Crítica Greek Passion Salzburgo Por Luc Roger
El Festival de Salzburgo 2023 presenta The Greek Passion de Bohuslav Martinů por primera vez en su historia. Al frente de esta nueva producción está el director de orquesta francés Maxime Pascal, ganador en 2014 del Premio Anual de Jóvenes Directores del Festival de Salzburgo. El verano pasado dirigió en esta misma casa Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger, y Lenz, de Wolfgang Rihm. Simon Stone ha sido el encargado de diseñar la puesta en escena. El australiano ya se conocía en Salzburgo por sus montajes de Lear de Aribert Reimann en 2017 y Medea de Cherubini en 2019.
Bohuslav Martinů y The Greek Passion
El compositor nació en 1890 en Policka, una localidad bohemia situada justo al otro lado de la frontera con Moravia (en la actual República Checa, entonces parte del Imperio austrohúngaro). Tras la independencia del estado checoslovaco, Martinů tuvo la oportunidad de marcharse al extranjero. Se instaló en París en 1923. Allí se convirtió en discípulo de Albert Roussel. En sus primeros años, recibió la influencia de la música francesa, la de Maurice Ravel, Albert Roussel, Paul Dukas y, sobre todo, de Claude Debussy. Fue en París, en las décadas de 1920 y 1930, donde alcanzó su madurez como compositor. En 1941, como miembro de la Resistencia francesa, huyó de los nazis a Estados Unidos, donde obtuvo la nacionalidad estadounidense. Martinů murió en Suiza en 1959, no pudiendo regresar a su país natal por motivos políticos.
Es comprensible que The Greek Passion tuviera una resonancia personal para Martinů, que añoraba perpetuamente su tierra natal en sus últimos años. Tras una larga búsqueda de un tema trágico que pudiera adaptar personalmente en un libreto, descubrió las novelas de Nikos Kazantzakis y obtuvo permiso del propio autor para adaptar Cristo de nuevo crucificado. Martinů colaboró estrechamente con Kazantzakis mientras trabajaba en su ópera basada en la traducción inglesa de la novela. Ales Brezina, director del Instituto Bohuslav Martinů, explica que la historia en sí tenía especial importancia para el compositor en el contexto de la Guerra Fría, que enfrentaba a personas de una misma nación. Al adquirir la nacionalidad estadounidense, Martinů fue considerado un traidor en su país de origen. Y al mismo tiempo, en Estados Unidos, tuvo que enfrentarse a las repercusiones de ser checo durante la era anticomunista de McCarthy. «En el contexto de un mundo bipolar donde todo era sospechoso», afirmó Brezina, «me inspiró el tema de lo que la gente era capaz de hacer a sus compatriotas». Crítica Greek Passion Salzburgo
Maxime Pascal pone en valor The Greek Passion de Martinů
El director de escena Simon Stone y la escenógrafa Lizzie Clachan han aplicado un gris uniforme a las paredes y al suelo del amplísimo escenario de la Felsenreitschule, una de las tres salas de representaciones del Festival de Salzburgo. Se trata de un gris triste, homogéneo y neutro que borra cualquier referencia al contexto o al tiempo: la lección moral extraída de Cristo de nuevo crucificado de Kazantsakis puede aplicarse a cualquier momento de la historia en que una población experimente una repentina afluencia de refugiados, y precisamente hoy a la historia de nuestra sociedad. Todo transcurre dentro de una caja gris, con puertas y ventanas en las paredes y agujeros en el suelo que se abren de vez en cuando. La diseñadora de vestuario Mel Page ha vestido a la comunidad del pueblo griego anatolio de Lycovrissi con ropas del mismo gris, el mismo color triste de la túnica del sacerdote ortodoxo que la dirige. Este pueblo, que escenifica una representación de la Pasión cada siete años, lleva una vida aburrida, extremadamente regulada y codificada, cuya rutina se ve repentinamente rota por la llegada de una masa de refugiados que entran en escena ataviados con ropas de colores, chalecos salvavidas naranjas, tiendas de campaña verdes… un violento contraste visual con la homogeneidad de la comunidad local. La metódica organización de los aldeanos contrasta con la desorganización del grupo de refugiados, totalmente desamparados, exhaustos, hambrientos, enfermos o moribundos. El cristianismo convencional de los primeros se contrapone a los originales valores cristianos revolucionarios que exige la calamitosa situación de los segundos. La figura del impertérrito sacerdote que gobierna a sus fieles con mano de hierro y difunde una doctrina de odio se enfrenta a la autenticidad mesiánica original del sacerdote de los refugiados. Dos mundos chocan. A medida que se desarrolla la acción, algunos de los protagonistas de la Pasión –Manolios como Cristo, Katerina como María Magdalena y Yannakos como Pedro– se rebelan contra los tradicionales dictados de su pastor, lo cual la puesta en escena traduce en una vestimenta más colorista para estos personajes.
