La Metropolitan Ópera de Nueva York recupera Rigoletto de Verdi, en el revival de la producción de Bartlett Sher, con Pier Giorgio Morandi al frente de un reparto encabezado por Quinn Kelsey como Rigoletto, Nadine Sierra como Gilda y Stephen Costello como el Duque de Mantua. La producción será una de las más vistas esta temporada y permitirá al Met hacer caja en un momento crítico para asegurar su estabilidad económica a largo plazo.
Ya hemos comentado en muchas ocasiones las luces y las sombras de la producción de 2021 de Bartlett Sher y su propuesta de transportar la acción de Rigoletto a la República de Weimar. Esta entrega de 2024 aparece fresca y renovada, con interesantes detalles escénicos que redondean la propuesta y palian algunos de sus defectos. Todo ello gracias a la reposición ideada por la directora y coreógrafa Sara Erde que pone de relieve, una vez más, su amplia sabiduría escénica. Erde es una de esas profesionales que consiguen que la calidad artística de los montajes del Met no pierda lustre pese al paso del tiempo.
El director de orquesta italiano Pier Giorgio Morandi supo conectar con la orquesta del Met desde la primera nota, y dejó una versión inspirada y en estilo de la ópera. Los cantantes parecieron crecerse, apoyados en el sustrato orquestal de Morandi, tan verdiano y directo como inspirado. El coro del Met funcionó a las mil maravillas en una partitura que conocen al dedillo.
El papel del bufón atormentado por la maldición de Monterone volvió a recaer en el experimentado barítono Quinn Kelsey. El hawaiano es todo un especialista en papeles verdianos pero es Rigoletto el rol en el que su arte se despliega en mayor plenitud. Kelsey parece haber estudiado cada gesto y perfilado cada nota para maximizar el realismo de un personaje que, si bien no está exento de su inherente misterio, en manos de nuestro artista aparece creíble y cercano. Así, es difícil no empatizar con sus emociones, de tan realistas como Kelsey las presenta. En comparación con sus actuaciones en años anteriores, lo encontramos más musical y acertado en el canto, con una emisión más sana y redonda, sin las molestas aristas y los feos apoyos de antaño. La enorme ovación que recibió al final del espectáculo fue de todo punto merecida.
Nadine Sierra es una de las sopranos de referencia en el Met. Sus partidarios la miman y la siguen cada día en mayor número. La artista de Florida reaparece en Nueva York con una Gilda lujosa y motiva. Pese a sus limitaciones como actriz, Sierra es una artista que atrae por su efusiva personalidad y la sinceridad que transmite su canto, siempre directo al corazón del espectador. Después de una década cantando el papel de la hija del jorobado, hoy nos parece que Sierra ha elevado aún más su nivel vocal, con un canto más homogéneo y asentado en una técnica ya consolidada. En Caro nome ofreció muestras de madurez artística y gran intuición musical, amén del esperado y deleitable repertorio de cadencias, fermatas, sobreagudos y largos trinos. Fue estruendosamente aplaudida por el público del Met.
El tenor Stephen Costello vuelve a cantar en Nueva York en uno de sus papeles fetiche. El de Filadelfia parece estar fresco en este comienzo de la temporada, si bien sus energías no bastaron para soslayar los mismos defectos que hacen que duca no termine de estar a la altura de la plaza. El registro bajo es débil y de poco lustre. Arriba, Costello emplea feos portamentos y sonidos constreñidos que afean la línea, por lo general elegante y en estilo. En Ella mi fu rapita, el cantante lo pasó realmente mal, y cosechó un modesto aplauso que, viniendo de un público tan generoso como el de Nueva York, sonó casi a protesta.
A los solistas principales les acompañó un elenco muy solvente. El Monterone de Jordan Shanahan convenvió gracias a un canto asertivo y dramático. La mezzo J´Nai Bridges fue una Magdalena demasiado parca en lo vocal, con una emisión pobretona, aunque fue muy eficaz en lo actoral, en una aparición algo decepcionante en una cantante de su nivel.
Hay que resaltar el gran trabajo de los comprimarios Jeongcheol Cha como Marullo y Christopher Job como Ceprano, ambos brillantes en su cometido. Más vacilante nos pareció Edyta Kulczak, que sustitutó a la anunciada Eve Gigliotti. Por su parte, el talentoso bajo Soloman Howard estuvo espléndido como Sparafucile. Con un instrumento amplio y aun en crecimiento, demostró que está llamado a ser una de las voces importantes en el futuro de la compañia.
La Metropolitan Opera deja claro que no renuncia a la mayor calidad escenográfica pese a reponer una y otra vez los mismos montajes. Mientras la orquesta y el coro acompañen y los solistas sigan mantiendo el interés del público, la máquina del Met seguirá alumbrando grandes noches de ópera en Nueva York.
Metropolitan Opera de Nueva York, a 17 de octubre de 2024. Rigoletto, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro de Víctor Hugo Le Roi s´amuse.
Dirección Musical: Pier Giorgio Morandi. Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Tilman Michael). Producción: Bartlett Sher, Diseño escénico: Michael Yeargan, Vestuario: Catherine Zuber, Iluminación: Donald Holder. Directora del revival: Sara Erde.
Reparto: Stephen Costello, Nadine Sierra, Quinn Kelsey, Scott Scully, Susanne Burgess, Jeongcheol Cha, Christopher Job, Jordan Shanahan, Soloman Howard, Edyta Kulczak, Mikki Sodergren, Yohan Yi, J´Nai Bridges.