La presentación en el Teatro de La Zarzuela de Madrid de la obre de Chapí Curro Vargas puede considerarse como un estreno en tiempo modernos. Hace 30 años ya se pudo ver esta zarzuela-ópera pero con unos cortes de una hora, habiendo suprimido entonces todos los números cómicos y algo más.
Se trata de una partitura muy peculiar y difícil. Con una duración de cuatro horas, incluidos dos intermedios de 20 minutos. Una importante orquesta, coro, ballet, banda de música , escolanía y seis solistas no es lo habitual en este tipo de espectáculos. Música densa en la que aparecen en algunos momentos –la obertura inicial, el primer coro y algún momento del número madrileño del tercer acto- el Chapí divertido y castizo. En general no estamos ante una obra maestra. Tiene partes excepcionales –los solos de ambos protagonistas, dos dúos y el final- junto a otras de menor importancia.
La escritura vocal es endemoniada. Al tenor lo mantiene casi siempre en la zona alta y la soprano tiene que bajar a la parte grave de forma inclemente.
El primer reparto elegido tuvo calidad más que suficiente. Andeka Gorrotxategi como protagonista mantuvo una línea de canto uniforme; bello timbre en el centro que quedaba deslucido atrás al pasar a las notas agudas, siendo muy brillante en los sobreagudos. La soprano Saioa Hernández canto de forma expresiva, musical y entrega el rol de Soledad. Lo mismo puede decirse de Joan Martín Royo como Don Mariano y de Luis Alvarez como sacerdote.
Chapí se preocupó de dar a los principales secundarios una parte de lucimiento. Milagros Martín –qué alegría verla en su casa! 30 años en La Zarzuela-, Ruth Gonzalez, Aurora Frías, Gerardo Bullón como el capitán Velasco, Juan Manuel Padrón. Muy bien cantado y actuado el rol de Timoteo por Israel Lozano. El bajo canario Airam de Acosta le tocó una intervención solista al final que resolvió muy aceptablemente a pesar de que no se le entendía demasiado. Porque fue llamativo, por no habitual, que a todos los cantantes se les entendiera perfectamente. Todos ellos realizaron en trabajo magnífico en lo actoral; hay que tener en cuenta las largas partes habladas, y en verso.
La dirección escénica corrió a cargo del Graham Vick que creó un espectáculo globalmente espléndido, con sentido de la narración y brillante. El difícil primer acto lo resolvió de forma bastante conceptual pero eficaz. Un giratorio que facilitó los cambios y unos decorados sencillos y coloristas. Sin embargo este gran director de escena cae siempre que aborda una ópera -o zarzuela- de tema español en ciertos tópicos. En esta ocasión vuelve a aparecer de manera exagerada la Semana Santa que está fuera de contexto en cuanto que la procesión y fiesta que se celebra es la típica de un pueblo dedicada a su patrona la Virgen.
El coro de la zarzuela comenzó con bastantes desajustes que se fueron corrigiendo a lo largo de sus abundantes intervenciones.
El maestro Guillermo García Calvo llevó los conjuntos con mano firme y musicalidad, si bien se le fue de la mano el volumen de la orquesta que llegó a tapar algunas voces. La Orquesta de la Comunidad de Madrid sonó bastante bien, cosa que ocurre siempre que la dirige un gran maestro, a pesar de los desajustes en la parte de los metales.
La sala estaba llena de críticos de todos los medios, gente del mundo del teatro y la literatura, autoridades, compositores y cantantes. El éxito fue total con aplausos a varios números y al final bravos generales.
Francisco García-Rosado