Por Federico Figueroa Crítica: Butterfly Haroutounian Fabiano Cansino
El Teatro Real (TR) despide su temporada lírica con Madama Butterfly, ópera de grandísima popularidad que llena las salas de los teatros allá donde se presenta. El TR, desde su reapertura en 1997, ha presentado esta ópera hasta en tres temporadas, en una producción propia con propuesta escénica de Mario Gas estrenada en 2002 (Daniela Dessì como protagonista) y con reposiciones en 2007 (Cristina Gallardo-Domâs y en el foso Plácido Domingo) y en 2017 (alternándose las sopranos Hui He / Ermonela Jaho). Parece que fue ayer. El «amigo cruel» al que llamamos tiempo lo va poniendo todo en su lugar. Aquella propuesta escénica de Gas, a la que un sector de público y crítica tachó de fría y antiteatral, tenía como idea principal el rodaje de una película, ambientada en los años 30, sobre la desdichada joven japonesa. Lo que en aquel entonces resultó para parte de los espectadores demasiado atrevido, sería hoy unánimemente catalogado como puesta en escena de corte tradicional. Por tradicional se entiende ahora cualquier propuesta cuya lectura del argumento respeta el libreto original.

En este julio de 2024 el público operístico madrileño ha podido presenciar una propuesta escénica del italiano Damiano Michieletto, en una producción del Teatro Regio de Turín de 2010. A simple vista, el prestigioso director de escena propone un «aggiornamento» ambicioso que, sin embargo, y quizá debido a la saturación de este tipo de propuestas «rompedoras», ya nos parece viejo y carente de vuelo teatral tras poco más de una década de recorrido; mucha parafernalia escenográfica y poca chicha. Sus colaboradores en escenografía (Paolo Fantin), vestuario (Carla Teti) e iluminación (Marco Filibeck) ponen en bandeja de plata la idea principal de Michieletto: el turismo sexual de los occidentales. Lo hacen en Oriente, Hispanoamérica y África subsahariana. Hombres y mujeres occidentales, con economías saludables, en comparación con la mayoría de los habitantes de aquellas regiones, viajan para darse un festín de sexo y emociones fuertes. En este contexto, la Cio-Cio-San de Michieletto choca al espectador porque parece idiota, alguien que no quiere enterarse de lo que hay más allá de sus narices: la más horrible prostitución, con un Goro casamentero-chulo que regala chuches al pequeño Dolore quizá planeando cómo sacar dinero con él. Cio-Cio-San vive en el mundo actual, como se dijo a la prensa, rodeada de anuncios de neón, pero parece que no tiene un teléfono móvil para comunicarse con el padre de su hijo, el cónsul o el mismísimo Yamadori. Ni tampoco para hacerse fotos sexys y colgarlas en sus redes sociales. En fin, la idea de mostrar la venta del virgo de Cio-Cio-San en toda su crudeza, quitándole el meloso romanticismo que acompaña las lecturas tradicionales de la ópera de Puccini, puede resultar tan interesante como necesaria. No obstante, su plasmación en la escena no convence; hace aguas a los 15 minutos de iniciado el espectáculo y abona el divorcio entre música y escena. Del «feísmo» en escenografía (mesitas y sillas de plástico, charcos de agua, etc.), vestuario e iluminación, nada que decir. Reflejan lo que hay, en aplastante mayoría, en nuestro mundo real. Crítica: Butterfly Haroutounian Fabiano Cansino

Esta noche la geisha protagonista, de quince años de edad según el argumento, estuvo interpretada por la armenia Lianna Haroutonian, en mi opinión la voz más idónea entre las cuatro opciones que propone el TR (Saioa Hernández, Aylin Pérez y Aleksandra Kurzak). Dueña de su voz, la soprano sirve al personaje de Cio-Cio-San con un lirismo de libro en el primer acto, aplica matices de lírica ancha en el segundo y finaliza la obra con el dramatismo caudaloso que impacta positivamente en la recepción del público. El tenor Michael Fabiano fue un Pinkerton gris. En la escena de inicio, cuando está recorriendo con Goro la casa que acaba de alquilar, su voz apenas era audible. Algo cambió y a mitad de ese primer acto empezamos a escuchar y a ver a un tenor de buena calidad, con un timbre que sin ser hermoso tiene punta y es valiente con el registro agudo. La mezzosoprano Gemma Coma-Alaber nos mostró una Suzuki con garra, con frases bien rematadas en una voz homogénea y de volumen suficiente, y el barítono Luis Cansino fue un Sharpless muy bien cincelado en lo vocal, con un timbre cálido y una emisión canónica que regula en beneficio del personaje. Su comportamiento escénico coloca su interpretación del cónsul estadounidense a un altísimo nivel. Crítica: Butterfly Haroutounian Fabiano Cansino

El tenor Mikeldi Atxalandabaso hace una creación escénica y musical del personaje que se le ha encomendado: Goro. Es un desalmado y cobarde ser humano, capaz de vender a su abuela. Su forma de caminar y moverse por el escenario sumada a su voz afilada y restallante resultan la combinación perfecta para que el espectador crea a pies juntillas lo que está contemplando. El bajo Fernando Radó pasa, como Bonzo, sin pena ni gloria. Y los otros personajes, Yamadori (Tomeu Bibiloni) y Kate (Marta Fontanals-Simmons), están defendidos a un buen nivel. El coro, estupendo en el primer acto y con un sonido apagado en el número a «bocca chiusa». La Orquesta Titular del TR, funcionó muy bien teniendo a Nicola Luisotti en el foso. El maestro italiano ofreció una lectura que sostuvo musicalmente la estructura dramática de Madama Butterfly. Atento a los contrastes y subrayando el lirismo que aquí o allá se escapaba en las fisuras de una puesta en escena, Premio Abbiati de por medio, que está lejos de figurar entre los mejores trabajos de Michieletto.
El público de esta noche, a diferencia del estreno, aplaudió intensamente puesto en pie (el deseado standing ovation de cualquier teatro) al cuarteto protagonista y al director musical. Y es que Madama Butterfly siempre levanta el vuelo y conquista a los espectadores, mutatis mutandis.
9 de julio de 2024, Madrid (Teatro Real). Madama Butterfly
Dirección musical: Nicola Luisotti Dirección de escena: Damiano Michieletto
Elenco: Lianna Haroutounian, Michael Fabiano, Gemma Coma-Alabert, Luis Cansino, Mikeldi Atxalandabaso, Fernando Radó, Tomeu Bibiloni, Marta Fontanals-Simmons.