Crítica: «Tamerlano» en Les Arts de Valencia

Quien tuvo retuvo

Por Pedro Valbuena

Estrenada en Londres en 1724, y compuesta en el asombroso lapso de veinte días, el Tamerlano de Händel es una de las obras fundamentales de la historia de la ópera tardobarroca, y también una de las primeras que confiere a la voz de tenor un papel protagonista. El argumento, en esencia, es lo de siempre: amores y desamores, tiranos y enredos injustificables, pero con una salvedad reseñable, y es que hacia el final de la trama, uno de los personajes, Bajazet, muere en escena después de una larga agonía que incluye un accompagnato, un recitativo y un aria, impidiendo que la evolución natural de los acontecimientos pueda desembocar en el esperado lieto fine. Así las cosas el brillante y eufórico coro final que exigía la costumbre es sustituido esta vez por una hermosa melodía a tres en la lúgubre tonalidad de mi menor, de tal forma que el júbilo desbordante habitual es sustituido por una tibia y melancólica llamada a la esperanza.

Una momento de «Tamerlano» en Les Arts / Foto: Mikel Lorenzo – Les Arts

Inusual también es el número de conjuntos que posee esta ópera, ya que la norma, pocas veces alterada, tan sólo permitía un duetto de amor o reconciliación justo antes del coro conclusivo. En general, la música del Tamerlano es de una calidad incuestionable, los temas y posteriores desarrollos de las arias son de una gran variedad, y toda la partitura está concebida de forma  coherente, quedando los personajes psicológicamente muy bien definidos.

El señor René Jacobs visita Les Arts con Tamerlano.  Es un gran conocedor de la obra de Händel, tanto en su anterior faceta  de cantante como en la actual de director, lo que le permite acercarse a esta partitura con una visión multidisciplinar interesante y diferente. El trato que dispensó a la partitura en general fue muy respetuoso, aunque los cambios realizados tuvieron desigual efecto. Para bien fueron el desplazamiento del minueto de la obertura al tercer acto, los preludios “improvisados” para abrir algunos recitativos y la elección de tempos y dinámicas, y mas cuestionable resultó la presencia de un arpa y un órgano positivo para la realización del continuo, instrumentos éstos muy poco habituales en los teatros de la época. Tampoco me convenció la inclusión aquí y allá de pizzicati donde no están prescritos, y lo que desde luego no le perdono al señor Jacobs es que eliminara el precioso duetto final, Coronata di gliglie e di rose. Muy consciente del tedio que pueden provocar en el público actual los larguísimos pasajes en recitativo, Jacobs exigió a sus cantantes una verdadera puesta en escena imaginaria, tan bien concebida que uno tenía la sensación de que estaba asistiendo a una representación completa más que a una versión de concierto. Su estilo de dirección, bastante estático, se basa en el trabajo previo, de tal forma que ya sobre el escenario tan solo necesita marcar el compás y sujetar a la orquesta en los ritardando, actitud que parecía exasperar al concertino que, a veces, gestualizaba con más afán de liderazgo que el propio director. 

Una momento de «Tamerlano» en Les Arts / Foto: Miguel Lorenzo – Les Arts

El contratenor británico Alexander Chance encarnó al príncipe Andronico, y lo cito en primer lugar porque me pareció, con diferencia, lo mejor de la noche. Su voz potente, su precioso timbre y su excelente gusto en el fraseo le convirtieron en el verdadero protagonista de la velada. No sólo se enfrentó sin atisbo de duda a las tremendas agilidades que en su día cantó el mismísimo Senesino, sino que su expresividad en el recitado y su capacidad dramática hicieron que mis ojos estuviesen fijos en él, incluso cuando tan sólo secundaba la acción. Cierto es que su ectomorfa anatomía le confería en escena una gran ventaja sobre el resto del elenco, pero trivialidades aparte, su trabajo resultó difícilmente mejorable. La Irene de  Elena Rasker tuvo una entrada en escena muy impactante, merced a la preciosa aria Dal crudel che m´ha tradita, para cuyo acompañamiento se situó al fagot en el proscenio, creando una atmósfera realmente intensa. Rasker tien una voz redonda, cálida y con un toque de oscuridad, pero muy versátil a la hora de enfrentarse a las semicorcheas, si bien resultó algo pasmarote en sus gestos. Se decía de la Cuzzoni que poseía una voz dulce, con un precioso vibrato y gran expresividad, si bien ni su volumen ni sus agilidades destacaban especialmente. ¿Es posible que Jacobs tuviese en su cabeza esta descripción en el momento de contratar a Khatarina Ruckbgaber para su Asteria? Tamerlano fue encarnado por el contratenor francés Paul-Antoine Bénos-Djian, cuya voz suave y bien apoyada hizo de su actuación una pacífica delicia, hasta que llegó el momento de enfrentarse con A dispetto d´un volto ingrato, un aria cuya dificultad técnica es legendaria, ya que incluye largos pasajes de escalas, saltos, trinos y un sinfín de desafíos a los que no todos los cantantes están dispuestos a enfrentarse. Bénos.Djian lo resolvió todo brillantemente, y aun se permitió alguna variación extra en el Da Capo. El tenor escocés Thomas Walker se metió poco en el papel del torturado padre y monarca destronado. Su Bajazet no me dijo gran cosa, aun reconociendo que su timbre era muy hermoso y su forma de cantar muy elegante, quizá demasiado.  Eché en falta algo más de noble abnegación, de desesperación heroica y de sangre en las venas en general. Perdió la oportunidad de brillar en su primera aria, una de las mas hermosas de la obra, y aunque sus variaciones no me gustaron nada,  reconozco que me emocionó en la parte final de la escena de la muerte. Por último el leone de Mattias Winckhler cumplió su cometido con corrección. Es el último personaje del reparto y tan solo cuenta con dos arias y algunos recitativos. Su voz de bajo, ágil y afinada, le permitió defender el papel sin más problema. La orquesta, dispuesta sobre el escenario tal y como se hacia en la época con un contrabajo en cada extremo, mostró un nivel excepcional. La mezcla de cuerdas, vientos y cachivaches varios del bajo continuo, hacía presagiar alguna desavenencia en forma de roce, pero lejos de esto todo sonó con pulcritud y precisión. 

El espectáculo fue dividido en dos partes separadas por un merecido descanso de treinta minutos, y al ver la velocidad de desalojo en el intermedio, supe inmediatamente que en la segunda parte estaríamos mas anchos. Ellos se lo pierden, porque un espectáculo como éste es un lujo que, por desgracia, no puede darse uno muy a menudo. La intensa y sostenida ovación de toda una sala en pie debió compensar a los esforzados intérpretes, que saludaron ufanos por no menos de seis veces.


Valencia, 18 de mayo de 2025. Palau de Les Arts.  Tamerlano de Haendel. René Jacobs, director. Paul-Antoine Benos-Djian, Tamerlano. Thomas Walker, Bajazet. Katharina Ruckgaber, Asteria. Alexander Chance, Andronico. Helena Rasker, Irene. Matthias Winckheler, Leone. OW