Crítica: Opera Incognita pone en escena ‘Mazeppa’ en los edificios históricos de la Universidad de Múnich

Por Luc Roger Crítica Opera Incognita Mazeppa Múnich

Mazeppa es la séptima ópera de Chaikovski y la más oscura del compositor. Está llena de ruido y furia, como si se tratara de un gran incendio que arrasa hasta con los valores más sagrados. Al igual que Eugenio Oneguin y La dama de picas, el libreto se basa en una obra de Pushkin, Poltava, un gran poema épico que narra la histórica batalla que tuvo lugar el 8 de julio de 1709 entre el ejército de Pedro el Grande y el de Carlos XII de Suecia, con el que se había aliado el cosaco Mazeppa. Chaikovski compuso su ópera entre junio de 1881 y abril de 1883. Se estrenó en 1884 en el Teatro Bolshói. El libreto de Burenin fue revisado constantemente, incluso después del estreno de la ópera, porque el compositor no estaba satisfecho con él. Una trágica historia de amor se entrelaza con las batallas para conquistar los territorios ucranianos. Crítica Opera Incognita Mazeppa Múnich

Ekaterina Isachenko (Maria) y Karo Khachatryan (Andrej) en ‘Mazeppa’ (c) Aylin Kaip / Opera Incognita

Esta ópera es una rareza. No se estrenó en Francia hasta 1978, en versión de concierto. La primera puesta en escena francesa tuvo lugar en Lyon en 2006. En España se estrenó en la Ópera de Oviedo en 2016. En los países germanoparlantes, la Filarmónica de Berlín, dirigida por Kirill Petrenko, ofreció una aclamada versión de concierto en 2021. Este verano, en el Festival de Erl se pudo ver una aclamada versión escénica. La que nos ocupa ahora es una producción de Opera Incognita, que se la está descubriendo al público muniqués en un arreglo para conjunto de cámara.

Opera Incognita es conocida por elegir el lugar de representación en consonancia con el tema de la ópera. Al igual que con Rienzi en 2016, la elección ha recaído en la Universidad de Múnich, esta vez en formato de ópera con público itinerante. El público ocupa primero su lugar en el gran atrio, donde, como telón de fondo, se proyectan los  tramos de la escalinata que enmarca la estatua del rey Luis I de Baviera, quien trasladó  la Universidad Bávara a Múnich e hizo construir nuevos edificios, y la del príncipe regente, bajo cuyo reinado se ampliaron los edificios. Poco después del coro de jóvenes campesinas que arrojan guirnaldas de flores al río, se invita al público a pasar al Aula Magna, construida en 1840, en la que se utiliza una gran parte de las filas inferiores para el espectáculo. Para el tercer acto se regresa al atrio. El Aula Magna, que se salvó de la destrucción masiva de la última guerra, es un lugar simbólico para la democracia bávara, y fue el escenario de las deliberaciones que condujeron al establecimiento de la nueva constitución del land. La Universidad fue también un lugar de resistencia al nazismo.

Ekaterina Isachenko (Maria), Carolin Ritter (Lijbow) y Opera Incognita Chor en ‘Mazeppa’ (c) Aylin Kaip / Opera Incognita

Este escenario quiere establecer un paralelismo entre la ópera y la historia del problema ucraniano. Un hombre alto, de pelo canoso y vestido con un elegante traje, quiere dirigirse al público sentado en el atrio, mientras se espera el comienzo de la representación. Como apenas se le oye, el público le increpa: «¡Más alto, que no se oye nada! » Poco después le encontramos en el auditorio principal, interpretando el papel de un profesor mudo muy entusiasta que gesticula y articula un discurso que no se oye, dando una conferencia sobre la historia de los territorios ucranianos. Además intervendrá varias veces durante los pasajes orquestales de la ópera. Al final de la misma, parece agotado, rodeado de cuatro secuaces uniformados, y da una conferencia sobre la globalización y el auge de las dictaduras. Intenta escribir una gran Z en la pizarra, la letra latina tan utilizada por el gobierno ruso como motivo de propaganda a favor de la guerra, sin embargo esto parece demasiado, y los secuaces lo agarran y se lo llevan. Sin duda será condenado a más de 15 años de cárcel. Mientras que la ópera de Chaikovski presenta a Mazeppa de forma muy negativa -un traidor a su país que manda ejecutar a su suegro tras seducir y casarse con su hija, una joven de la que era padrino, y cuyas acciones le han sumido en la locura-, el profesor explica la historia de Ucrania, país que en 1991 convirtió a Mazeppa en un héroe nacional, en un libertador de la patria ucraniana. Contrarresta el compromiso prorruso de la ópera de Chaikovski y, mediante una lección de historia, denuncia la propensión totalitaria de esta potencia a través de los tiempos. Es más, denuncia todas las formas de totalitarismo. Crítica Opera Incognita Mazeppa Múnich

Robson Tavares (Kotschubej), Torsten Petsch (Mazeppa), Ekaterina Isachenko (Maria), Carolin Ritter (Ljubow) y Opera incognita Chor en ‘Mazeppa’ (c) Aylin Kaip / Opera Incognita

