Crítica: ‘Turandot’ en el Teatro Real

Por María Pardo

Nessun si muova!

Aunque tardó 72 años en poder ser vista en el Teatro Real desde su estreno en la Scala de Milán en 1926, Turandot se ha hecho “habitual” en el coliseo madrileño. La producción que ahora nos ocupa, firmada por Robert Wilson, se estrenó en 2018 y vuelve a contar con la dirección musical de Nicola Luisotti. Debido a que se espera una gran afluencia de público, habrá diecisiete funciones; aún hay margen para comprar entradas si no se la quieren perder. Ahora, no esperen un dechado de emociones, pueden dejarse los pañuelos en casa porque es probable que no echen ni una lágrima, y si no conocen la obra, léanse antes el argumento para entender lo que van a ver y vengan con la siesta echada porque corren el riesgo de dormirse si no se centran solo en la música.

 Germán Olvera (Ping), Moisés Marín (Pang), Mikeldi Atxalandabaso (Pong) y Jorge de León (Calaf) / Foto: © Javier del Real
Germán Olvera (Ping), Moisés Marín (Pang), Mikeldi Atxalandabaso (Pong) y Jorge de León (Calaf) / Foto: © Javier del Real

La dirección escénica de Robert Wilson, según se mire, puede ser decepcionante o impresionante. Si se valora desde el punto de vista estético, consigue con la iluminación, que también firma él, efectos de gran belleza y sobriedad que quedan perfectos en una fotografía (y que recuerdan sobremanera a la estética de la saga de Star Wars, ­–todos tenemos en nuestra memoria la imagen de la princesa Amidala al ver a Turandot, por ejemplo). Su propuesta escénica es un desfile de imágenes en la que la principal acción corre, fundamentalmente, a manos de la luz que se convierte en un personaje que se impone a los protagonistas legítimos y que puede terminar aburriendo al espectador que busca conmoverse con la fuerza expresiva que siempre contienen las óperas puccinianas. Por otro lado, el elenco tiene que someterse a un hieratismo sofocante en muchos casos. Todo el movimiento queda atrapado obsesivamente en las cabezas de Ping, Pang, Pong que remedan marionetas o muñecos tipo Funkos. En una coreografía sinfín, los tres ministros imperiales comienzan o acaban sus frases con un saltito o una retahíla de aspavientos, pautas harto difíciles para los intérpretes. Este efecto puede comenzar siendo curioso, pero termina distrayendo la atención del público en detrimento de los otros cantantes y de la acción principal, llegando incluso a resultar irritante.

Desde el punto de vista escénico, la de Wilson es una versión castrante, en la que los protagonistas se ven privados de cualquier reacción emotiva, no solo porque están sujetos a la no-acción en un solo plano, sino porque se dirigen exclusivamente al público, como si no hubiera interacción entre ellos. Wilson, en su propuesta, quizás no pretenda negar la reacción emocional o participativa en la escucha del personaje interlocutor en los diálogos del libreto, pero el resultado es que despoja a los personajes de toda la fuerza expresiva que caracteriza una comunicación neurotípica, dejándolos en una situación de incompetencia expresiva. El personaje y sus circunstancias quedan reducidos a una mera anécdota, su mensaje va vacío de contenido, todo queda supeditado al efecto estético.

Plano general con Jorge de León (Calaf), Salomé Jicia (Liù) y Adam Palka (Timur) / Foto: © Javier del Real
Plano general con Jorge de León (Calaf), Salomé Jicia (Liù) y Adam Palka (Timur) / Foto: © Javier del Real

Nada que objetar a la dirección musical de Nicola Luisotti frente a la Orquesta Titular del Teatro Real. Logra un equilibrio vivificante de todas las armonías propuestas por Puccini: es pulcro, preciso, apasionado y atento al diálogo con los cantantes. Resulta impactante sobre todo en las intervenciones con el Coro Titular del Teatro Real que, como siempre y gracias a la labor de su director saliente Andrés Máspero, hace gala de un empaste excelente en todas sus apariciones. De hecho, lo que más puede disfrutarse en la mayor parte de la ópera es la conjugación de sonidos, armonías y ritmos que se da entre el Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la JORCAM, también estupendos. Crítica: ‘Turandot» Teatro Real

Anna Pirozzi, como Turandot, se acoge a la frialdad escénica para reforzar su distancia con el amor. Esto funciona en el segundo acto, aunque en el tercero, sobre todo en el dúo, la desconexión con las emociones que promueve Wilson pasa factura y empobrece el resultado. Vocalmente la soprano italiana es intensa, precisa y su fuerza llega por encima del coro y de la orquesta. Su squillo es elegante y lo suficientemente reposado como para permitir que los armónicos del resto de sus registros sigan sonando con proyección y cuerpo. Sin embargo, el tenor Jorge de León, como Calaf, de centro bello e interesante, ejecutó unos agudos forzados que perdían frescura. Sus fraseos correctos se desvigorizaban, probablemente, al no encontrar en sus propias frases el calor del propósito. Tampoco le ayudó la consigna de mantenerse como un objeto que ha de contenerlo todo en su discurso cuando no hay nadie en su entorno con qué justificarlo, salvo otros personajes/objeto. Que el descanso de los 25 minutos se realizara justo antes de la famosa aria “Nessun Dorma” dio lugar a un aplauso de compromiso por parte de un público que volvía frío y desconectado a sus butacas.

