Por Carlos J. López Rayward
La soprano Renée Fleming y el pianista Evgeny Kissin se presentaron juntos en el Carnegie Hall de Nueva York, en un recital que incluyó canciones y obras para piano de Schubert, Liszt, Rachmaninov y Duparc.

La iluminación del Carnegie Hall permite al espectador tomar notas con facilidad, por lo que durante el interesante recital de Renée Fleming y Evgeny Kissin, recogí con detalle los pormenores de las distintas piezas del programa. Sin embargo, en el trasiego de la salida, cuando los asistentes se acumulan en las estrechas escaleras del teatro, esas notas se extraviaron.
La suerte, por tanto, ha librado a los aficionados que aún leen mis críticas del tedio de un relato pormenorizado del canto de Fleming y las evoluciones de Kissin al teclado. Más allá de las minucias y los pequeños detalles, quizá sea mejor contar aquí lo que tras unas horas perdura en la memoria, y que tal vez por ello sea lo más interesante para el lector.
Hay que resaltar la inteligencia del programa, no sólo por la adecuada selección de piezas, con canciones románticas tan adaptadas a las circunstancias vocales de Fleming y los sugerentes solos para piano que tocó Kissin, sino también por el estratégico orden de cada uno de los números, dispuestos con inteligencia para maximizar la belleza y la ligazón de conjunto.
Faltaríamos a la verdad si dijéramos que Renée Fleming está en un buen estado vocal. La voz de la diva norteamericana hace tiempo que dejó de ser la que un día la convirtió en la mejor soprano del mundo. El cambio más sustancial es la pérdida del centro sonoro, del tronco armónico que soporta el canto y da cuerpo y sostén a las notas. Hoy la Fleming ofrece un canto epitelial, con notas sin tuétano: un fruto que es todo cáscara.
Pese a ello, Renée Fleming sigue regalando un canto interesante en este escogido repertorio, que le permite cargar las tintas en el estilo y la expresión, sin demasiados apuros vocales. Así, la artista sobrevive milagrosamente al instrumento.

De las canciones de Schubert, al comienzo del programa, destacó la esforzada Die Vögel (Los pájaros) en la que Fleming hizo gala de una musicalidad prodigiosa, a la altura del brillo de Kissin al piano. También perdurará en el recuerdo de los asistentes la circunspecta y limpia versión de la celebérrima Ave Maria, del mismo compositor, que Fleming ofreció como única propina, en un cierre de recital apodíctico, a pesar de su escasez de medios y la sobriedad en el detalle.
De Franz Liszt, el público del Carnegie Hall disfrutó de la infrecuente Sposalizio, que es parte del ciclo de suites para piano Années de pèlerinage. En las manos de Kissin, la pieza, inspirada en Los desposorios de la Virgen de Rafael Sanzio, fue creciendo en interés a media que el piaista superponía capas sonoras, convirtiendo la que al comienzo resultaba una obra menor en un monumento catedralicio. Renée Fleming se mostró más cómoda en las canciones de Liszt que en las de Schubert, con una deliciosa version de Oh! Quand je dors, servida con enorme lujo expresivo.
De Sergei Rachmaninov, Kissin tocó la versión para piano de la hermosa canción Lilacs, a la que siguió la propia canción en la voz de Fleming. El conjunto contó con la arrebatadora elegancia que produce la sinergia entre los dos artistas. Ya solo al piano, Evgeny Kissin acometió una cálida Mélodie y una atmosférica Sérénade, que se complementaron y contrastaron como en un claroscuro.
El último compositor del programa dedicado al romanticismo europeo fue Henry Duparx, cuya representación contó con la nocturnal Extase y la elegíaca Le manoir de Rosemonde. Ninguna de ellas tuvo el interés esperado, pues la Fleming acusaba ya el cansancio. La pobreza sonora de las notas de la soprano, junto con cierta dificultad para mantener la tersura en la línea de canto le dio a ambas canciones un halo de emotividad y una pátina otoñal que también tuvo su aquel.
Por desgracia, el público de Nueva York no terminó de conectar con la introspectiva propuesta de la pareja Kissin-Fleming. Si bien es cierto que el Carnegie Hall ha brindado mejores silencios a peores cantantes, y que durante todo el concierto reinó un ambiente de inquietud poco habitual, los dos artistas no supieron despertar la emoción con la que el aficionado de Nueva York suele acoger a sus estrellas.
Nueva York (Carnegie Hall), 31 de mayo de 2023. Renée Fleming, soprano. Evgeny Kissin, piano.
Obras de Schubert, Liszt, Rachmaninov, y Duparc