Crítica: «Orfeo ed Euridice» en Les Arts

Orfeo, o el amor más allá de la muerte

Crítica: «Orfeo Euridice» Les ArtsCrítica: «Orfeo Euridice» Les ArtsCrítica: «Orfeo Euridice» Crítica: «Orfeo Euridice» Les Arts  Por Pedro Valbuena

Orfeo ed Euridice de Gluck es una de las óperas más trascendentales de la historia del género, pero no por la excelsitud de su música, que no sobrepasa la calidad media de cualquier composición de la época, sino por el planteamiento radicalmente novedoso que hace de las estructuras musicales subyacentes. Estrenada en Viena en 1762, supuso un éxito inmediato, y Gluck revisó la obra en diferentes ocasiones para adaptarla a los caprichos de la audiencia. Desprovista por completo de arias Da Capo y del poco estimulante recitativo secco, la estructura  queda esencialmente reducida a una gran forma abierta, por la que el hilo argumental va deslizándose sin tiranteces. Crítica: «Orfeo Euridice» Les Arts

Una escena de «Orfeo ed Euridice» / Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

No existen números cerrados, ni escenas superfluas adyacentes. Los personajes ya no se agrupan por parejas provenientes de diferentes estratos sociales, y el argumento no se retuerce innecesariamente. La tonalidad mayor o menor no se utiliza de la forma convencional para expresar  alegría y tristeza respectivamente, y el bajo continuo puede obviarse sin miedo a desestabilizar la armonía. Tampoco hay concesiones al virtuosismo vocal, ni claroscuros emocionales forzados. En definitiva, Orfeo ed Euridice ya no es una ópera barroca,  y de ahí su trascendencia. Pero no nos desorientemos, si hay alguien entre Händel y Mozart, desde luego no es Gluck.

Comienza la historia de forma luctuosa: el cuerpo inerte de Euridice yace en su sepultura mientras su amante esposo la llama en vano. A su alrededor ninfas y pastores compadecen a Orfeo. A esta imagen se llega a través de una insustancial obertura en tonalidad mayor, que contradice incomprensiblemente ese doloroso momento, aportando un aire buffo de lo más inoportuno. El espectáculo que se presenta en Les Arts es una coproducción entre el parisino Théâtre des Champs Elysées, la Canadiam Opera Company, el Teatro dell´Opera de Roma y la Ópera Royal de Versalles.

Una escena de «Orfeo ed Euridice» / Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

La dirección de escena está firmada por el prestigioso Robert Carsen (Toronto, 1954) que ha optado por un minimalismo tan extremo que resulta impresionante. Un suelo de arena gris, una tumba y la línea del horizonte. Desdibujados en la distancia, los dolientes comparecen portando luminarias, y se disponen alrededor del cuerpo de Euridice, esta vez en una tonalidad tan apropiadamente lúgubre como es do menor. Bellísimo, ominoso y estremecedor. Pero claro, si la representación va a contar sólo con una imagen, por potente que ésta sea,  el resultado será irremediablemente pobre, y los noventa minutos que quedan por delante irán cediendo terreno al tedio, habida cuenta de la mediocridad de la música. Además, no puedo dejar de ver citas literales de Castellucci, lo que aleja también el mérito de la originalidad.

Antes del espectáculo una voz megafónica anunció, en una especie de captatio benevolentiae, que el protagonista no se encontraba en plenas facultades vocales, pero que por deferencia al público, actuaría esta noche. No sé que se pretendía con ello, pero me imaginé a todos  aferrándonos a nuestras butacas esperando casi cualquier cosa. Realmente no fue para tanto. Carlo Vistoli cantó de forma exquisita. Con refinada afinación y un timbre transparente y homogéneo, defendió un Orfeo sentimental pero alejado de patetismos. Su gestualidad contenida y asimismo minimalista iba en consonancia con la escena, aunque su calidez contrastaba fuertemente con el predominante gris de la atmósfera. Yo lo escuché algo corto de volumen, quizá a ello se refería la agorera advertencia, pero en realidad nunca he escuchado a un contratenor potente. El falsete lo es por algo, digo yo. Euridice estuvo interpretado por la soprano cosenzana Francesca Aspromonte. Una de las intérpretes más reconocidas de la actualidad en el repertorio händeliano. Una voz de timbre ligero, muy bien colocada y perfectamente compatible con la de Vistoli. Su vis actoral me resultó algo forzada, algo exagerada, pero musicalmente poco se le puede reprochar. El tercer personaje solista, El Amor, fue cantado por Elena Galitskaya, cuya voz guardaba muchas similitudes con la de Aspromonte, pero que circuló por las tablas con más soltura. Esta similitud proporcionaba una gran coherencia a las escenas en trío, tanto en volumen como en empaste y afinación,  por lo que el elenco solista podría definirse como excelente. 

Una escena de «Orfeo ed Euridice» / Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

El cuarto personaje quizá fue el coro. Ahora un grupo de ninfas, ahora las furias del Averno y más tarde las almas beatas del Elíseo. Su actuación fue muy destacable esta vez, tanto por el número de intervenciones como por su calidad. Empaste, afinación y coordinación de movimientos. Todo rayano en la perfección. La Orquestra de La Comunitat Valenciana dirigida por Gianluca Capuano, arrancó la obertura con un vigor electrizante. Muy ajustada y con una afinación impecable sólo puedo reprocharles lo de casi siempre, exceso de volumen. Escenografía y vestuario estuvieron a cargo de Tobias Hoheisel, y la iluminación fue coordinada por el propio Carsen en colaboración con Peter Van Praet. Juntos lograron sumir el escenario en una penumbra doliente y onírica de delicada sensualidad.

En conclusión podría decirse que este Orfeo ed Euridice de Les Arts ha destacado por su refinada elegancia, y aunque no pueda deducirse fácilmente por la anteriormente expuesto, servidor lo pasó de maravilla.


Valencia (Palau de les Arts), 5 de marzo de 2024. Orfeo ed Euridice   Azione teatrale per musica en tres actos.  Música: C. W. Gluck   Libreto: Raniero de’ Calzabigi, basado en el mito de Orfeo

Gianluca Capuano, dirección musical. Robert Carsen, dirección de escena.

Elenco: Carlo Vistoli, Francesca Aspromonte, Elena Galitskaya.

Tobias Hoheisel, escenografía y vestuario. Peter Van Praet, iluminación. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana.

OW