Plano general con Jorge de León (Calaf), Salomé Jicia (Liù) y Adam Palka (Timur) / Foto: © Javier del Real
Plano general con Jorge de León (Calaf), Salomé Jicia (Liù) y Adam Palka (Timur) / Foto: © Javier del Real

El tenor Vicenç Esteve, como el Emperador Altoum, también pudo beneficiarse del distanciamiento social, pues junto a su hija Turandot, niegan ser humanos y huyen de sus “debilidades”. Su aparición desde lo alto fue uno de los mensajes abstractos bien construidos de Wilson. Vocalmente fue contundente, redondo y autoritario, tanto que justificaba su virtud y su lugar. El bajo Adam Palka, como Timur, también fue uno de los favoritos, aunque no quedaba clara la situación de indefensión ni de ceguera en su ejecución desde los preceptos de Wilson. Su voz oscura y bien proyectada logró dar sentido a su personaje/objeto. Confusa también la relación de dependencia de su esclava Liú, interpretada con entrega por la soprano Salome Jicia, haciendo alarde de bellos fraseos que incluían hermosos pianos en los compases designados para ello.

Los tres ministros destacaron por su compleja y exigente manera de moverse para simular ser muñecos. Sus tareas escénicas favorecían su expresividad vocal, aunque el continuo movimiento de sus cabezas debía dificultar su labor vocal. El barítono German Olvera como Ping destacó en sus partes por su voz de color franco. El tenor Moisés Marín como Pang fue correcto y encajó perfectamente con sus compañeros. La labor del tenor Mikeldi Atxalandabaso como Pong fue esmerada tanto vocal como actoralmente. Los tres se mantuvieron perfectamente empastados y alineados en sus intervenciones.

Anna Pirozzi (Turandot) / Foto: @ Javier del Real
Anna Pirozzi (Turandot) / Foto: @ Javier del Real

El barítono Gerardo Bullón como Mandarín aportó con su color de voz noble y directo un inicio de la ópera potente y lleno de fuerza. Correctas y precisas las intervenciones de las sopranos Legipsy Álvarez y Ana Mª Fernández como primera doncella y doncella respectivamente, así como la desgarrada y expresiva voz del Príncipe de Persia, interpretado por el tenor  David Romero, al invocar el nombre de Turandot antes de ser decapitado. Crítica: ‘Turandot» Teatro Real

Y de aquellos mimbres, estos cestos: asistimos a una Turandot que, en nombre de lo conceptual y abstracto, donde prima lo horizontal y lo vertical, elimina de un plumazo la dimensión emocional de lo humano. La última creación de Puccini queda reducida a una música fabulosa acompañada de unas postales muy bonitas. Es muy probable que Puccini, aunque apunten en el programa de mano que afirmó (quizás para intentar justificar esta propuesta escénica): “Quisiera que en Turandot se eliminase el maquillaje del sentimentalismo y de la sensiblería fácil”, hubiera escrito la ópera de otra manera de haber pretendido una sucesión de arias en modo recital.

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3 de julio de 2023, Madrid (Teatro Real) Turandot, drama lírico en tres actos. Música: Giacomo Puccini (1858-1924) (dúo y la escena finales compuestos por Franco Alfano sobre los apuntes de Giacomo Puccini). Libreto: Giuseppe Adami y Renato Simoni, basado en la fábula homónima de Carlo Gozzi.

Estrenada en el Teatro alla Scala de Milán el 25 de abril de 1926 estrenada en el Teatro Real el 14 de febrero de 1998

Producción del Teatro Real, en coproducción con el Teatro Nacional de Lituania, la Canadian Opera Company de Toronto, la Houston Grand Opera y la Opéra National de París

Equipo Artístico. Director musical: Nicola Luisotti. Director de escena, escenógrafo e iluminador: Robert Wilson. Figurinista: Jacques Reynaud. Director del Coro Titular del Teatro Real: Andrés Máspero. Directora de los Pequeños Cantores de la JORCAM: Ana González.

Reparto. Anna Pirozzi, Vicenç Esteve, Adam Palka, Jorge de León, Salome Jicia, Germán Olvera, Moisés Marín, Mikeldi Atxalandabaso, Gerardo Bullón, Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la JORCAM.

OW