Das Rheingold en Berlín con un sorprendente Barenboim

Das Rheingold en Berlín con un sorprendente Barenboim
Das Rheingold en Berlín con un sorprendente Barenboim. Foto: M. Rittershaus

La temporada de ópera va llegando a su final y parece que Berlín la quiere acabar de manera brillante, ya que en los próximos diez días se puede asistir a un ciclo del Anillo del Nibelungo bajo la dirección de Barenboim, aparte del casi estreno de la ópera Juliette de Martinu y un muy interesante Tristán en la Deutsche Oper. Sin duda, un programa atractivo como despedida de la temporada.

Berlín suele ofrecer todos los años alguna Tetralogía y este año ha sido la Staatsoper la encargada de programarla en dos ciclos completos, que se desarrollarán durante este mes de Junio. Parece que la temporada próxima será la Deutsche Oper la que ofrecerá el conocido Anillo de Götz Friedrich. En cualquier caso, siempre es interesante asistir a representaciones de esta magna obra, cuando se cuenta con orquestas como las de esta ciudad y en esta ocasión además bajo la dirección de Daniel Barenboim.

Creo que todos los aficionados estarán de acuerdo conmigo en considerar que la pieza clave de cualquier Anillo es precisamente la figura del director. No es que los demás aspectos no tengan importancia, pero a mi parecer la primacía en el desarrollo de la obra wagneriana es del director. Hoy en día contamos con una serie de directores de primer nivel para las óperas de Wagner y entre ellos ocupa un destacado lugar la figura de Daniel Barenboim, quien, posiblemente, con Thielemann y Petrenko completa el gran podio de los directores wagnerianos de la actualidad.

Por tanto, comenzaré hablando de Daniel Barenboim, de quien tengo que decir que nos ha ofrecido una lectura del Oro del Rhin sorprendente y en cierto modo decepcionante.

Dos aspectos han primado en su versión. Por un lado ha ofrecido una lectura casi camerística y muy delicada de la partitura, que me resultó llamativa desde los primeros compases de la ópera y que no es el tipo de lectura que más me convence. El otro aspecto fue el de la premiosidad de su dirección, con tiempos excesivamente alargados y lentos. Bastará decir que su versión ha sido nada menos que 21 minutos más larga que la ofrecida por Kirill Petrenko el año pasado en Munich y solo comparable con la última versión de Valery Gergiev a la que pude asistir. Nada tengo contra los tiempos lentos de algunos directores y menos contra los de Daniel Barenboim, pero hace falta una gran profundidad por parte del director para no caer en el tedio y esto no siempre lo ha evitado Barenboim. La Staatskapelle Berlín fue la estupenda orquesta de todos conocida, que brilla de manera especial bajo la batuta de su director titular.

El espectáculo escénico es una reposición de la producción de Guy Cassiers, coproducción de la Staatsoper de Berlín y la Scala de Milán, que se estrenara hace ahora 6 años en este último teatro, cuando Barenboim era director musical de ambas instituciones. La producción nunca ha contado con el beneplácito del público y de la crítica y tenía interés en conocerla, ya que era la única que me faltaba de esta Tetralogía. La verdad es que me habría parecido decepcionante, si algo hubiera esperado de ella, lo que no era el caso. La escenografía se debe a Guy Cassiers y Enrico Bagnoli y ofrece prácticamente un escenario único con agua en el suelo, lo que parece adecuado para la escena del Rhin, pero no para todo el resto de la ópera. El vestuario de Tim Van Steenbergen mezcla épocas de manera un tanto gratuita, con Fricka y Freia vistiendo modelos como para asistir a una recepción en palacio en el siglo XIX, mientras los gigantes llevan trajes actuales y el resto se visten de manera un tanto grotesca. El ambiente de la producción es oscuro y la iluminación de Enrico Bagnoli no saca el partido debido. Hay proyecciones de videos en la pared del fondo, que no tienen mucho interés, resultando la coreografía de Sidi Larbi Cherkaoui la protagonista de la producción. Efectivamente, a partir de la escena del Rhin un grupo de unos diez bailarines está continuamente en escena acompañando a los cantantes y la verdad es que su continuo movimiento resulta superfluo y no sirve sino para distraer al espectador de lo que pasa en escena.