La puesta en escena de Andreas Wiedermann hace un uso ingenioso de los dos espacios escénicos. Las jóvenes ucranianas descienden por las escaleras desde el atrio hasta el río, conduciendo al público al segundo auditorio. Wiedermann tiene un agudo sentido de los cuadros. Por ejemplo, en la decapitación de Kochubéi, cuando la gente se agolpa con expectación, dispone a los cosacos y a sus esposas en forma de serpentina en las filas inferiores del anfiteatro y coloca una gran escalera doble sobre la que se encaraman tres o cuatro cosacos, para simbolizar la excitación de la gente que se acomoda para disfrutar del espectáculo de la ejecución. No lo vemos, Kochubéi es arrastrado al extremo de una larga cuerda, sus guardias le hacen cruzar todo el espacio del anfiteatro y desaparece por una puerta lateral, una salida fatal sin retorno. La escena final de la locura tiene lugar en la escalera del atrio, con Andrei tendido en agonía en brazos de María, que le canta una nana en los peldaños de la gran escalera. Éstas son sólo algunas de las vívidas escenas que nos ofrece el regista. La puesta en escena consigue construir gradualmente la tensión dramática y el paroxístico mundo emocional de los personajes. El público queda rápidamente cautivado por el trágico desarrollo de los acontecimientos. El vestuario diseñado por Aylin Kaip da a la obra un sabor local y una sensación de época, reflejando la vestimenta ucraniana y cosaca de principios del siglo XVIII.

Ernst Bartmann, muy conocido en Múnich por sus arreglos operísticos, nos da aquí otra muestra de sus habilidades. El director y el conjunto orquestal de 13 instrumentistas captan los colores y las atmósferas de la partitura. La orquesta se encuentra más a gusto expresando lirismo que pasajes épicos, pero esto se debe a su tamaño, que no produce la plenitud de sonido que desprendería un conjunto de metales. Los 32 coristas son uno de los principales atractivos de la velada: demuestran un hermoso empaste, y claridad, y sobresalen tanto en las secciones bucólicas, como el coro de las guirnaldas de flores, como en las elegíacas, como el coro final de arrepentimiento. Durante la decapitación de Kochubeí, el coro representa al pueblo indeciso, dividido entre la emoción del espectáculo y el dolor inquietante de la escena. Crítica Opera Incognita Mazeppa Múnich

Karo Khachatryan (Andrej), Robson Tavares (Kotschubej) y Carolin Ritter (Ljubow) en ‘Mazeppa’ (c) Aylin Kaip / Opera Incognita Chor

Mazeppa y Kochubéi se enzarzan en una batalla de jefes en la que no hay vencedor. Torsten Petsch, que combina las profesiones de psicoterapeuta y cantante de ópera, presta su profunda y oscura voz baritonal y su conocimiento de la negrura del alma humana al papel principal. Su interpretación retrata a un personaje machista y sin escrúpulos, corruptor de la inocencia juvenil de María, cobarde en el momento de la derrota, un hombre que parece anteponer sus propios intereses a los de su pueblo. El bajo-barítono brasileño Robson Bueno Tavares encarna a Kochubéi con un volumen sonoro impresionante, una proyección y un fraseo notables, y una teatralidad excepcional en el retrato de la dignidad ulcerada de un padre o del sufrimiento de un hombre fiel a su moral, sometido a tortura antes de ser ejecutado.  El armenio Karo Khachatryan hace gala de su poderosa voz de tenor a la desesperación amorosa de Andrei, expresando con talento su desgarro. El bajo-barítono Florian Dengler, como Orlik, rivaliza con la oscuridad del hetman Mazeppa, al que sirve con ferocidad. La soprano rusa Ekaterina Isachenko adorna con su belleza nórdica a Maria, amante rebelde y herida, cantando con una voz a veces estridente en los agudos y bellamente modulada en la zona central. Se mostró muy conmovedora en la nana final de la escena de la locura. Por último, la mezzosoprano Caroline Ritter interpretó a Liubov con una línea vocal impecable y elegantes notas graves, y estuvo impresionante en su aparición final, como viuda y madre herida, encarnando a una mujer que ha visto cómo ejecutaban a su marido y ahora debe asistir a la locura de su hija, todo ello sin perder la dignidad.

Una gran ovación celebró a todos los artistas de esta interesante producción.

Próximas representaciones los días 06, 07, 13 y 14 de septiembre de 2024.

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Universidad de Múnich, a 31 de agosto de 2024. Mazeppa, con música de Chaikovski y libreto de Burenin, basada en Poltava de Pushkin. Dirección musical: Ernst Bartmann, autor también del arreglo para orquesta de cámara. Dirección escénica: Andreas Wiedermann. Reparto. Mazeppa: Torsten Petsch, Kochubí: Robson Bueno Tavares, Lyubov: Carolin Ritter,
María: Ekaterina Isachenko, Andrei: Karo Khachatryan, Orlik: Florian Dengler.

OW Crítica Opera Incognita Mazeppa Múnich