Por Bernardo Gaitán
En 1774 se publicó “Die Leiden des jungen Werthers”, una novela del hasta entonces desconocido escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe. Traducida al español como «Las cuitas del joven Werther» o, más recientemente, «Las penas del joven Werther», esta obra se convirtió en un hito de la literatura universal. Es considerada el inicio del periodo romántico y uno de los mejores exponentes del movimiento Sturm und Drang. La novela epistolar relata la historia de Werther, un joven que escribe cartas a su amigo Wilhelm sobre su amor obsesivo por Lotte, quien lo rechaza para casarse con otro hombre tras haberlo prometido a su moribunda madre. Crítica: «Werther» Scala Milán

La trama, creada por un joven Goethe de 25 años, es evidentemente autobiográfica; la similitud entre su vida personal y la novela es irrefutable. En junio de 1772, Goethe y un amigo asistieron a un baile donde el escritor conoció a una joven llamada Charlotte Buff y a su prometido, Johann Christian Kestner, mucho mayor que ella. Goethe se enamoró instantáneamente de Charlotte y la cortejó durante algunas semanas. Ella fue honesta con Goethe y le dijo que no había esperanza de una relación. A pesar del rechazo, mantuvieron una amistad hasta que Goethe dejó la ciudad. Este episodio indudablemente sirvió como base para estructurar la novela, que, una vez publicada en Alemania, se convirtió en un bestseller. El éxito de la novela, paradójicamente, se transformó en un gran problema social. Pues en enero de 1775, comenzó una ola de suicidios por amor inspirados en el héroe romántico. Estos casos continuaron durante varios años, convirtiéndose en un fenómeno posteriormente muy estudiado y difundido por toda Europa.
Apasionado por la intensidad de la trama y por la ola de muertes al más puro estilo romántico, Jules Massenet comenzó a musicalizarla en 1885. Antes de él, otros musicalizaron la novela, como Gaetano Pugnani en 1790, Rodolphe Kreutzer en 1792 y Vincenzo Pucitta en 1802, pero ninguno logró gran éxito. La primera representación del Werther de Massenet tuvo lugar el 16 de febrero de 1892 en la Wiener Staatsoper, con un libreto en alemán de Max Kalbeck, obteniendo un éxito moderado. Meses más tarde, el 27 de diciembre del mismo año, vio la luz en el Grand Théâtre de Ginebra la versión en francés que conocemos hoy. En el Teatro alla Scala, la última presentación de Werther data de 1980, con Georges Prêtre en el podio y Alfredo Kraus en el rol epónimo. Por esta razón, se decidió abordar una nueva versión para este 2024.

La dirección escénica le fue encomendada a de Christof Loy, quien centró su propuesta más en los mecanismos interpersonales y aspectos psicológicos de los personajes que en la coherencia narrativa del libreto. Buscó siempre un enfoque íntimo en los protagonistas, lo cual respeta profundamente la visión del compositor. Por su parte, la elegante pero pobre escenografía de Johannes Leiacker no satisface plenamente. Propone una gran pared en tonos claros con solo una puerta corrediza central que permite al público entrever lo que sucede en el interior de la casa; por ende, deja al espectador la tarea de imaginar los detalles que faltan del libreto. Sin embargo, esta solución escénica -claramente minimalista- no funciona del todo. Goethe dedica muchas páginas en su novela a describir a Werther como un amante de la naturaleza y los bosques alemanes que rodean la casa de Charlotte, la cual también está muy bien descrita. Pero la escenografía de Leiacker omite literalmente todo, salvo una mesa, un par de sillas y una decena de libros arrumbados en el suelo. Otro gravísimo error por parte del regista alemán, es que al colocar todas los actos dentro de la casa de Charlotte, la escena del suicidio pierde completamente contexto. Pues Werther va al estudio de la casa, y tras un par de disparos (claramente audibles, a diferencia de lo que pide Massenet) regresa caminando al gran salón para una patética escena mortal. La ausencia de una cama, o al menos de un sofá, obliga a Werther a caer al suelo y levantarse continuamente mientras deambula moribundo por el escenario, comprometiendo la intimidad e intensidad que requiere la terrible escena final.

