Des Simplicius, Simplicissimus Jugend. Hartmann. Berlín

Werkstatt del Teatro Schiller de Berlín. 2 Octubre 2014.

Este viaje a Alemania se inició con una rareza, la Dinorah de Giacomo Meyerbeer, y continúa con otra, ésta contemporánea, del compositor alemán Karl Amadeus Hartmann (1905 – 1963), uno de los músicos que tuvieron que sufrir las consecuencias de vivir en la Alemania nazi, aunque en su caso no por motivos raciales, sino políticos, ya que en los años 20 entró en el Partido Socialista y sus relaciones con el Partido Nazi fueron siempre tormentosas, habiendo sido prohibida su obra, aunque previamente él mismo se había negado a que la misma fuera interpretada en la Alemania nazi, teniendo lugar sus estrenos en Viena y Praga antes de que ambas ciudades pasaran a formar parte del Reich.

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Karl Amadeus Hartmann

Hartmann es considerado por muchos como uno de los granes sinfonistas del siglo XX, con una impresionante producción de 8 grandes sinfonías. En el campo de la ópera escribió antes del ascenso al poder de los nazis 5 óperas cortas, tres de ellas inacabadas, pero podemos considerar que su única ópera es la que ahora nos ocupa, Simplicius, Simplicissimus, cuya primera versión (Des Simplicius, Simplicissimus Jugend) se estrenó en forma de concierto en Munich en 1948, siendo su primera representación escénica la que tuvo lugar en Colonia al año siguiente. Hartmann escribió una segunda versión de la ópera – esta vez como Simplicius, Simplicisimus -, que se estrenó en Mannheim en 1957. Desde entones pocas han sido las oportunidades de ver la ópera hasta que este año la Staatoper de Berlín ha decidido ofrecerla en una nueva producción y, como luego comentaré, en un entorno reducido e intimista.

Simplicius, Simplicissimus es el título de lo que podríamos llamar una novela picaresca de Von Grimmelshausen del siglo XVII, en la que se narran los horrores de la Guerra de los 30 Años, obra de inspiración antibelicista, en la que el protagonista, el joven Simplicius, adquirió una gran popularidad. Hartmann retoma el personaje para escribir una ópera poniendo en paralelo los horrores de la Guerra de los 30 Años y el régimen nazi. Hay que reconocer que fue un auténtico adelantado a los acontecimientos posteriores, ya que la ópera la compuso entre los años 1933 y 1934, todavía alejados de la política bélica del régimen totalitario.

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Escena

La ópera consta de tres escenas o actos, mostrando la inicial y final los excesos y violencias del régimen totalitario, mientras que en el segundo se produce el encuentro entre el protagonista Simplicius y un Eremita, que parece salido del siglo XVII, y que lleva al protagonista a su postura de vida simple y pacifista. La ópera tiene interés, habiéndose ofrecido aquí en la versión original, con orquesta de cámara y una música adecuada a la trama, en la que no faltan motivos de jazz y presencia importante de percusión. No será una ópera para entrar en el gran repertorio, pero tiene interés para el aficionado.

La Staatsoper de Berlín sigue en su exilio en el Teatro Schiller mientras duran las obras de reconstrucción en su sede de la Unter den Linden. La ópera ha sido ofrecida en un ambiente intimista en el Werkstatt del teatro, es decir una amplia habitación, que supongo servirá para ensayos de escena. No hay butacas, sino unas cuantas sillas, que dejan un espacio central que sirve de escenario. La producción escénica de Friederike Heller no tiene grandes pretensiones, resolviendo con imaginación las pocas posibilidades escénicas de la sala. La violencia de los soldados en la primera escena está muy bien conseguida, centrándola en la famosa noche de las hogueras en Berlín, con la quema de libros prohibidos por el régimen nazi. En la última escena se muestran muy bien los excesos del régimen y sus desviaciones y abusos, terminando la ópera como comienza, con un narrador hablando del número de muertos en la Guerra de los 30 Años. Un trabajo escénico sin pretensiones, pero adecuado.

Al frente de la dirección musical estaba el ayudante de Daniel Barenboim, Adrian Heger, que dirigió con seguridad y consiguió que el interés nunca decayera. Contó con un reducido número de músicos de la Staatskapelle Berlín, mientras el Coro lo formaban alumnos de la Opernstudio de la Staatsoper.

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Anna Alàs i Jové y Thomas Schumacher

Los solistas eran jóvenes más bien desconocidos, pero que cumplieron francamente bien con su cometido. Vocalmente, lo más interesante fue la soprano que encarnaba a Simplicius, la catalana Anna Alàs i Jové. Adecuado, el tenor islandés Magnus Hallur Jonsson como el Eremita. Jonathan Winell era el Gobernador (aquí jerarca nazi), mientras que Jakob Ahles se encargaba de varios personajes. Hay que destacar la labor del Narrador – rol hablado – de Thomas Schumacher.

El Werkstatt, que admite un aforo próximo a 200 personas, estaba lleno y el público ofreció una cálida recepción a los artistas. No hubo deserciones de espectadores durante la representación.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 1 hora y 19 minutos sin interrupción. Cinco minutos de aplausos. El precio único era de 22 euros.

José M. Irurzun