Por Luc Roger Crítica: «Pelléas Mélisande» Múnich
Para evocar el misterioso reino de Allemonde, en donde se sitúa la acción de Pelléas et Mélisande, la directora holandésa Jetske Mijnssen se ha centrado en el elemento acuático. Al entrar en el Prinzregententheater, el público es recibido por una escenografía minimalista: un marco luminoso define un espacio escénico longitudinal por el que discurre una franja de parqué en espiga, cuyo patrón repetitivo recuerda la disposición de las espinas de la espina dorsal de un pez, tras la cual desciende el telón de una lluvia continua. Los elementos simbólicos del texto de Maeterlinck sólo se evocan a través de las palabras de la canción: el bosque, el mar, la cueva, la corona y el anillo se omiten de la escenografía. No hay decorado, sólo un fondo negro en los confines del marco luminoso; sólo sillones cabriolé, sillas, una larga mesa y altos candelabros amueblan el espacio desnudo. En el proscenio se excava un estrecho foso que contiene agua. Este foso se utiliza para sugerir la Fuente de los Ciegos o la gruta acuática en la que Mélisande dice haber perdido su anillo de boda. Más tarde, los protagonistas vadean en ella. En el último acto, las tablas del suelo han desaparecido, quedando sólo las vigas sobre las que estaban colocadas, entre las que se inunda el suelo. El tema del agua permanece hasta los aplausos, cuando el gigantesco director de orquesta finlandés Hannu Lintu, que también debuta en la casa, sale a saludar al público con unas botas no menos gigantescas. Crítica: «Pelléas Mélisande» Múnich
Así pues, no hay decorados, sólo algunos muebles y trajes de la belle-époque que sitúan la acción precisamente en 1902, fecha del estreno de la ópera. También en este caso, la puesta en escena se aleja de la tradición de los cuentos de hadas ambientados en la Edad Media. Se esfuerza por destacar los movimientos internos de la psique de los personajes, como subraya el texto de presentación de la Bayerische Staatsoper: «Para Maeterlinck, la trama externa no es el corazón del drama. Para él, se trataba mucho más de intentar penetrar en lo más profundo de la conciencia humana. El modelo para ello es el castillo de Allemonde, un lugar siniestro, opresivo y sin luz. El argumento en sí sigue siendo impreciso, pero la ópera de Claude Debussy también explora las profundidades psicológicas y pone en escena procesos emocionales subliminales. Su música es siempre contenida, acercándose constantemente al silencio. La composición deslumbra con los colores más diversos, iluminando sutilmente a los personajes. Pelléas et Mélisande es una tragedia interior, enigmática, mórbida, profundamente triste y llena de belleza. » Crítica: «Pelléas Mélisande» Múnich
No se mencionan los elementos míticos, y todo el simbolismo del bosque está ausente del primer acto. Jetske Mijnssen reúne a Golaud y Mélisande en un baile, con parejas de bailarines en traje de noche que se mueven al ritmo de un vals lento. Sólo los dos protagonistas están aislados, y finalmente empiezan a conversar. El director quería destacar lo que mueve a los personajes y quiénes son. Tanto en el texto como en la música, «Maeterlinck y Debussy crean complejos psicogramas de individuos y familias enteras». Los personajes se encuentran pero son incapaces de comunicarse. Siguen siendo un enigma tanto para los demás personajes como para el público. Desde el principio hasta el final de la ópera, Mélisande desvía sus respuestas a las preguntas que le hace Golaud, o no las contesta. La representación es visualmente estética, pero la lectura psicodramática que Jetske Mijnssen hace de la obra cansa a la larga, ya que es repetitiva e insistente, y el público no recibe el apoyo de imágenes que ilustren el contenido del diálogo cantado. Hay, sin embargo, algunas escenas que destacan. Por ejemplo, la opresiva escena en la que Golaud utiliza a su hijo para espiar las supuestas aventuras amorosas de su esposa: Christian Gerhaher (Golaud) coloca una silla sobre la larga mesa y hace subir a ella al joven Felix Hofbauer (Yniold), presionándole con sus preguntas; el niño acaba bajando con la ayuda de su padre, del que escapa saltando de la mesa. O la escena final de la agonía y muerte de Mélisande, frente a la pared gris que exhibe la cita «Era un pobrecito ser misterioso, como todos los demás…».
El director Hannu Lintu compara la estructura de Pelléas et Mélisande con la de Wozzeck de Alban Berg, dos obras que introdujeron la ópera en la era moderna. Se ha impuesto la tarea de ensamblar «la música muy fragmentaria, los muchos pequeños gestos musicales en un todo», aportando fluidez y continuidad a la partitura para que la velada no se convierta en una serie de números. El objetivo es unificar el caleidoscopio musical de la «fantasía musical» de la superficie en un flujo subterráneo. El resultado es un conjunto musical inteligible y bello.
La ópera es llevada por un reparto homogéneo de gran calibre, en el que el fabuloso Christian Gerhaher destaca primus inter pares. Su extraordinaria interpretación hace de Golaud el centro de atención: se convierte en el verdadero motor de la acción, relegando a un segundo plano la incipiente pero pronto abortada relación amorosa de Pelléas y Mélisande. Su dicción del francés es excelente. El cantante conoce perfectamente esta ópera, en la que cantó a menudo el papel de Pelléas. La evolución de su voz, que ha pasado de la estructura más ligera del barítono Martin a la más oscura del barítono bajo, le permite ahora afrontar el humor negro del irascible y violento Golaud, y superar los numerosos obstáculos de un papel que exige una resistencia increíble. No menos de seis grandes escenas en las que interpreta con inmenso talento los matices de esta personalidad más que problemática. Sabine Devieilhe encarna con gran sensibilidad y naturalidad la melancolía misteriosa y dolorosa de Mélisande, una tristeza amable que consigue impregnar en su canto. Franz-Josef Selig como el Rey Arkel impresiona con su bajo sonoro. Felix Hofbauer, del Tölzer Knabenchor (los Niños Cantores de Bad Tölz), es muy aplaudido por su interpretación en un papel solista relativamente largo para su corta edad, y por sus dotes interpretativas. El eslabón débil del trío amoroso es Ben Bliss, que no logra definir suficientemente los contornos de su Pelléas.
Múnich (Prinzregententheater), 17 de julio de 2024
Director: Hannu Lintu. Directora de escena: Jetske Mijnssen
Escenografíay vestuario: Ben Baur. Iluminación: Bernd Purkrabek
Coreografía: Dustin Klein.
Coro: Franz Obermair. Dramaturgia: Ariane Bliss
Elenco: Franz-Josef Selig, Sophie Koch, Ben Bliss, Christian Gerhaher, Sabine Devieilhe, Felix Hofbauer (solista del Tölzer Knabenchor), Martin Snell, Paweł Horodyski.