Julieta y Romeo
Por Majo Pérez
Apuesta segura la de ABAO en la inauguración de su 72ª temporada. Los de Bilbao siempre se han caracterizado por programar grandes voces y para este título, Roméo et Juliette de Gounod, han querido contar con el fulgurante tándem Javier Camarena – Nadine Sierra, quienes en los últimos años ya habían cosechado éxitos conjuntos en Lucia di Lammermoor (Liceu, Met) y L’Elisir d’amore (Teatro Colón de Buenos Aires). Este es sin duda el gran atractivo de la producción inaugural de ABAO, lo cual está bien pensado: a diferencia de otras óperas más corales, en Roméo et Juliette todo el peso dramático recae en los dos personajes protagonistas, que deben defender no solo celebérrimas arias como ‘Je veux vivre’, ‘Dieu! Quel frisson court dans mes veines!’ (ella) y ‘Ah, lève-toi, soleil’ (él), sino además exigentes y arrebatadores dúos, como ‘Nuit d’Hyménée’ o ‘Va! Je t’ai pardonné’, en los que una vez más, el mexicano y la estadounidense han demostrado “tener mucha química”. Sus sobresalientes voces empastan a la perfección y ambos cuentan con una presencia escénica y una energía interpretativa envidiables. No es extraño que numerosos aficionados se agolparan en la salida de artistas a la caza de un autógrafo o una foto de ellos.
Nadine Sierra ha debutado en la casa y ha dejado un sabor de boca inmejorable. Excelente fue su primera aria ‘Je veux vivre’, pero aún mejor la del cuarto acto, la conocida como ‘Air du poison’, en la que su voz ya había terminado de calentarse y donde su instrumento de lírica con coloratura brilló en todo su esplendor. Al finalizar este número el teatro prorrumpió en una estruendosa ovación que duró más de dos minutos. El de Juliette es un papel harto difícil a nivel vocal, pues tras un comienzo lleno de agudos y agilidades, una vez consumado su matrimonio furtivo con Roméo, pasa a un registro bastante más dramático, debiendo enfrentarse a una orquesta mucho más densa. De hecho la soprano que estrenó este rol en 1867, cuando el título aún incluía partes habladas, la gran Marie Caroline Miolan-Carvalho, se vio incapaz de interpretar el aria del cuarto acto, siendo ella misma, como recuerda Clair Rowden en las notas al programa, quien pidió a Gounod que le compusiera un número de entrada más adecuado a su tipo de voz. Nadine Sierra se desenvolvió con pasmosa facilidad en ambos registros y, además de una técnica y un poderío vocal incontestables, demostró que es una estupenda actriz. Se movió con gracia por el escenario y supo transmitir la frescura y el arrojo de una joven de quince años arrebatada de amor. Interpretará este rol próximamente en el Metropolitan neoyorquino.
Javier Camarena no debutaba en ABAO, pero sí en el rol de Roméo. De esta forma da un paso más en su evolución hacia un repertorio más lírico. Su voz, desde luego, va ganando en consistencia, pero sin perder su facilidad para el agudo. Sigue fascinando por su bello timbre y su naturalidad a la hora de cantar, atributos que desde luego le ayudan a perfilar un Roméo creíble y cautivador. Su aria ‘Ah lève-toi, soleil’ fue el segundo número más aplaudido de la noche. La dirección orquestal de Lorenzo Passerini, rica en matices, y una inspirada Euskadiko Orkestra, que sacó un sonido empastado y de notable refinamiento, se erigió también en triunfador de la noche. El maestro estuvo atento a los cantantes y al coro y marcó los tiempos –algo conservadores para mi gusto– con precisión. Dicho esto, me pareció que en algunos pasajes la orquesta le negó al joven lombardo algún que otro rubato amén de algún que otro forte. En cuanto a la versión seleccionada para la ocasión, eché en falta la esclarecedora escena en la que Frère Laurent explica a otro monje el extravío de la carta que debe informar a Roméo sobre el falso deceso de Juliette, escena que aparece en la versión de 1888.
