona de confort” está más cerca del bel canto y la ópera romántica, supo desarrollar a su personaje con el desenfado de las cortesanas barrocas, en ese filo entre el erotismo y la ambición, no exenta de picardía. Nerone, papel frecuentemente asignado a contratenores, fue la mezzosoprano de Chile Luciana Mancini. Lo que a veces no se logró vocalmente se suplió con creces con lo actoral, muy seguramente con el apoyo dramatúrgico de Ligiana Costa. Yeraldin León, mezzosoprano colombiana tuvo los dobles papeles de la emperatriz Ottavia y la Virtù; Ottone —marido burlado y también hombre enamoradizo— fue el contratenor uruguayo Agustín Pennino, muchas veces premiado y además excelente en su aspecto actoral. El único de los dramatis personae que —por mantener firme su convicción y principios— pierde la vida es el filósofo Séneca, personalizado por Álvaro Carrillo, bajo barítono venezolano que, con justa razón arrancó los aplausos del público. En este elenco de cantantes latinoamericanos también estuvieron Fernando Escalona, contratenor venezolano como Arnalta; Luanda Siqueira, soprano del Brasil en los papeles de Fortuna y luego en el de una Drusilla fabulosa que pasaba de noble consejera a la provocadora erótica; el importante Amor fue un rol desempeñado con una mezcla entre rígida seriedad divina y picardía por la soprano Lina López con un vestuario inolvidable y acertadísimo. Los tenores colombianos Luis Carlos Hernández, Camilo Delgado y Andrés Silva y el barítono Jacobo Ochoa como Mercurio Littore, Cónsul y un familiar terminaron de integrar el conjunto lírico. El maestro Vincent Dumestre, en el foso, dirigió al pequeño grupo de instrumentistas de Le Poème Harmonique con conocimiento y mucho brío, consiguiendo un sonido generoso, brillante y conmovedor. Apoyó a los cantantes con dinámicas variadas e indicaciones precisas.

Esta es la primera vez que L’incoronazione di Poppea se presenta completa en Bogotá y vale la pena recordar que Monteverdi ha sido uno de los autores favoritos a lo largo de la historia musical de la ciudad. Múltiples han sido las representaciones de otras óperas y sus fragmentos, de música sacra o instrumental y coral. El Coro Monteverdi, —fundado a mediados de la década de 1970 como Coro de la Asociación Proarte de Bogotá que dirigió Juan Lanz Kennedy— se dedicó al montaje de obras del “Il divino dClaudio” para coro solo como para coro y orquesta de cámara, madrigales a capella y con instrumentos, presentándolo dentro y fuera del país.
Bogotá (Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo), 25 de mayo de 2025. L’incoronazione di Poppea. OW
Dirección musical: Vincent Dumestre Dirección de escena: Pedro Salazar
Orquesta: Le Poème Harmonique Elenco: Andrea Niño, Luciana Mancini, Yeraldine León, Agustín Pennino, Álvaro Carrillo, Fernando Escalona, Luanda Siqueira, Lina López, Luis Carlos Hernández, Camilo Delgado, Andrés Silva, Jacobo Ochoa.