En el foso, Alain Altinoglu realizó su debut en el teatro con una batuta objetiva y analítica. Por momentos demasiado contenido e incluso frio (con la ópera francesa se puede jugar mucho más con las dinámicas); pero en general tuvo grandes momentos de soltura y dinamismo al frente de la orquesta del teatro. Su concertación combinaba elegancia y poeticidad sin caer en la exageración, aunque por momentos no lograba contener a la orquesta y cubría los agudos de los cantantes.
De un teatro de alta calidad como lo es La Scala, el rol protagónico no se le podía delegar a otro tenor que no fuera Benjamin Bernheim, considerado el mejor tenor francófono contemporáneo. El cantante realizó una actuación notable como Werther. Sus extraordinarias dotes técnicas le permitieron cumplir con creces el difícil personaje. Con un registro vocal amplio, educado y refinado; sorprendió por la potencia y belleza en los sobreagudos así como por su envidiable fraseo e inmaculada pronunciación. Su esperada interpretación de «Pourquoi me réveiller» desató la única ola de aplausos en la función, y al caer el telón una ovación de pie confirmó al tenor parisino como un extraordinario interprete del rol.

Otra grata sorpresa fue Victoria Karkacheva, quien debutaba el papel de Charlotte en La Scala. La mezzosoprano rusa ofreció una mujer prisionera de los convencionalismos de la época pero siempre aristocrática y elegante; una personalidad que coloreaba con un hermoso timbre vocal. Sin embargo, su difícil dicción francesa comprometió parcialmente los duetos con el protagonista. Igualmente inesperada fue la Sophie de la soprano italiana Francesca Pia Vitale, quien combinando gracia, ligereza y una vocalidad deslumbrante, demostró una notable capacidad interpretativa. Por su parte Jean-Sébastien Bou hizo una actuación decorosa como Albert, aunque a veces tuvo problemas con la emisión en la zona aguda. La actuación del barítono francés mostró una sorprendente evolución de un marido amoroso e ingenuo a un hombre oscuramente celoso y desesperado para el final de la ópera.
Armando Noguera fue un Bailli brusco y convincente, mientras Rodolphe Briand (Schmidt) y Enric Martínez-Castignani (Johann) entretuvieron al público con la animada «Chanson à boire». Elisa Verzier completó el elenco en el papel de Kätchen y Pierluigi D’Aloia interpretó a un Bruhlmann desesperado y borracho. Mención aparte requieren les enfants: Niccolò Vittorio Villa, Alessandro Malgeri, Alberto Tibaldi, Lorenzo De Gaspari, Sofia Dazio y Cecilia Menegatti, pertenecientes al Coro de Voces Blancas de la academia del teatro, dirigidos por Bruno Casoni, quienes interpretaron los alegres coros navideños perfectamente bien afinados, recibiendo grandes aplausos por su aporte. En general, el elenco recibió un cálido reconocimiento por parte del público.
———————————————————————————–
27 de junio de 2024, Milán (Teatro alla Scala) Werther
Nueva producción.
Director musical: Alain Altinoglu; Orquesta del Teatro alla Scala.
Coro de niños de la Academia del Teatro alla Scala. Director: Bruno Casoni.
Dirección escènica y coreografìa: Christof Loy.
Escenografìa: Johannes Leiacker. Vestuario: Robby Duiveman. Iluminaciòn: Roland Edrich.
ELENCO: Benjamin Bernheim, Victoria Karkacheva, Jean Sébastien Bou, Francesca Pia Vitale, Armando Noguera, Rodolphe Briand, Enric Martínez-Castignani, Elisa Verzier, Pierluigi D’Aloia, Niccolò Vittorio Villa, Alessandro Malgeri, Alberto Tibaldi, Lorenzo De Gaspari, Sofia Dazio, Cecilia Menegatti. OW