Met Orchestra «El Castillo de Barba Azul» Por Carlos J. López Rayward
La Orquesta de la Metropolitan Opera completa su temporada en Nueva York con un concierto en el Carnegie Hall. La música de óperas de Wagner, Debussy y Bartók se entrelazó en un interesante programa, que a diferencia de otras ocasiones, aparecía como un todo unitario entorno al misterio del amor y la soledad, y la siempre fecunda dialéctica entre lo masculino y lo femenino.

La obertura de «El holandés errante» de Wagner fue la encargada de abrir la noche, y desde los primeros compases, la tormenta musical se desató con furia. Bajo la dirección intensa y seria del maestro Yannick Nézet-Séguin, la orquesta evocó los fantasmas del espectral protagonista de la ópera, y sus ansias de redención a través del amor sincero.
Esta obra, compuesta durante los difíciles años que Wagner pasó en París a principios de la década de 1840, es un testimonio de su lucha y determinación, pero también de sus anhelos y frustraciones. Inspirado en su accidentado viaje en barco, Wagner creó una ópera basada en la leyenda de un capitán condenado a navegar eternamente.
La obertura contiene los leitmotifs principales de la ópera, estableciendo el tono para la tormenta emocional que desarrolla el drama del buque fantasma. La intensidad sin efectismos propuesta por Yannick Nézet-Séguin se agradeció, al permitir una escucha limpia, donde brillaron los acentos y timbres orquestales.
La suite de «Pelléas et Mélisande» de Debussy ofreció un respiro de la tormenta wagneriana, sumergiendo al público en un mundo de sutilezas impresionistas y misterio. Debussy, rebelde contra el culto wagneriano en Francia y defensor de la tradición pura francesa representada por Rameau, encontró en el drama simbolista de Maeterlinck un vehículo perfecto para construir su edificio musical.

La suite, orquestada por Erich Leinsdorf, destila la esencia de la ópera en una serie de interludios que destacan la capacidad de Debussy para capturar «realidades» esenciales a través de la música, y presentarlos estilizados dioremas orquestales. Bajo la batuta de Nézet-Séguin, la orquesta del Met sonó menos propositiva que con El Holandés, pero atmosférica y con el debido sosiego, en una música que siempre suena huérfana sin su texto.
El plato fuerte del programa llegó con la interpretación completa de «El castillo del duque Barba Azul» de Bartók, con la mezzosoprano Elīna Garanča y el bajo-barítono Christian Van Horn en los roles protagónicos.
La obra, una ópera expresionista de un solo acto, recoge las ideas musicales de los compositores de la primera parte, Wagner y Debussy, y recoge naturalismo de la tradición húngara -si es que tal cosa existe- para desarrollar el misterio del cruel Barba Azul y sus mujeres.
Acostumbrados a escuchar a sopranos en el papel de Judith, la aparición de la mezzo letona Elīna Garanča despertó el interés del público de Nueva York. Son muchos los que no se resisten a su voz rica y expresiva, ni a su atractiva presencia escénica. Por su apostura segura y arrolladora, el color del timbre y una línea de canto enérgica, encarnó a una Judith poderosa y asertiva, alejada del arquetipo de femme fragile que tradicionalmente se asocia a su personaje. No hay rastro de la vulnerabilidad de la recién casada, y el pecado ¨femenino¨ de la curiosidad – que como reza el refrán, mató al gato- parece más bien un tic autodestructivo en la Judith de Garanča. La voz de la cantante, hay que admitir, está en buen momento, con fulgurantes subidas al agudo y un centro muy cubierto pero cálido y equilibrado.
El Barba Azul del barítono Christian Van Horn se vio apocado por Garanča desde el inicio. Con todo, Van Horn se hizo fuerte con un canto sobrio y limpio, que personificó la hermeticidad del personaje, más cercano al propio Holandés Errante, víctima de la maldición de la soledad, que al sensible pero cruel Barba Azul. El cantante norteamericano estuvo por encima del papel, con un sonido oscuro y varonil, quizá algo seco y recio, casi estepario. Metálico en todo el registro, su compenetración con la orquesta del Met nos resultó más fructuosa que la de Garanča, con la que Van Horn si tuvo muchos detalles de complicidad.

Nézet-Séguin lideró la orquesta con atención y no soslayó los cambios de sonoridad tras cada una de las infaustas puertas del castillo que Judith va abriendo. El formato de ópera en concierto le dio al director la oportunidad de expandirse en frases inflamadas, haciendo de la orquesta la verdadera protagonista. Los músicos respondieron con entusiasmo y gran actitud, pasando de largo momentos que hubieran requerido mayor sosiego y contemplación.
Yannick Nézet-Séguin no termina de cocinar los conciertos, con ideas más apuntadas que desarrolladas y versiones con más espíritu que sustancia. No obstante, con sus indudables dotes de líder y su personalidad expansiva, ha conseguido sacar a la orquesta del Met del atolladero y guiarla en el camino correcto. La gira asiática que apenas comienza será un buen premio después de esta exitosa temporada.
Carnegie Hall, a 14 de junio de 2024. Yannick Nézet-Séguin, director de orquesta. Elīna Garanča, mezzosoprano. Christian Van Horn, barítono.
Obras de Richard Wagner, Claude Debussy y Béla Bartók.