La renombrada artista se presentó en el Teatro Colón en un concierto junto al bajo barítono Nicolas Testé acompañados por la Filarmónica de Buenos Aires.
Una sala desbordante de público y de expectación fue el marco de este recital en el que la soprano Diana Damrau hacía su presentación ante los porteños.
Su valía incuestionable se lució en el Colón donde dejó tres interpretaciones que difícilmente olvidaremos: “Amour, ranime mon courage” de Romeo et Juliette de Gounod; “Ombre legère” de Dinorah de Meyerbeer; y “O rendetemi la speme… Qui la voce… Vien diletto…” de I Puritani de Bellini.
En estos tres pasajes la soprano dio cuenta del por qué su nombre ya ha ganado, con justicia, un lugar en el olimpo de la lírica. Fraseo, color, línea, expresión, gracia… todo conjugó para pintar los caracteres y los matices del alma de las tres protagonistas, tan disímiles tanto en lo dramático como en lo estilístico.
En el resto de la velada, Damrau nos ofreció una muy personal versión de “Una voce poco fa” de Il barbiere di Siviglia de Rossini; una intrascendente “Nobles seigneurs” de Les Hugonottes de Meyerbeer; una bella intervención en el dúo de Porgy and Bess de Gershwin; y como bis un delicado “O mio babbino caro” y el dúo “Somewhere” de West side story de Bernstein.
El público retribuyó con calurosas ovaciones su talento y su gracia.
Por su parte, Nicolas Testé cantó con empeño las arias que integraron su repertorio, sin poder disimular ciertos límites y algunos errores.
Su presentación nos dejó una “Calunnia” de Il Barbiere… poco graciosa; una olvidable “Pif, paf, puf” de Les Hugonotes; una “Elle ne m´aime pas” del Don Carlos verdiano en la que una distracción lo hizo entrar a destiempo; una “Di sposo di padre” de Salvator Rosa de Gomes para la que le falta carisma; y una pasable “Si, morir ella dé!” de La Gioconda.
En cualquier caso un cantante empeñoso, pero lejos de la excelsa calidad de su partenaire.
La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo la dirección del Mtro. Mario Perusso, acompañó con oficio a los artistas y brindó estimables versiones de la “Obertura” de La Gazza Ladra de Rossini; “La noche de Walpurgis” del Fausto de Gounod; una lenta “Bacanal” de Sanson et Dalila de Saint Saens; y una grata “Obertura” de Candide de Bernstein.
La velada nos regaló el contacto con una gran artista que optó por apostar sin arriesgar y que, por lo tanto y conforme a sus méritos, nos dejó con gusto a poco.
Prof. Christian Lauria