Die Meistersinger en el MET de Nueva York

Die Meistersinger von Nürengerg en el MET de Nueva York Por Carlos Javier López Sánchez

El teatro del Lincoln Center continúa con su potente arranque de su temporada. En esta ocasión con una nueva reposición de los Maestros Cantores de Nuremberg de Richard Wagner, en la lustrosa producción de Otto Schenk que tanto agrada al conservador público americano. Con un elenco insuperable hoy en día, la Metropolitan Opera de Nueva York da un salto de calidad en su prolífica producción lírica. Die Meistersinger von Nürengerg en el MET de Nueva York

Lise Davidsen (Eva) y Klaus Florian Vogt (Walther) in Act III, Scene 2 of Wagner Die Meistersinger von Nürnberg    Foto: Richard Termine / Met Opera
Lise Davidsen (Eva) y Klaus Florian Vogt (Walther) en Die Meistersinger von Nürnberg   Foto: Richard Termine / Met Opera

La ópera más larga del repertorio
Meistersinger es una obra polémica. Tanto su estilo musical como su contenido dramático se alejan un tanto de la ortodoxia autoimpuesta por Wagner, por lo que algunos wagnerianos acérrimos la denostan por su singularidad. Sus referencias antisemitas también levantan ampollas en el público más sensible a la corrección política y en los adeptos del fenómeno del cancel culture.
La extensión de la ópera tampoco juega a su favor. Dependiendo de la versión y las preferencias del director musical, el título puede irse más allá de las cinco horas sin descanso. Una maratón wagneriana en toda regla que hace difícil llenar un teatro de las dimensiones del MET, pese a las ganas de ópera acumuladas durante la pandemia.
No obstante, el único título cómico Richard Wagner es un canto inmortal a la inspiración artística y al amor sincero. Servida como se debe, con un coro y una orquesta de calidad como los del MET, y unos solistas a la altura de la monumental partitura, la experiencia de presenciar los Maestros Cantores en directo puede ser una de las experiencias artísticas más inolvidables al alcance del público de hoy.
Pese a que el MET ofrece la versión reducida de la ópera, la entrada ha sido tan sólo modesta, lo que atestigua que la afición lírica en este Nueva York sin europeos aún tiene camino que recorrer para recuperarse completamente.

Una producción conservadora pero robusta
Lo peor que le puede pasar al público del MET es que una escenografía triunfe. Esa es su perdición, pues se verán condenados a los mismos decorados hasta la que hayan pasado dos generaciones de cantantes. Es el modelo de producción en serie del MET.
Quién sabe, por tanto, hasta cuándo veremos sobre las tablas esta vistosa y pintoresca escenografía de Günter Schneider-Siemssen. Desde su estreno en 1993, la compañía ya usó esta producción de Otto Schenk en 2014. El cierre por COVID marró la llegada a Manhattan de aquella versión infumable de Stefan Herheim que tuvo que sufrir el elegante y masoquista público del festival de Salzburgo. Preferimos la ingenua sinceridad de la propuesta de Schenk al pastiche de Herheim.
El tiempo parece darle la razón al MET, que con su conservadora estrategia de no cambiar lo que funciona, consigue evitar desastres mayores, y lo único que arriesga es el tedio de los pocos neoyorquinos que no están de paso en la ciudad.

Lise Davidsen (Eva) y Michael Volle (Hans Sachs) en Die Meistersinger von Nürnberg- Foto: Richard Termine / Met Opera
Lise Davidsen (Eva) y Michael Volle (Hans Sachs) en Die Meistersinger von Nürnberg- Foto: Richard Termine / Met Opera

