
Del genio musical de Daniel Barenboim y la sabiduría teatral de Patrice Chéreau nació en 2007 un Tristán e Isolda de Richard Wagner que se convirtió en leyenda. Considerada punto de partida para muchas versiones posteriores y también meta artística por cuantos se acercaron al título desde la dirección, la propuesta que Chéreau y Barenboim ensamblaron en la Scala de Milan se sigue revisitando tanto por profesionales como por aficionados a la ópera.
Pero, ¿cómo llegaron a coincidir los dos directores en Milán? ¿Cómo se desarrolló esa conjunción de genios y personalidades? ¿Qué concesiones se hicieron, qué ideas se rechazaron? ¿Fue acaso aquel Tristán incontestable el Tristán definitivo? ¿Cómo deberían los directores de orquesta y escena abordar la producción operística?
Todas estas y muchas otras cuestiones se suscitan en el libro Daniel Barenboim, Patrice Chéreau. Diálogos sobre música y teatro: «Tristán e Isolda», publicado por Acantilado (2018). El libro es fruto de las conversaciones y entrevistas que el entonces coordinador artístico de la Scala, el costarricense Gastón Fournier-Facio, mantuvo con ambos directores durante los ensayos y las primeras representaciones en Milán. Tanto por separado como juntos, los dos maestros aportaron suficiente material para ser recogido en este libro, que hoy nos llega a modo de conversación entre ellos. Chéreau y Barenboim enfrentan en este volumen sus visiones de la partitura y el libreto, profundizando en el sentido del argumento y la música, en la importancia del texto y la interpretación escénica y musical.
Tanto si son conocedores de la obra de Richard Wagner como si aún no se han acercado a su monumental Tristán e Isolda, los lectores pueden disfrutar con este texto, pensado para recrear la naturalidad y la frescura de una charla sincera entre dos compañeros y amigos. Así, Patrice y Daniel se interrumpen, se rebaten y en ocasiones se retan, lo que produce una fecunda dialéctica que inspira y entretiene.
De esta manera, no solo conocemos las técnicas de preparación y estudio con los músicos y cantantes, los ensayos, las ideas que se prueban y se desechan, las que son fruto de una estrategia sedimentada tras horas de análisis y las que nacen en un rapto de genialidad; sino que nos vemos envueltos en un sugerente intercambio filosófico-artístico, siempre didáctico y accesible.
Pocos planes se antojan más apetecibles que pasar unas horas en compañía de estos dos gigantes de la ópera y aprender un poco de su mirada, de la propia obra de Richard Wagner y, quién sabe, quizá también algo acerca de nosotros mismos.
Carlos Javier Lopez