El resto del elenco de solistas estuvo a buen nivel, destacando la interpretación de Anna Alàs (Stefano), mezzosoprano con interesante voz: acuerpada, de inusual color y brillante zona aguda. Ofreció una simpática y agradable ‘Que fais-tu blanche tourterelle’, dejando ganas de más. También salió airoso el tenor Alejandro del Cerro, en quien constatamos un excelente estado de forma. Su voz noble, varonil y bien proyectada compuso un Tybalt de primera. Tampoco estuvo nada mal el barítono polaco Andrzej Filończyk, dibunjando un verosímil Mercutio. Alguna nota engolada no hizo sino subrayar el carácter algo fanfarrón de su personaje. Posee un bonito timbre y sobrada presencia escénica. Los veteranos Fernando Latorre como conde Capuleto (padre de Juliette) e Itxaro Mentxaka como Gertrude demostraron oficio. Y muy bien, a pesar de su breve intervención, Isaac Galán como Paris. La única decepción de la noche me la llevé con el bajo Marko Mimica como frère Laurent. Ni su tipo de voz (carencias en la zona grave) ni su personalidad sirven adecuadamente al personaje que le han encomendado. Y también algo frustrante la actuación del coro titular, sobre todo en los dos primeros actos; se mostró inseguro y torpe, aunque mejoró en la segunda mitad.
De la puesta en escena de Giorgia Guerra impactan visualmente algunos momentos, como el dúo en el que Roméo y Juliette consuman su amor en una torre que levita en mitad de la noche y el dúo final en el que ambos mueren, engullendo sus cuerpos una gran lápida de granito en forma de cubo. La sobria escenografía diseñada por Federica Paroli, paneles que conforman muros, la mencionada torre que cambia de posición y el sepulcro del último acto, toma vida gracias a las videoproyecciones de Imaginarium studio, las cuales recrean elementos arquitectónicos de inspiración gótica y fumaradas de color –a las que no encontré mucho sentido–. El resultado final de conjunto me pareció algo irregular. Las proyecciones manchaban a los artistas; la iluminación de Fiammetta Baldiserri, adecuada para las escenas nocturnas, no acompañaba en las diurnas, menos aún en las festivas; y el vestuario de Lorena Marin, de buena factura pero bastante tradicional, tampoco es que aportara nada a la estética común. Faltó armonía entre los diferentes elementos, lo cual sumado a movimientos escénicos poco afortunados (los bailecitos del coro o los gestos que este hacía para subrayar algunas palabras) me hacen pensar que la producción tiene aún margen de mejora. Quizá veamos cambios en este sentido en las próximas funciones, programadas para los días 24, 27 y 30. O cuando viaje a Oviedo, coproductora junto a Bilbao.
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Palacio Euskalduna de Bilbao, 21 de octubre de 2023. Roméo et Juliette, ópera en un prólogo y cinco actos con música de Charles Gounod y Libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado en la obra homónima de William Shakespeare.
Lorenzo Passerini, dirección musical. Giorgia Guerra, dirección escénica. Federica Parolini, escenografía. Fiammetta Baldasserri, iluminación. Lorena Marin, vestuario. Imaginarium Studio, videoproyecciones.
Reparto: Javier Camarena (Roméo Montaigu), Nadine Sierra (Juliette Capulet), Anna Alàs (Stefano), Andrzej Filończyk (Mercutio), Marko Mimica (Frère Laurent), Alejandro del Cerro (Tybalt), Gerardo López (Benvolio), Itxaro Mentxaka (Gertrude), Isaac Galán (Paris), José Manuel Díaz (Grégorio), Fernando Latorre (comte Capulet), Juan Laborería (duc de Vérone).
Euskadiko orkestra. Coro de Ópera de Bilbao (director: Boris Dujin).