La dirección escénica de Guy Cassiers no ofrece nada de interés particular y su concepción de la obra resulta aburrida. La entrada de Fricka en escena cantando lo de Despierta, Wotan resulta absurda, ya que simplemente entra del brazo de su marido. La escena del Nibelheim resulta aburrida y las transformaciones de Alberich simplemente no existen. Ni dragón ni sapo. No recuerdo haber visto en el escenario ningún yelmo y el anillo no es sino un guante. La entrada de los dioses en el Walhalla casi no existe, ya que cuando se ataca esa maravillosa música los dioses ya no están en escena. Terminaré diciendo que algo pasó tras la aparición de Erda, ya que no había manera de que desapareciera del escenario, como si se hubiera estropeado el elevador. En resumen, una producción tediosa y sin interés, en el que la danza sobra.

En el personaje de Wotan estuvo siempre anunciado Michael Volle, quien finalmente canceló su actuación por razones para mí desconocidas, siendo sustituido por el barítono escocés Iain Paterson, quien no hizo sino que me lamentara de la cancelación del titular. Se trata de un barítono que funciona bien en personajes como Gunther, pero para Wotan le falta amplitud y autoridad. Sencillamente, un discreto Wotan, que volverá a serlo en el templo wagneriano de Bayreuth este verano, donde cada vez están más acostumbrados a ver cantar a medianías en sus festivales.

Das Rheingold en Berlín con un sorprendente Barenboim
Das Rheingold en Berlín con un sorprendente Barenboim. Foto: M. Rittershaus

Jochen Schmeckenbecher es un auténtico especialista en el rol del malvado Alberich, que lo ha cantado innumerables veces y en muchos teatros. Estamos ante un solvente intérprete del personaje, que cumple a la perfección, aunque no sea una voz excepcional.

El tenor Stephan Rügamer lo hizo de manera satisfactoria en la parte de Loge, que siempre se lleva las simpatías del público. La voz no es mucho más que la de una tenor característico, moviéndose bien en escena y dando un buen resultado en su interpretación.

Ekaterina Gubanova lo hizo bien en la parte de Fricka, aunque la encontré más corta de poderío que en otras ocasiones en el mismo personaje. La voz sigue siendo atractiva y es una buena cantante.

En cuanto a los Gigantes, hay que resaltar la presencia de Matti Salminen como Fasolt. A sus casi 71 años mantiene frescura en su instrumento y domina el personaje por todos los costados, cantando con una intención excepcional en todo momento. Fafner era Falk Struckmann, quien es más barítono que bajo y no pasó de cumplir con su cometido.

Anna Samuil estuvo bien en la parte de Freia, con una voz atractiva. Anna Larsson no es precisamente una contralto, pero dio misterio a su intervención como Erda. El tenor Simon O’Neill fue un lujo en la parte casi episódica de Froh y hoy será Siegmund en Walküre. Recuerdo mejores momentos en el pasado por parte de Roman Trekel, que cubrió la parte de Donner. Wolfgang Ablinger-Sperrhacke lo hizo bien en Mime.

Las Hijas del Rhin lo hicieron bien. Evelin Novak ofreció una voz atractiva en Woglinde. Lo mismo puede decirse de Anna Danik (Wellgunde) y de Anna Lapkovskaya en Flosshilde.

El teatro Schiller había agotado sus localidades y había numerosos carteles de Suche Karte a la entrada del recito. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores muestras de entusiasmo para Daniel Barenboim y su orquesta, además de para Matti Salminen.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 37 minutos. Ocho minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 110 euros, habiendo butacas de platea al precio de 58 euros. La entrada más barata costaba 37 euros.

José M. Irurzun