Por María Pardo Crítica: «Theodora» Teatro Real Madrid
Theodora, la vengadora
Tras un minuto de silencio por las víctimas de DANA, dio comienzo el Oratorio dramático en tres partes, HWV 68 con música de Georg Friedrich Händel (1685-1759) y libretto de Thomas Morell, basado en la obra de Robert Boyle, Love and Religion Demonstrated in the Martyrdom of Theodora and Didymus. Esta obra fue estrenada sin mucho éxito en el Covent Garden de Londres en 1750. Ahora, el Teatro Real ofrece, desde el 11 hasta el 23 de noviembre, en una nueva producción una versión escénica de este “oratorio dramático” en coproducción con la Royal Opera House. Crítica: «Theodora» Teatro Real Madrid
La versión es, sin duda, provocadora. Mientras la música del oratorio de Händel pasa a un segundo plano en aquellas ocasiones en que el exceso de acción secuestra a la partitura, la directora de escena Katie Mitchell ha logrado hacer encajar su apuesta modernista y feminista con esta joya de oratorio que nos dejó este productivo compositor. Se han subido al tren del feminismo, que no de la igualdad, para remarcar una fuerza femenina que no necesita de interpretaciones ni vueltas rebuscadas para mostrar a dos mujeres, Theodora e Irene, que ya son fuertes en el propio oratorio y en su propio tiempo. En esta vuelta de tuerca que la directora británica quiere aportar con su propia lectura, desvirtúa la fortaleza de la fe cristiana hacia una venganza violenta pertrechada por mujeres que son reprimidas por ser cristianas y no, precisamente, por su condición de género.
Los recursos escénicos son llamativos. Cinco escenarios de los cuales se llegan a simultanear hasta tres en los que hay acción: una cocina industrial, con un pequeño pasillo anexo, el salón-comedor para los grandes actos, una sala con dos barras de pole dance, una habitación con una gran cama redonda y, para la última escena, una cámara frigorífica en la que Didymus y Theodora son condenados a morir, aunque llegará Irene a tiempo para salvarles de una muerte segura, cambiando a un final diametralmente opuesto al final real del oratorio. El centro neurálgico de los cristianos es la cocina de la pretendida embajada en la que se cuecen los planes de subversión cristiana, incluyendo la creación de un explosivo, una vigilia de oración o demás actos de índole violenta.
Independientemente de cualquier opinión política o religiosa, sin embargo, la dirección de los personajes es magnífica, dándole a cada uno un carácter marcado y diferenciado, y todos ellos lo ejecutan magníficamente. La historia está desplazada en el tiempo y en el espacio (de Antioquía en el s. IV d.C. a una embajada en alguna parte a un tiempo presente indefinido) y, además, está cambiada la trama y el final (como ya he apuntado anteriormente) para ajustarse a la propuesta de Katie Mitchell en la que no hay mártires ni santos, sino terroristas fanáticos contra mafiosos. Pero entre los recursos que despliega, destaca el trabajo y la buena coordinación de todos en las escenas que se desarrollan a cámara lenta, un efecto que el público no espera y que impresiona la primera vez que sucede. Luego lo repiten, llegando a sentir que ya se abusa de esta maniobra, pero el de la última escena también es impactante, lo suficiente como para que pasara inadvertido para gran parte del público el descuadre musical que hubo entre la orquesta y el coro, tanto que el propio director del coro José Luis Basso tuvo que dar apoyo en más de una ocasión y dirigir al coro desde su discreto sitio en el público.
El Coro Titular del Teatro Real, como acostumbra, muestra su trabajo bien elaborado y ejecutado. Obedientes soldados o cristianos que interpretan música coral compleja de memoria, siempre encajonados detrás de las mesas a una distancia crítica para la visibilidad del director. En esta ocasión, la cuerda de sopranos quedó algo diluida en volumen y brillo entre el resto de las voces de sus compañeros. Todos respetan el estilo de la pieza y destaca la belleza con la que interpretan la partitura en sus intervenciones. En cuanto a la Orquesta Titular del Teatro Real, suena impecable. En algunas ocasiones trae más cuenta cerrar los ojos si uno quiere disfrutar de una música exquisita y no distraerse con las numerosas acciones que se suceden sobre el escenario. Ivor Bolton dirige con mucha energía y precisión esta obra a pesar de la dificultad de tener que afrontar la incorporación del coro a la música separado en la distancia por unas enormes mesas. Crítica: «Theodora» Teatro Real Madrid
Un gran trabajo el de la iluminación de mano de James Farncombe potenciando los distintos ambientes y la coreografía de Sarita Piotrowski que garantizaron el broche “discreto” de oro. Otro gran trabajo “invisible” es el de la coordinadora de intimidad Ita O’Brien, gracias al cual las escenas de sexo quedan bien definidas y aportan un entorno digno a estas interacciones entre los artistas que quedan limitadas a lo estrictamente profesional.
