Crítica: «Turandot» en el Teatro alla Scala de Milán

Por Bernardo Gaitán Crítica: «Turandot» Scala Milán
En el inicio de la segunda década del siglo pasado, Giacomo Puccini era el compositor vivo más reconocido, exitoso, acaudalado y representado del mundo. Sin embargo, el maestro tenía un gran vicio: era un ávido fumador y este hábito le pasó factura. Tras visitar al médico por una incesante tos, recibió el devastador diagnóstico de un tumor inoperable en la garganta. Más allá de la terrible noticia, lo que más lo frustraba era tener que detener el proceso creativo de Turandot, una obra que había tenido en mente durante casi una década y que finalmente estaba cerca de ver la luz. Puccini fue aconsejado para ir a Bruselas y probar una cura experimental con radio. El 24 de noviembre de 1924, el músico fue sometido a una operación quirúrgica de tres horas. Aunque la operación se consideró un éxito total, Puccini murió cinco días después en la capital belga, a los 65 años, tras sufrir una hemorragia interna.
Por consecuencia, Turandot quedó inconclusa, ya que Puccini murió justo antes de comenzar a escribir el tan ansiado dueto final. De las dos últimas escenas, solo dejó un boceto musical discontinuo. Por ello, se decidió que la ópera fuera completada por el compositor Franco Alfano, bajo la supervisión de Arturo Toscanini. Este célebre director de orquesta, además de ser íntimo amigo de Puccini, conocía perfectamente el estilo del compositor toscano y lo que tenía en mente. Esa amistad y admiración por el maestro de Lucca provocó la inmortal anécdota de la noche del 25 de abril de 1926 en el Teatro alla Scala. El estreno mundial de Turandot se realizaba un año y medio después de la muerte de Puccini. Toscanini dirigió con normalidad la función, pero al terminar la procesión fúnebre que sigue a la muerte de Liù, interrumpió la interpretación en la última nota escrita por Puccini y pronunció la famosa frase: «Aquí termina la función esta noche, porque en este momento el Maestro ha muerto». Naturalmente, la versión de Alfano se representó a partir de la segunda función y continúa vigente hasta el día de hoy. Pocas veces se realiza la «versión de Toscanini», es decir, aquella que termina la ópera tras la frase “Liù, dolcezza, dormi! Oblia! Liù! Poesia!”.
Una escena de «Turandot» en la puesta en escena de Davide Livermore / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala
Para conmemorar en 2024 el centenario de la muerte de Puccini, el Teatro alla Scala, junto con la mente creativa de Davide Livermore, proponen una bellísima reminiscencia al gesto de Toscanini en aquella noche del estreno mundial de Turandot. Tras el misterioso y fúnebre Mi bemol agudo de la flauta piccolo, la escena se detiene y sobre la luna se proyecta la icónica fotografía del compositor con una frase que dice “aquí murió Giacomo Puccini” mientras todo el público y los intérpretes sobre el escenario encendimos una vela electrónica, repartida antes del inicio del tercer acto. La oscuridad del emblemático teatro es penetrada humildemente por la débil luz de las velas esparcidas en la platea y sobre el escenario en un mar de aplausos al eximio músico toscano.
La versión de Livermore fue una mezcla entre una China rústica actual y un espacio onírico y minimalista que funciona muy bien escénicamente. Propone la China real del 1920 sin los estereotipos de magnas producciones tipo Zeffirelli, opta por un ‘verismo escénico’. El primer acto pareciera estar situado en un barrio rural de periferia de una ciudad china y no en el suntuoso palacio de Turandot que tenemos en mente. Los actos finales en cambio, suceden en una caja negra con poquísimos elementos escenográficos propuestos por Eleonora Peronetti, Paolo Gep Cucco y el mismo Livermore. Un caballo y aves que vuelan, aportan ese toque de fábula que indica Puccini en el libreto. Los elegantes e imperiales vestuarios de Mariana Fracasso, el diseño de iluminación de Antonio Castro y el de videos de D-Wok refuerzan la idea del regista turinés.
Anna Netrebko como «Turandot» / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala
El rol epónimo le fue encomendado a Anna Netrebko, quien tiene el personaje perfectamente estudiado y con una sólida experiencia al interpretarlo. La mediática soprano rusa confirmó ser una artista excepcional por su innato carisma escénico, pues encarna primero una princesa altiva y caprichosa para transformarse física y vocalmente en una mujer enamorada. Una notoria mejoría en su técnica vocal también es incuestionable, ya que sus sobreagudos ahora son sonoros y atrayentes, no son tipludos o engolados como hace un lustro. En el tan codiciado rol de Calaf, originalmente estaba previsto Roberto Alagna pero desafortunadamente canceló su participación “por motivos de salud”. Para sustituir al tenor francés se le pidió a Yusif Eyvazov hacer una función más, pues compartía ya la marquesina con Alagna; mientras para las últimas dos funciones fue requerida la presencia de Brian Jagde, a quien vimos recientemente en la Cavalleria Rusticana. El tenor estadounidense, a pesar del poco preaviso que tuvo para aprender la escena (el rol lo tiene en repertorio desde hace unos cinco años), lo hizo sumamente bien. Jagde es poseedor de una voz potente y elegante. El único detalle a mejorar sería cuidar la pronunciación italiana, pues eventuales inflexiones anglófonas lo delatan.
Excelente y exquisita fue la interpretación de Rosa Feola como Liù. Su impresionante flexibilidad, aunada a la belleza del color de su voz, la confirman como una de las mejores sopranos de la actualidad. El filado in crescendo en el sobreagudo del «Signore ascolta» es espectacular, así como las inmaculadas dinámicas que propone con una encomiable línea de canto. Las tres máscaras, confiadas a cantantes orientales, fueron solventes y dinámicas. Chuan Wang (Pang) y Jinxu Xiahou (Pong) fueron de gran apoyo para el lucimiento de Sung-Hwan Damien Park (Ping), quien posee un agraciado registro central. Una grata sorpresa fue ver al legendario tenor argentino Raúl Giménez como Altoum, mientras el bajo ucraniano Vitalij Kowaljow ofreció un Timur refinado con ricos armónicos en el registro central y grave. A la dirección de la Orquesta del Teatro alla Scala, Michele Gamba ofreció una interpretación vigorosa y muy estudiada de la partitura rica en dinámicas y tempi ingeniosos. Favoreció igualmente tanto la potencia sonora de la orquesta como el lucimiento de los cantantes y del coro, gallardamente dirigido por Alberto Malazzi.
Una escena de la muerte de Liù (Rosa Feola) / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala
Turandot es un título muy esperado por el público. El día que salieron los boletos a la venta, con más de seis meses de anticipación, en menos de 3 minutos se colgó el «sold out» para todas las localidades de las 7 funciones. Crítica: «Turandot» Scala Milán
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Milán (Teatro alla Scala), 12 de julio de 2024.        Turandot  Música de G. Puccini y libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni.
Director musical: Michele Gamba.
Director de coro: Alberto Malazzi. Orquesta y coro del Teatro alla Scala.
Dirección escénica: Davide Livermore.
Escenografía: Eleonora Peronetti, Paolo Gep Cucco, Davide Livermore.
Vestuario: Mariana Fracasso. Iluminación: Antonio Castro. Vídeos: D-Wok.
ELENCO: Anna Netrebko, Brian Jadge, Rosa Feola, Vitaly Kowaljow, Sung-Hwan Damien, Chuan Wang, Jinxu Xiahou, Adriano Gramigni, Raúl Giménez, Silvia Spruzzola, Vittoria Vimercati, Haiyang Guo. OW