Crítica: «Tránsito» en Les Arts de Valencia

Por Pedro Valbuena Crítica: «Tránsito» Les Arts Valencia

Un viaje a través de la oscuridad

 En la rueda de prensa previa al estreno de Tránsito en el auditorio valenciano, su director artístico, Jesus Iglesias, vino a declarar que con este montaje se pretendía iniciar una nueva línea de apoyo a la ópera contemporánea, y más concretamente a la escrita en español. Ambigua empresa, si tenemos en cuenta que una considerable parte de la musicología considera este género como fósil. Es decir, que se nutre  de las piezas que se concibieron en el pasado y que se representan, mas o menos actualizadas, una y otra vez en todos los teatros del mundo, quedando el concepto de ópera contemporánea reducida a una expresión más categorizante que real, y no digamos ya si nos referimos a España en particular. Hablar de ópera contemporánea en nuestro país, hoy por hoy, es prácticamente como no decir nada. Dicho esto, en Valencia, el estreno de Tránsito ha sido un éxito. La pequeña sala del teatro Martín y Soler se llenó hasta la bandera con un público que escuchó en riguroso silencio la obra compuesta por Jesús Torres (1965) sobre un texto del valenciano de adopción Max Aub.Crítica: «Tránsito» Les Arts Valencia

Una escena de «Tránsito» / Foto: Miguel Lorenzo/Mikel Ponce

Se trata de una obra de pequeñas dimensiones, tanto en la duración como en la plantilla que requiere, y en mi opinión estaría más cerca de ser una cantata escénica que una ópera propiamente dicha. Concebida como una narración semiepistolar, los hechos (o mas bien las alucinaciones) se circunscriben a una noche en la que el protagonista, Emilio, se debate entre la nostalgia de lo que se ha visto obligado a dejar atrás,  mujer, hijos,  país e ideales, y su nueva realidad en México. Un presente lacerante frente a un futuro prometedor. 

La música de Torres está bien escrita, saca del pequeño grupo instrumental una gran variedad de efectos y matices, y la elección y combinación de los diferentes timbres consiguen crear una atmósfera opresiva e intensa que, sin embargo, no satura ni la atención ni el oído. Inteligentemente Torres ha buscado la complicidad del público evitando disonancias fuera de catálogo y lenguajes poco asequibles, creando una bella textura diatónica, que hace concesiones a la tonalidad e incluso a la modalidad. El resultado es una obra coherente y bien ensamblada, con una escritura depurada y que consigue acercarse en varios momentos a la verdadera emoción. 

La dirección de escena estuvo a cargo del también valenciano Carles Alfaro, un profesional de considerable prestigio en el ámbito teatral de esta tierra. Su concepción del espacio, centrífuga y centrípeta a la vez, hace converger sobre el centro del escenario a los tres personajes protagonistas, que giran alrededor de un lecho vagamente iluminado,  símbolo  por antonomasia de la noche y el sueño. Este escenario, que gira sobre si mismo en ambas direcciones, constituye un elemento que dinamiza un espacio único en el que se materializan las ensoñaciones, mezclándose con la realidad, en lo que juega un papel importantísimo la luz, sabiamente dispensada. Crítica: «Tránsito» Les Arts Valencia

Los papeles de la obra están repartidos a la vieja usanza, con un triángulo en conflicto y algunos personajes secundarios que aportan matices a la historia. El protagonista fue encarnado por Isaac Galán, que cantó haciendo gala de convicción y buen oficio, pero que se las tuvo que ver  con algunas notas en el registro agudo, cuyo mantenimiento es un desafío para cualquier cantante. Le escuché alguna vacilación en la afinación, y el texto se le entendió poco, pero pudo compensar estas carencias con una buena interpretación dramática y un entendimiento razonable con la batuta. Tránsito estuvo interpretado por la soprano vasca Carmen Artaza que tuvo una excelente dicción  pero una presencia escénica mal diseñada, puesto que se sumaba a la grisura imperante en la estética,  cuando debería representar la calidez y la esperanza. Cruz, la mujer de Emilio atrapada en la España de posguerra, es una presencia inquietante muy bien encarnada por Maria Miró que cantó con seguridad y mostró el hieratismo propio de las personas que sufren sobremanera. Toni Marsol y Pablo García interpretaron con corrección a los personajes secundarios, y ambos estuvieron muy bien desde el punto de vista actoral. 

 

El pequeño foso de la sala estaba ocupado por una selección de instrumentistas provenientes de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, a la que se sumaban un piano y un acordeón, que suponemos serían requeridos para este montaje en particular, y que tuvieron un papel muy destacado, al igual que lo tuvo la nutrida sección de percusión. También destacó un solo de violoncello interpretado con extraordinaria precisión. Todos ellos actuaron bajo las órdenes de Jordi Francés, que demostró conocer la partitura en profundidad, y que guió a sus músicos con seguridad a través de las grandes exigencias técnicas de la partitura. El impactante final dejó a la sala sumida en la reflexión por unos instantes, y a continuación estalló el aplauso de reconocimiento, que tuvo un cierto aire de catarsis. 


Valencia, 23 de mayo de 2024. Palau de Les Arts. Teatro Martín y Soler. Tránsito de Jesús Torres. Dirección musical, Jordi Francés. Dirección de escena, Carles Alfaro. Iluminación, Antonio Castro. Escenografía, Luís Crespo. Vestuario, Carmen Arce. Video, Amador Artiga. Tránsito, Carmen Artaza. Emilio, Isaac Galán. Cruz, María Miró. Alfredo, Toni Marsol. Pedro, Pablo García López. OW