Crítica: Lisette Oropesa reaparece en el Carnegie Hall con la Met Orchestra

Por Carlos J. López Rayward

Con la temporada operística ya finiquitada en Nueva York, las apariciones de la Orquesta del Met en el Carnegie Hall ponen el colofón al ciclo lírico de la compañía, antes de la gira asiática que les llevará a Korea, Japón y Taiwán.

El concierto del pasado 11 de junio en Nueva York ofreció una velada variada que exploró un amplio rango de emociones y estilos bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin, acompañado por la soprano Lisette Oropesa. El programa combinó obras contemporáneas y clásicas, y resultó ser una experiencia variada en la que el público neoyorquino pudo disfrutar de las prestaciones y la versatilidad de la orquesta.

Yannick Nézet-Séguin y Lisette Oropesa en el Carnegie Hall. OW
The Met Orchestra, Yannick Nézet-Séguin y Lisette Oropesa en el Carnegie Hall. OW

La noche comenzó con la premiere en el Carnegie Hall de «Hymn for Everyone» de la compositora Jessie Montgomery, una pieza de 2021 para gran orquesta que fusiona elementos de la tradición de conciertos europeos con influencias vernaculares afroamericanas. Desde el primer acorde, se percibió una atmósfera meditativa, donde la melodía principal, sencilla y conmovedora, se desplazó a través de las diferentes «corales» orquestales. Este enfoque permitió que la orquestación se convirtiera en la protagonista, creando un tapiz sonoro que resonaba con emotividad y profundidad.

La pieza, una especie de tributo musical a su madre fallecida y un canto a la resiliencia del ser humano ante advesidades como la pandemia, resulta un viaje introspectivo que refleja tanto los desafíos personales como colectivos de nuestra época.

Yannick Nézet-Séguin sirvió la obra respetando su entrañable sencillez, pero con lujo y precisión, buscando profundidad en el directo mensaje de Montgomery. El director sabe conectar con el estilo de las obras contemporáneas, que suenan siempre de manera espontánea, casi como una manifestación necesaria de su extravertida personalidad.

La soprano Lisette Oropesa tomó despué el escenario para interpretar dos arias de Mozart. La primera, «Vado, ma dove?» K. 583, mostró su capacidad para transmitir la fragilidad y volatilidad emocional de Lucilla, el personaje de la ópera «Il burbero di buon cuore» del compositor español Martín y Soler. Oropesa, que sigue limando las asperezas de su línea vocal y ofrece hoy un canto más refinado y atento, manejó las florituras de la coloratura con enorme precisión, sin atajos ni escondrijos.

En «A Berenice … Sol nascente,» K. 70, la soprano exhibió un gran control vocal en el recitativo, volando sobre la Orquesta del Met, y navegando con facilidad por las demandas técnicas del aria. Los músicos del Met, siguiendo a un Nézet-Séguin muy comunicativo,  dibujaron con gracia la brillantez del «sol naciente» que Mozart tan vívidamente ilustró con su música.

La interpretación de Oropesa  de «A Berenice … Sol nascente,» es tal vez superior a la versión que llevó al disco en 2021, acaso más madura, y no solo resaltó por su habilidad técnica, con espléndidos trinos y escalas, sino también por su sólido entendimiento del texto y la música, haciendo justicia a la obra de un joven Mozart. La cantante fue braveada por el público de Nueva York, con cuatro saludos, en una ovación que evidenciaba que el Carnegie Hall se quedó con ganas de volver a escuchar a Oropesa.

Yannick Nézet-Séguin y Lisette Oropesa en el Carnegie Hall. OW
Yannick Nézet-Séguin y Lisette Oropesa en el Carnegie Hall. OW

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la monumental Sinfonía No. 1 en Do menor de Johannes Brahms. La obra es tal vez el triunfo del romanticismo sobre Beethoven, que con su inmenso genio había enmudecido el de sus coetáneos.

Desde el ominoso comienzo del Allegro inicial, Nézet-Séguin demostró un control total sobre la orquesta, guiando a los músicos a través de los pasajes melancólicos y desesperados que caracterizan esta obra. La interpretación fue tensa y emotiva, capturando el viaje turbulento que Brahms plasmó en esta sinfonía.

El Andante sostenuto ofreció un respiro, con solos de oboe, clarinete y violín que resaltaron la delicadeza y la soledad inherentes a la música. La decisión de Brahms de apartarse del estilo beethoveniano en el tercer movimiento se reflejó en la interpretación contenida y elegante de la orquesta, destacando la gracia y reserva del modelo clásico. Encontramos a un Nézet-Séguin más inspirado que en otras ocasiones, usando las dinámicas orquestales con un plan definido, sin especular y buscando la nitidez del mensaje, el fondo más allá de la forma.

El finale, con su introducción lenta y sombría, dio paso a una explosión de luz con el himno para cuerno francés, un momento de belleza simple y profunda. La sección de cuerdas que evocó la «Oda a la Alegría» de Beethoven fue ejecutada con una convicción que reafirmó la liberación sinfónica de Brahms. La conclusión jubilosa del movimiento final dejó al público satisfecho, celebrando tanto la maestría del compositor como la entregada interpretación de Nézet-Séguin y su orquesta.

La Orquesta del Met completa una gran una temporada. El conjunto de Nézet-Séguin resurge así de la larga crisis que arrastraba desde la desbandada pandémica. Ahora suena con la energía y la seguridad de las mejores orquestas, la línea resulta compacta y ágil, y anticipa grandes veladas líricas en el futuro inmediato.

OW 


Carnegie Hall, a 11 de junio de 2024. Yannick Nézet-Séguin, director de orquesta. Lisette Oropesa, soprano.

Obras de Jessie Montgomery, Wolfgang Amadeus Mozart, Johannes Brahms.