El reparto es enorme, con los dos grandes grupos corales y los coros de niños, y todo el arte de Simon Stone se concentra en la colocación y el movimiento de estos grandes conjuntos en el vasto escenario. Los efectos escénicos creados son admirables, y la puesta en escena de Simon Stone resulta excepcional, totalmente al servicio de las tensiones del libreto y de la extraordinaria música de Martinů. Stone consigue trasladar al escenario la explosiva fuerza emocional de la música, de una belleza sobrecogedora. Las grandes escenas de conjunto se alternan con los enfrentamientos individuales entre los protagonistas, que Simon Stone logra con una fuerza de convicción poco común. Cuando el padre Grigoris destierra al pequeño grupo de aldeanos insurrectos que han acudido en ayuda de los refugiados en contra de sus odiosos dictados, Simon Stone los hace salir de escena a través de las gradas del auditorio, un recurso que ya no sorprende a nadie pero que resulta eficaz, pues incorpora al público a la acción.
Es una conjunción astral de lo más afortunada la que reúne al director de escena Simon Stone y al director de orquesta Maxime Pascal. La particular construcción de la sala de la Felsenreitschule permite observar tanto el escenario como la orquesta. El director francés parece poseído por la música de Martinů y a todas luces ha sabido ganarse la plena colaboración de la maravillosa Wiener Philharmoniker para desentrañar la fuerza expresiva de la obra y su poder hipnótico y extático. Plasma su regularidad rítmica, que utiliza la forma de la síncopa perpetua, y subraya sus amalgamas musicales con fuentes diversas, que van desde el folclore checo y eslovaco a la música ortodoxa griega, pasando por el jazz y las influencias de Stravinsky o Copland. Como por arte de magia, pasa del refinamiento de la música de cámara a las tempestades de los conjuntos corales. La música bizantina desempeña un papel importante en la construcción de la obra, desde el principio, ya que Martinů inicia su ópera con el himno que marca el comienzo de la Semana Santa en la Iglesia ortodoxa. Maxime Pascal es a la vez un hábil estratega en el tratamiento de las complejidades orquestales y vocales de la obra y un visionario exaltado. El final es grandioso, y él lo interpreta con una inteligencia musical, una energía y un compromiso físico inauditos, todo su ser vibra con la música: hay que verlo con los brazos levantados por encima de la orquesta y sus manos girando como las de un mago atrapado en un delirio extático por encima de la gran caldera de la orquesta.
En el papel de Manolios, quien encarca a Cristo en la representación de la Pasión, encontramos al tenor alemán Sebastian Kohlhepp, quien sigue con una interpretación desconcertante las vacilaciones y la evolución de su personaje, que finalmente se atreve a enfrentarse a su propio pueblo. La belleza lírica de su interpretación es fascinante. El barítono húngaro Gábor Betz, de oscuro timbre, expresa con fuerza la odiosa altivez del padre Grigoris, cuya autoridad se ve atacada durante su enfrentamiento con el padre Fotis, interpretado por el excelente bajo-barítono Łukasz Goliński. La soprano Sara Jakubiak interpreta a una Katerina de una autenticidad dramática abrumadora. Christina Gansch da una excelente interpretación de Lenio, una joven más interesada en el matrimonio que en todo lo demás. La escena de la boda es uno de los momentos más sorprendentes de la composición: justo cuando se ha consagrado la unión de Lenio y Nikolio, Grigoris estigmatiza a Manolios como chivo expiatorio, lo que conduce a su asesinato: Cristo es crucificado de nuevo. Crítica Greek Passion Salzburgo
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Festival de Salzburgo, 22 de agosto de 2023. The Greek Passion, ópera en cuatro actos (estrenada en la Ópera de Zúrich en 1961). Música y libreto de Bohuslav Martinů a partir de la novela de Nikos Kazantzakis Cristo de nuevo crucificado. Nueva producción.
Maxime Pascal, director musical. Simon Stone, director de escena. Lizzie Clachan, escenógrafa. Mel Page, diseñadora de vestuario. Nick Schlieper, diseñador de iluminación. Christian Arseni, dramaturgia.
Reparto: Gábor Bretz (padre Grigoris), Luke Stoker (Patriarcheas), Robert Dölle (Ladas), Matthäus Schmidlechner (Michelis), Alejandro Baliñas (Vieites Kostandis), Charles Workman (Yannakos),
Sebastian Kohlhepp (Manolios), Julian Hubbard (Panait), Aljoscha Lennert (Nikolio), Matteo Ivan Rašić (Andonis), Sara Jakubiak (la viuda Katerina), Christina Gansch (Lenio), Helena Rasker (una anciana), Łukasz Goliński (padre Fotis), Teona Todua (Despinio), Scott Wilde (un anciano).
Asociación de Conciertos del Coro de la Ópera Estatal de Viena, Huw Rhys James (director del coro), Salzburger Festspiele und Theater Kinderchor (Coro infantil del Festival y Teatro de Salzburgo), Wolfgang Götz (director del coro), Orquesta Filarmónica de Viena.
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