Die Ägyptische Helena de Richard Strauss: una ópera injustamente olvidada

Die Ägyptische Helena de Richard Strauss: una ópera injustamente olvidada
Die Ägyptische Helena de Richard Strauss: una ópera injustamente olvidada. Foto: Marcus Lieberenz

Uno de los grandes atractivos de esta Semana Strauss en Berlín era precisamente tener la oportunidad de ver Die Ägyptische Helena, opera de Richard Strauss raramente representada. Me atrevería a decir que en los últimos 10 años no ha habido otras representaciones escénicas de la ópera que las ofrecidas en Berlín, aunque ha habido algunas en forma de concierto aquí y allá. En lo que a nuestro país se refiere, no se ha ofrecido esta ópera desde el año 2005, cuando se pudo ver en forma de concierto en el Teatro Real con Deborah Voigt al frente del reparto.

Cuando veo una de las óperas poco frecuentes de Richard Strauss siempre tiendo a preguntarme por qué han podido caer en el olvido y lo mismo he hecho en esta ocasión. No puede ser por la calidad musical, puesto que el sello de Richard Strauss está presente, aunque no sea una de sus mejores óperas, ofreciendo una orquestación riquísima y una segunda mitad de la ópera en la que la inspiración de su autor acude a la cita. Es verdad que las exigencias vocales son enormes para los dos principales protagonistas, especialmente en lo que se refiere a Menelao, que necesita un tenor heroico capaz de afrontar una tesitura casi sobrehumana, además de tener que sobrepasar una orquestación exuberante. Richard Strauss no se caracterizó precisamente por su amabilidad con los tenores a la hora de componer para ellos. Se podrían poner ejemplos varios, especialmente en los que se refiere a Bacchus en Ariadna o al Emperador en la Mujer sin Sombra. Pues bien, el caso de Menealo va más allá, porque las exigencias son perfectamente comparables a los otros señalados, con el inconveniente añadido de que tiene que cantar mucho más que ellos. Por donde la ópera no llega a dar la talla es por el libreto, que lleva la firma de Hugo Von Hofmannsthal, uno de los grandes libretistas de la historia de la ópera, pero que en esta ocasión hace un texto confuso con parlamentos excesivamente largos. No habría sido la primera vez que triunfara una ópera con un libreto endeble o farragoso y los ejemplos abundan, comenzando por el propio Richard Wagner. El caso es que esta Helena ha caído injustamente en el olvido y es digno de agradecimiento que la Deutsche Oper de Berlín nos haya permitido poder conocerla y disfrutar con ella.

Para los menos conocedores diré que la trama es mitológica, como en tantas óperas de Richard Strauss, y va sobre los amores de Menelao y Elena de Troya, que acaban en un final feliz, tras los arranques de celos de Menelao por la infidelidad de su esposa con Paris en la Gurerra de Troya. El adjetivo de egipcia tiene que ver con el encantamiento que la maga Aithra hace para colocar a Elena sumida en un sueño al pie del Atlas.

La producción ofrecida por la Deutsche Oper se estreno en Enero de 2009 y desde entonces no se ha ofrecido sino en 5 ocasiones anteriores. Su responsable escénico es el suizo Marco Arturo Marelli, uno de los directores de escena que se caracterizan por el buen gusto en sus trabajos. El buen gusto está también aquí presente, con una escenografía en forma de escenario giratorio, que ofrece una gran sala en una parte y el lecho de amor en la otra, cerrado el escenario por paneles pintados con motivos adecuados a la trama. Todo ello es obra de propio Marelli. El vestuario es siempre atractivo y moderno y se debe a Dagmar Niefind. Hay una buena labor de iluminación. La trama está bien narrada con una dirección de actores adecuada y en suma es un trabajo atractivo que se ve con gusto.

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Foto: Marcus Lieberenz

La dirección musical estuvo encomendada a Andrew Litton, que no es la primera vez que dirige Strauss en este teatro, ya que fue él mismo quien dirigió esta ópera, cuando se estrenó la nueva producción de Marco Arturo Marelli. Yo había tenido ocasión de verle dirigir posteriormente y debo decir que ahora su dirección me ha resultado mucho más convincente. Tras las direcciones de Alain Altinoglu y Donald Runnicles los días anteriores, confieso que no me hacía muy feliz la presencia de Andrew Litton en el podio. Sin embargo, su trabajo musical ha sido francamente bueno y a sus órdenes la Orquesta de la Deutsche Oper Berlín ha vuelto a demostrar que está en un momento espléndido.

La protagonista, Elena de Troya, era la soprano alemana Ricarda Merbeth, que siempre es una garantía en cualquiera de sus apariciones en un escenario. No será una soprano excepcional, de las que forman parte del star system, pero a mí nunca me ha defraudado en sus actuaciones, sea como Senta, Elizabeth, Chrysothemis o Ariadne, por no hacer la lista larga. Su Helena fue digna de elogio, no escatimando su entrega en ningún momento y resultando finalmente brillante como pocas lo podrían ser en este personaje. Como simple comparación, diré que superó ampliamente la actuación de Deborah Voigt en la versión de concierto del Teatro Real hace 10 años.

Antes me he referido a las dificultades vocales del personaje de Menelao y tengo que decir que Stefan Vinke merece toda mi admiración por la manera en que fue capaz de superar todas las dificultades. La voz de este tenor no es particularmente atractiva, casi lo contrario, pero su poderío y extensión son impresionantes. Dejando aparte a Stephen Gould, es hoy el tenor dramático más importante. Fue una pena que no pudiera estar en el Liceu para el Sigfrido de la última jornada de la Tetralogía. Después de escucharle ayer, se me ocurre que Stefan Vinke en este Menelao podría decir como El Guerra: Después de mí, naide…

El tercer personaje importante de la ópera es el de la maga Aithra, que requiere una soprano lírico-ligera y fue francamente bien cubierta por la americana Laura Aikin, convincente vocal y escénicamente.

El resto de personajes tiene mucha menos importancia. Entre ellos el bajo Derek Welton ofreció una voz pastosa en el centro y apreturas por arriba en la parte Altair. Sin mucho brillo el tenor Andrew Dickinson como Da-Ud. Sonora, sobre todo en graves, Ronnita Miller como La Concha Marina. Adecuadas las dos sirvientas de Aithra, interpretadas por Alexandra Hutton y Stephanie Weiss. Finalmente, las Elfos cumplieron con su cometido con corrección y eran Ebenita Kajtazi, Rebecca Raffell y Alexandra Ionis.

El teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 90 % de su aforo. El público mostró su entusiasmo al final de la representación con una recepción triunfal para los tres principales protagonistas, así como para Andrew Litton y la orquesta.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 25 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 53 minutos. Ocho minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 95 euros, habiendo butacas de platea al precio de 54 euros. La entrada más barata costaba 30 euros. Seguiremos viniendo a Berlín.

José M. Irurzun