Uno de los grandes atractivos del Festival de este año era precisamente este Rosenkavalier, que contaba con la presencia en el podio de Kirill Petrenko y la de Anja Harteros como Marschallin. Casi como para justificar todo una Festival, que, por cierto, parece que se está celebrando en otoño más que en verano. Les diré que salíamos del teatro ayer noche a 11 grados.
El resultado de la representación ha vuelto a repetir el éxito al que nos tiene acostumbrados Munich tantas veces. A una excelente versión musical, se añade un reparto muy adecuado con una Mariscala excepcional, y una producción escénica de una gran belleza.
La producción de Munich lleva la firma de Otto Schenk, lo que no es sino auténtica garantía de belleza escénica, aparte de buen gusto. Esta producción se estrenó en este teatro en 1972, es decir hace ya 44 años. Desde entonces sus reposiciones nunca han faltado a la cita en Munich, como tampoco lo han hecho las otras dos producciones que hizo Otto Schenk de Rosenkavalier para Viena y Dusseldorf, que son muy similares y siguen gozando de buena salud, a juzgar por sus continuas reposiciones escénicas.
La escenografía y el vestuario son obra de Jürgen Rose y ambos son tan espectaculares y bellos como cabe esperar de este artista. Una bellísima habitación de la Mariscala en el primer acto, una espectacular mansión de Faninal en el segundo, que arrancó aplausos espontáneos del público al levantarse el telón, mientras que el tercer acto pierde bastante en belleza y espectacularidad. En la dirección escénica de Otto Schenk no hay relecturas, sino buen gusto y puesta permanente al servicio del texto y de la partitura. Donde menos me ha convencido la dirección de Otto Schenk ha sido en el tercer acto, en el que todo el juego de las máscaras me ha parecido excesivamente infantil. En cualquier caso, una producción del agrado del público, con el que cada vez cuentan menos los directores de escena y de los propios teatros. Muchos considerarán que estas producciones están anticuadas, pero yo no comparto esa idea. Lo bello nunca queda anticuado. Él día que retiren esta producción sería bueno que no la destruyeran y que se pudiera ver en algún museo de la ópera.
En las ocasiones anteriores en que había podido ver esta producción de Rosenkavalier en Munich el podio había estado ocupado por el muy solvente y prometedor Constantin Trinks. Sin embargo, en esta ocasión ha sido el titular musical del teatro, Kirill Petrenko, quien se ha ocupado de la dirección musical. Poco se puede decir de este gran director que no sea conocido por los buenos aficionados. Simplemente, les puedo decir que merece la pena venir a Munich por su presencia en el foso del teatro. Una vez más, su dirección ha sido estupenda, particularmente en el último acto de la ópera, donde ha alcanzado cotas al alcance de muy pocos. Sus tiempos han sido tan vivos como nos tiene acostumbrados. El único lunar que yo pondría a su dirección sería la de haber abusado de volumen durante la escena de amor de la Mariscala y Octavian durante el primer acto. A partir del Monólogo de la Marschallin, su dirección fue más controlada y pudimos disfrutar de una excelente versión musical. La Bayerische Staatsorchester es una formación espléndida siempre, pero a las órdenes de Kirill Petrenko es de las de no olvidar.
Aunque el personaje que da título a la ópera es el Conde Octavian, no me cabe duda de que el personaje más importante de la ópera es la Mariscala, especialmente cuando se cuenta con una intérprete excepcional. Como hace 5años, volvía Anja Harteros a encarnar este personaje. Entonces quedé impresionado por el dominio que tenía del rol, a pesar de que lo había debutado solamente un mes antes. No sabría decir si ahora lo hace mejor que entonces .Lo que sí puedo decir es que no se puede cantar mejor el personaje. Ella es la Mariscala, como si simplemente estuviera dando una lección de cómo hay que cantar e interpretar el personaje. No sé si la perfección existe en este mundo, pero Anja Harteros es un auténtico ejemplo de que la posibilidad existe. Su Marschallin no tiene parangón hoy en día, aunque hay muy buenas intérpretes del rol. La suya quedará para la historia. ¡Qué gran cantante es Anja Harteros!
Octavian fue interpretado por Daniela Sindram, que es una cantante a la que no falta sino algo más de glamour para ser una estrella en el mundo de la ópera. Como hace tres meses en Berlín, su actuación fue intachable. Lo que ocurre es que a su lado estaba una extra-terrestre.
Günther Groissböck fue un notable Barón Ochs. Reconozco que me costó entrar en su interpretación, ya que tenía que luchar con el recuerdo de los que le han precedido en el personaje en los últimos años. Me estoy refiriendo a Kurt Moll, Kurt Rydl y Peter Rose.
Los tres eran más maduros que Groissböck y con voces más amplias, de auténticos bajos. Gunther Groissböck es bastante más joven que lo que estamos acostumbrados en el personaje y es más bien un bajo–barítono que un auténtico bajo, al que le falta sonoridad en las notas abisales que cierran el segundo acto. Sin embargo, hace una interpretación digna de ser destacada tanto vocal como escénicamente y acaba por convencer.
Hanna-Elisabeth Müller fue una Sophie prácticamente perfecta, un auténtico lujo. Esta joven soprano es uno de los grandes activos de la Ópera de Munich y sus actuaciones son siempre estupendas.
Martin Gantner fue un muy adecuado Faninal, personaje que ha interpretado en muchísimas ocasiones y no tiene ningún secreto para él. El tenor coreano Yosep Kang tuvo una lucida actuación en la dificilísima aria del Tenor Italiano.
Adecuada la pareja de intrigantes formada por Ulrich Ress (Valzacchi) y Heike Grötzinger (Annina). Buena impresión la dejada por Miranda Keys en la parte de Marianne.
Huelga decir que el teatro colgó el cartel de No Hay Billetes. El público mostró su entusiasmo al final de la representación con todos los intérpretes, especialmente con Anja Harteros y Kirill Petrenko.
La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 4 horas y 25 minutos, incluyendo dos largos intermedios. Duración musical de 3 horas y 4 minutos, unos 10 minutos más rápida que lo habitual con otros directores, incluyendo a Christian Thielemann. Doce minutos de ovaciones y bravos.
El precio de la localidad más cara era de 193 euros, habiendo butacas de plata desde 117 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 64 euros.
José M. Irurzun