Das Lievesverbot. Wagner. Perelada

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Iglesia del Carmen 4 Agosto 2013.

La Prohibición de Amar, también conocida como La Novicia de Palermo, es la primera ópera que consiguió estrenar Richard Wagner, aunque no es la primera que compuso, ya que Die Feen (Las Hadas) nunca llegó a ser estrenada en vida del compositor. El estreno de la ópera que nos ocupa tuvo lugar en Magdeburgo en 1836 y fue un rotundo fracaso hasta el punto de que se retiró del cartel tras el estreno. Pocas han sido las ocasiones en que se ha repuesto con posterioridad y entre ellas habría que señalar la más exitosa de todas ellas, que es la que dirigió Wolfgang Sawallisch en Munich en 1983 con motivo de la celebración del primer centenario de la muerte del compositor. Parece que el segundo centenario del nacimiento de Richard Wagner ha hecho a más de un teatro volver la vista a estas óperas de juventud. Si hace un mes se representó, aunque en forma de concierto, en el Palacio de Deportes de Bayreuth, ahora el Festival de Perelada ha tomado la decisión de ofrecerla en lo que representa el estreno absoluto de la ópera en España.

Das Liebesverbot es una ópera cómica, que sigue la tradición de la ópera francesa e italiana de su tiempo, aunque de pronto aparecen motivos que apuntan al Wagner de madurez. Cualquier aficionado es capaz de identificar algunos pasajes que recuerdan a Tannhäuser e incluso a Tristán. Sin pretender entrar en comparaciones con la gran obra wagneriana de madurez, se trata de una ópera agradable, bien hecha, que no merece haber caído en el olvido más absoluto. Para mí su mayor problema radica, como en tantas otras óperas de Wagner, en el libreto, escrito como siempre por el propio compositor. La ópera original tiene más de 4 horas de música. Sawallisch y Ponnelle, en la ocasión apuntada antes de Munich, tomaron la buena decisión de hacer cortes y dejar su duración reducida a 2 horas y 35 minutos. La que se ha ofrecido en Perelada, a la que me referiré a continuación, ha incluido nuevos cortes adicionales, que la han dejado por debajo de las 2 horas de duración. Se pierde música y se gana en agilidad.

Así pues la versión que ha ofrecido el festival de Perelada es una versión recortada de la ópera y no solamente por su duración, sino también por la orquestación, habiéndose ofrecido la reducida para orquesta de cámara que hiciera Frank Böhme para las representaciones del Festival de Jóvenes de Artistas de Bayreuth en el año 2005. Aquí la orquesta no ha pasado de 12 componentes, lo que resulta bastante adecuado para el pequeño espacio en el que se ha desarrollado la representación, que era la Iglesia del Carmen en el castillo de Perelada, utilizándose la nave como espacio escénico, colocándose gradas a los lados, con la orquesta en la parte del altar. El espacio, como puede fácilmente deducirse, es muy reducido, lo que hace que difícilmente esta versión orquestal y el reparto vocal puedan traspasarse a otros teatros.

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El espectáculo escénico se debe a Georgios Kapoglou y responde más a una versión semi escenificada que a una representación escénica propiamente dicha. No hay escenografía, sino un espacio en el que se mueven solistas y figurantes, y en el que apenas hay otra cosa que unas sillas y una mesa.. El vestuario responde a los años 70 y se debe Peter Sommerer, autor también de una sencilla iluminación. Lo que más destaca es la dirección escénica, ya que todo el grupo de jóvenes cantantes, coralistas y figurantes consiguen dar una gran vida al espectáculo. La ópera se hizo en alemán con diálogos en catalán

La dirección musical ha corrido a cargo del italiano Fausto Nardi al frente del Ensemble Orquestra de Cadaqués. Tanto el director como la orquesta cumplen con su cometido, aunque el sonido no sea particularmente brillante. No obstante, hay qu

decir que entre las direcciones musical y escéníca consiguen que la ópera no pierda interés en ningún momento. El Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana cumple bien con su cometido, al propio tiempo que prestan sus voces para todos los personajes secundarios de la ópera.

El reparto vocal estaba formado por jóvenes cantantes en su mayor parte, que resultan muy adecuados para las características reducidas de este espacio escénico, aunque difícilmente podrían trasladarse a un teatro grande, ya que las voces, salvo excepciones, eran de formato reducido, lo que poca importancia ha tenido en este caso. Lo que sí hay que destacar es la entrega de todos los cantantes a sus respectivos papeles.

La soprano catalana Julia Farrés-Llongueras fue una notable Isabella – la Novicia de Palermo -, que mostró una voz atractiva, aunque reducida, y buenas dosis de expresividad. La voz más importante del reparto era la del barítono Alex Sanmartí en el personaje de Friedrich. Este cantante no tiene problemas para hacerse oír en un teatro grande, como ya lo ha demostrado anteriormente tanto en el Liceu como en el Euskalduna. Tendría que intentar recoger su instrumento en más de una ocasión y ofrecer más matices y medias voces, ya que de la manera que canta puede resultar monótono.

Las otras féminas del reparto lo hicieron bien. Rocío Martínez fue una desenvuelta Dorella, cantando y actuando de manera destacada. La soprano argentina Mercedes Gancedo cantó con gusto el aria de Marianna en el segundo acto de la ópera.

David Alegret estuvo bien en la parte de Luzio, con su reducida voz de tenorino, bien manejada, como de costumbre. El otro tenor era Vicenç Esteve Madrid, que tuvo que bailar con la más fea, puesto que la parte de Claudio está erizada de dificultades, que las resolvió como pudo. Enric Martínez-Castignani estuvo bien en la parte de Brighella, el Jefe de la Policía.

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Los personajes secundarios fueron cubiertos por Marc Rendón (Pontio Pilato), Víctor Sordo (Antonio), David Pastor (Danieli) y Daniel Morales (Angelo).

La Iglesia del Carmen tiene un aforo de unas 350 personas, que estaría cubierto en un 90 %, aproximadamente. El público se mostró satisfecho con la representación y aplaudió con fuerza a todos los artistas.

La representación comenzó con 8 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 49 minutos, sin intermedios. Los aplausos finales se prolongaron durante 6 minutos.

El precio único de las localidades era de 65 euros.

José M. Irurzun