Crítica: «Trato de favor» Zarzuela Por Federico Figueroa
El estreno absoluto de Trato de favor en el Teatro de la Zarzuela era esperado con gran emoción. Y no era para menos pues en el coliseo consagrado al género que le nombra, los estrenos de nuevas obras inscritas con la denominación de “zarzuela” se han dado con cuentagotas en las últimas seis décadas. Tras María Manuela (1953), de Moreno Torroba, y Las de Caín (1958) de Sorozábal; la zarzuela de nueva composición casi desapareció. Y no solo de este escenario, sino de todo el mundo. Crítica: «Trato de favor» Zarzuela
Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, encargó una obra de nuevo cuño en 2016 al joven compositor Lucas Vidal (Madrid, 1984), cuya actividad está centrada principalmente en bandas sonoras para películas. El libreto se lo encomendó al popular showman Boris Izaguirre (1965), que entre sus haberes tiene guiones para telenovelas, programas televisivos y alguna novela publicada, además de los shows en televisión y radio. Y de tales padres nace Trato de favor, una zarzuela contemporánea. En este sentido va mi primera enhorabuena: la zarzuela es casi un fósil y cualquier esfuerzo por su reactivación es bienvenido. En este afán debemos asumir el “prueba y error”, como en la vida misma, y avanzar con valentía en la confección de nuevas obras que enriquezcan al género. En noviembre del año pasado se estrenó la zarzuela, tras casi cinco años de espera, Policías y ladrones. Fue una obra encargada por Paolo Pinamonti en 2015 cuando él era director del Teatro de la Zarzuela. Tomás Marco, autor de la música, y Álvaro del Amo, del libreto; ambos profesionales de gran prestigio en sus respectivos campos, no lograron caminar en una misma dirección. Pero ahí quedó una zarzuela más para las generaciones venideras. Crítica: «Trato de favor» Zarzuela
En Trato de favor encontramos ingredientes comunes a los libretos de muchas zarzuelas del pasado, como es el echar una mirada sobre un tema de cierta actualidad. Eso sí, tratado con la libertad inherente al escritor. Boris Izaguirre lo ha hecho con tanta que nos entrega una delirante parodia de la zarzuela y especialmente de los medios de comunicación. En particular de esos que él conoce muy bien: la radio y la televisión. Si el primer acto transcurre con cierta normalidad y casi costumbrismo, retratando una cárcel de mujeres (con la licencia de un hombre entre ellas), es tras el ingreso en la prisión de la célebre Ana Mía (una mocatriz o lo que es lo mismo modelo-cantante y actriz), el segundo acto se vuelve un despiporre delirante en el que solo parece haber una salida: la huída hacia adelante. Y es así, hasta llegar al paroxismo con la escena del concurso de Eurovisión. El libreto es entretenido pues al ingrediente inicial, esa cercanía temporal del tema con el público, se le suma suspense y algunos momentos lacrimógenos en el más puro estilo culebrón. También tiene puntos grises, como la difuminación del personaje masculino (Juan Miguel) que tanta fuerza tiene en el primer acto o el escaso delineado de Chelo, que a la postre es la que más luce musicalmente. Crítica: «Trato de favor» Zarzuela
La música de Lucas Vidal va de la mano del libreto. Buceó en el pasado de la zarzuela y nos regala un pasodoble, un chotis y hasta una saeta, todas compuestas desde una mirada contemporánea. En ese andar de la mano con el libreto, se mete en el mundo del pop, como deja bien claro en el número denominado “El show de Ana Mía” y recurre a eso que se le da muy bien, las bandas sonoras de películas, presentes aquí y allá a lo largo de la obra. El concepto general de esta “zarzuela contemporánea”, nombre que no me parece muy feliz, parece ser el musical. Y es que la zarzuela siempre ha sido eso: teatro musical en español. Algunos de los asistentes al estreno parecían decepcionados por el libreto, la música o ambas cosas. No comprendían mi entusiasmo por el mero hecho de tener una nueva zarzuela. Y además una que realmente puede funcionar para ser puesta y repuesta. A lo grande, como es el caso de esta super producción, o a lo pequeño, que es como muchas veces se materializa la realización de funciones en la infinidad de localidades que reclaman ver zarzuela y a la postre es el verdadero símbolo del éxito de un título. Vidal ha hecho un batiburrillo que funciona y, para mí, ese es el meollo del asunto de la zarzuela y de cualquier obra lírica-teatral. ¿Cómo son los libretos de zarzuelas como El niño judío (1918), Los sobrinos del Capitán Grant (1888) o Apolo y Dafne (1706)? ¡Rocambolescos o inverosímiles! ¿Y la música de muchas de esas zarzuelas que fueron exitosas? Bebían de aquello que era moda en su momento, ritmos y formas pasadas por el tamiz del compositor. Piense el lector en el “fox trot” de La leyenda del beso (1924), el “tango” que se despachan Menegilda y Doña Virtudes en La Gran Vía (1886) o la habanera de La tabernera del puerto (1936). También encontré momentos en los que Vidal pecó de exceso, de querer poner de todo en una misma obra, como el baile con castañuelas “metido con calzador” en el primer acto.