En cuanto a los artistas sobre el escenario, la Theodora de la soprano americana Julia Bullock aparece en escena desde el primer minuto y son pocos sus momentos de descanso. Es un papel exigente en esta puesta en escena, porque la música no es fácil (recordemos que, en circunstancias normales, un oratorio se interpreta con la partitura delante) y todos lo hacen de memoria a la vez que están ejecutando movimientos muy medidos y coordinados con el resto de personajes y estancias en las que hay más acciones. Desde el comienzo se le ha visto acusar un cansancio vocal que le llevaba a empujar sus sonidos más agudos, quedando estos opacos y algo apretados. Su primera aria del segundo acto quedó destemplada también en aras de la interpretación dramática. Quizás la exigencia de la acción le pasó factura a su calidad vocal y musical. Sin embargo, fue recomponiéndose en lo que quedaba de oratorio teniendo sus mejores y más delicados momentos en los dúos que interpretó junto al contratenor británico Iestyn Davies, que interpretaba al romano enamorado de la cristiana Didymus. La suya, una voz caracterizada por una emisión redonda, aterciopelada y más proyectada que la media de sus colegas de registro, aportó grandes momentos de calidad musical en sus intervenciones y fue aumentando en prestancia a lo largo de la representación.
La ya habitual mezzosoprano americana Joyce DiDonato, con un color carnoso y vital, dominó con facilidad las dinámicas y las agilidades de su personaje. Fue la indiscutible triunfadora de la noche y firmaba su presencia sobre el escenario con una personalidad arrolladora. El tenor británico Ed Lyon en el papel del romano Septimius también destacó por su ductilidad y fluidez vocal, un buen fiato y cadencias bien rematadas. Muy preciso en su personaje a nivel dramático y vocal. Con una voz rotunda y con cuerpo, el bajo británico Callum Thorpe abordó el papel del embajador romano Valens. Tuvo algunas dificultades con las agilidades, pero cumplió sobradamente con lo que se esperaba de él musical y actoralmente. El tenor sudafricano Thando Mjandana también estuvo correcto vocalmente en su corta intervención musical, pero estuvo a la par que sus compañeros de reparto en cuanto a su interpretación actoral, que requirió mucho más tiempo de su presencia sobre el escenario.
El resto de actores del cast, Tania Garrido, Yara Paz, Antonio Laguna, David Vento, así como las bailarinas de pole dance La Galgue y Mero González están detalladamente correctos y en personaje. Al final del oratorio, después de tres horas y media de trepidante acción sobre el escenario, se produjeron algunos abucheos apagados, menos de los habituales en estas puestas en escena de obras barrocas actualizadas a nuestros tiempos, pues es posible que hubieran conseguido seducir incluso a muchos de los más puristas. Guste más o menos esta lectura que nos presenta Katie Mitchell, ver esta producción es toda una experiencia escénicamente trepidante y musicalmente exquisita que no deja a nadie indiferente y tienen hasta el 23 de noviembre para no perdérsela.
Madrid (Teatro Real), 11 de noviembre de 2024. Theodora
Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección de escena: Katie Mitchell
Escenografía: Chloe Lamford. Vestuario: Sussie Juhlin-Wallén
Iluminación y vídeo: James Farncombe Coreografía: Sarita Piotrowski
Coordinación de intimidad: Ita O’Brien
Dirección del coro: José Luis Basso
Reparto: Julia Bullock, Joyce DiDonato, Iestyn Davies, Ed Lyon, Callum Thorpe, Thando Mjandana
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real OW