Bianco no descuidó detalles para la realización de Trato de favor y encargó la puesta en escena a Emilio Sagi, verdadero maestro en estas lides. Como tal, su propuesta fue en paralelo al tándem libreto-música, potenciando hasta donde fuera posible lo naïf y el petardeo, la pátina de culebrón y la vinculación a personajes reales de la flora y fauna de España. Y es que donde, supuestamente, Izaguirre dijo ver una Sofía Loren, en las coordenadas de Sagi se nos presentó una Isabel Pantoja, convirtiendo la ficticia prisión “Albricias” en Alhaurín, dando en la diana con la caracterización de Mercedes, la supervisora general de prisiones, que me recordó a Rita Barberá. La escenografía, firmada por Daniel Bianco, además de grandiosa es funcional y juega en favor de la trepidante narración de la historia y también, cuando llega el momento, se pone en “modo” kitsch, como también lo hace el vestuario de Jesús Ruiz, la iluminación de Albert Faura y la coreografía de Nuria Castejón (especialmente bien lograda la danza con los abanicos). Todos ellos son habituales colaboradores de Sagi. Si hay que poner un “pero” a esta puesta en escena es no haber tenido la consideración y valentía de hacer una pausa entre ambos actos. Las pausas también son parte del universo teatral: el público quiere verse, saludarse, conversar sobre lo que están viendo y de las próximas elecciones. Además de poder hacer sus necesidades.
En el foso del teatro debutaba esa noche Andrés Salado, que mostró un buen control de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la titular del teatro, hasta conseguir diferenciar estilísticamente la diversidad musical de la música de Macías. Él también es parte de ese pequeño grupo de músicos a los que la televisión ha popularizado más allá del pequeño círculo de la música denominada “clásica”. De igual condición goza la soprano Ainhoa Arteta (Ana Mía) y en menor medida la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera (Mayka). Ambas encabezando el cartel como grandes protagonistas del estreno de Trato de favor. La verdad es que la primera está lejos de su mejor momento vocal y la segunda, aunque mantiene poderío y es capaz de conseguir hermosos momentos musicales, parece que se vió un tanto lastrada por las circunstancias. En puridad, la que demostró estar en plenitud de sus facultades canoras es la soprano Amparo Navarro (Chelo), pues al tenor Enrique Ferrer (Juan Miguel) se le notó incómodo en el pasaje de la voz. Los personajes de graciosas, tres en esta zarzuela, fueron confiados a las veteranas Amelia Font (La Colombiana) y María José Suárez (La Venenosa). El tercer personaje lo interpretó Lara Chaves (Cuca). Las tres son presidiarias y las interpretaron notablemente bien. Diferente fue el tema de sus intervenciones cantadas. Interesante es el hecho de poder ver en escena a dos cantantes líricas tradicionales (Font y Suárez) en maridaje con una artista más afín al musical (Chaves). La frase “la mujer más bella” que dice Cuca nos permite constatar que aunque el caudal es menor que el de sus dos compañeras es “funcional” en una zarzuela como está, que desde su creación fue pensada en la tipología vocal que podría servirla en el futuro. Estupenda, sin fisuras, la actriz Gurutze Beitia (Mercedes) que ha hecho una creación del personaje de la corrupta inspectora de prisiones. Boris Izaguirre participa como el presentador televisivo de Eurovisión, en una versión muy comedida de él mismo.
Daniel Bianco, en su condición de comitente, ha logrado crear un “dream team” mediático capaz de atraer la atención de un público ajeno al género, que beneficia de la obra de estreno. El resultado podrá ir por mejores o peores derroteros, pero eso ya es otra cuestión. Ojalá que él haya rematado la faena dejando atado cabos que lleven a Trato de favor a otros teatros, como son el Campoamor de Oviedo y el Maestranza de Sevilla, en los que las producciones de esta casa suelen tener cabida. Trato de favor es una de las posibles vías por las que el género podría tener un presente y futuro vivo. En estos ocho años de gestión, Bianco ha ensanchado un poco la huella de lo que es zarzuela, hacia atrás (presentando títulos del período barroco, cuando nació el género) y hacia los lados (esas obras “olvidadas” o compositores poco frecuentados) y siempre apuntó hacia adelante. En mi opinión, con Trato de favor, a pesar de los “peros” que podamos encontrar, ha dado un paso firme hacia el horizonte, intentando sacar a la zarzuela del museo en el que, todos, hemos dejado que se convierta.
Madrid (Teatro de la Zarzuela), 29 de abril de 2023 Trato de favor
Música: Lucas Vidal. Libreto: Boris Izaguirre.
Dirección musical: Andrés Salado. Dirección de escena: Emilio Sagi
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Dirección del coro: Antonio Fauró.
Elenco: Ainhoa Arteta, Nancy Fabiola Herrera, Enrique Ferrer, Amparo Navarro, Amelia Font, María José Suárez, Gurutze Beitia, Lara Chaves y Boris Izaguirre.