El mejor elenco posible no es posible sin Lise Davidsen
La mayor fortaleza del MET siempre ha sido su capacidad para programar los mejores solistas. A lo largo de su historia, cuanto las crisis y los conflictos acuciaban el futuro de la ópera en Nueva York, los empresarios del MET conseguían salvar las situaciones más comprometidas gracias a las mejores voces del momento. Sin apoyo financiero por parte del gobierno, la gloriosa historia del MET no se entiende sin esa deslumbrante constelación que formaron en los inicios las Lilli Lehmann y Nellie Melba, Enrico Caruso, Geraldine Farrar o Rosa Ponselle. Die Meistersinger von Nürengerg en el MET de Nueva York
De hecho, cuando peor están las cosas para el MET, siempre aparece una voz gloriosa al rescate. Es paradigmático el caso de la soprano wagneriana Kristen Flagstad, que con su voz milagrosa salvó al Met en los años 30 de una bancarrota asegurada. Salvando las distancias, tanto temporales como artísticas, es irresistible realizar la comparación entre Flagstad y Lise Davidsen (1987), otra joven soprano noruega destinada a hacer historia en el MET.
Desde su victoria arrasadora en el Operalia de 2015 en Londres, su carrera ha seguido la trayectoria exponencial de todos los fenómenos de la lírica, contrato con Decca incluido. Pero lejos de convertirse en un fenómeno meramente mediático, la indudable calidad vocal de la Davidsen parece destinada a cumplir las mayores hazañas de su cuerda. Davidsen ya reina en el disco y en el festival de Bayreuth. También ha sido reconocida en 2021 con el Word Opera Award.
El instrumento de la soprano nacida en Stokke destaca por su tamaño y homogeneidad; su timbre, por la calidez y la dulzura, con atractivos armónicos. La emisión es limpia, natural, sin impostación, bien articulada. Davidsen deja que el sonido fluya con libertad, manejando con brío un trapío vocal difícil de gestionar. El resultado son agudos refulgentes y un registro medio denso y rico.
La voz parece preceder en tiempo al arte de Davidsen, que aún se muestra algo tosco y rudimentario en ocasiones, casi siempre frío y aséptico. Pensamos que, con el tiempo, la noruega irá afinando su arte y creciendo en madurez y profundidad expresiva. El futuro no puede ser más prometedor para ella. No son pocos los espectadores que no han tenido ocasión de experimentar una voz como la de Lise Davidsen. Incluso los grandes teatros como el MET parecen vivir sumidos en una interminable crisis de grandes voces, por lo que la presencia de la soprano noruega en los escenarios es una muy buena noticia para el futuro de la ópera.
Esta temporada, Lise Davidsen tiene frente a sí el Fidelio en Florencia, Peter Grimes y Valkiria en Viena, y volverá a Nueva York de la mano de la Ariadna en Naxos de Richard Strauss.
Este elenco de estrellas de Los Maestros Cantores combinó la juventud de Davidsen con la decantada madurez del tenor alemán Klaus Florian Vogt. El instrumento de Vogt sigue conservando las particularidades que lo han hecho célebre, aunque las tiranteces en la zona aguda son cada vez más palpables. Muchos aficionados conocen el arte de Florian Vogt. Su heterodoxa emisión, colocada siempre en la máscara, produce un sonido blanquecino y etéreo, que contrasta con el caudal sonoro y el squillo que se le piden al heldentenor wagneriano. Resulta curioso que tanto Vogt como Kaufmann hayan sido los grandes tenores dramáticos de la última década; lo que dice mucho también del secano vocal de la cuerda. Sin embargo, pese a sus defectos, el canto ensoñador de Vogt se pega a la poesía del protagonista de los Maestros Cantores para producir momentos de gran belleza. Creemos que se trata de un artista singular del que hay que disfrutar.
Al frente de los Maestros cantores estuvo un enorme Michael Volle, que encarnó a un Hans Sachs desbordante de humanidad. En lo actoral, el alemán estuvo insuperable; y en la parte vocal, incontestable. Volle fue clave en el éxito de la velada, pues llevó el peso de la acción sobre sus hombros, recreándose en cada faceta del zapatero de Nuremberg y erigiéndose en el centro entorno al que orbitaban el resto de los personajes. La voz de Volle es toda ella materia dramática, comunicación romántica en simbiosis con la música de Wagner.

Michael Volle (Hans Sachs) en Die Meistersinger von Nürnberg     Foto: Richard Termine / Met Opera
Michael Volle (Hans Sachs) en Die Meistersinger von Nürnberg Foto: Richard Termine / Met Opera Die Meistersinger von Nürengerg en el MET de Nueva York

Entre los solistas secundarios destacamos al pétreo Georg Zeppenfeld en el papel del orfebre Veit Pogner, de excitante cavernosidad; y a la emotiva y muy musical mezzo alemana Claudia Mahnke, que dejó una Magdalena a la altura de las mejores.
Al mando de todos ellos, encontramos al célebre y experimentado director de orquesta Antonio Pappano, que no se suele prodigar demasiado a este lado del Atlántico. Con estos mimbres, Pappano no podía permitirse fallar. Pese a los aspavientos del británico, la orquesta no comenzó en su mejor nivel en el comprometido preludio. Pero el foso se enrocó entorno a la experimentada batuta del británico y, apoyados en la solvencia del coro de Palumbo, los profesores de la orquesta fueron ganando prestancia y ya dejaban destellos de gran calidad entrado el primer acto.
Pese a las butacas vacías, había entre el público buenos aficionados. Algunos incluso se habían cruzado el país para la ocasión, otros simplemente no quisieron perderse esta tormenta perfecta de gran música. Y esa calidad propia de un público entendido se notó tanto en el silencio como en el aplauso, que fue todo gratitud ante el trabajo de los artistas.
Noches como esta son las que harán larga la historia del Metropolitan de Nueva York como uno de los mejores teatros de ópera del mundo.


Metropolitan Opera de Nueva York, a 4 de noviembre de 2021. Los Maestros Cantores de Nuremberg de Richard Wagner (1868), con libreto del compositor. Dirección Musical Antonio Pappano. Orquesta y coro titulares del MET (Donald Palumbo, director). Producción: Otto Schenk. Escenografía: Günter Schneider-Siemssen Vestuario: Rolf Lagenfass, Iluminación: Gil Wechsler. Reparto: Walther von Stolzing (Klaus Florian Vogt), Eva (Lise Davidsen), Magdalene (Claudia Mahnke), David (Paul Appleby), Los maestros cantores: Veit Pogner (Georg Zeppenfeld), Sixtus Beckmesser (Johannes Martin Kränzle), Hans Sachs (Michael Volle), Kunz Vogelesang (Miles Mykkanen), Konrad Nachtigal (Mark Delavan), Fritz Kothner (Marting Gantner), Herman Ortel (Bradley Garvin), Balthazar Zorn (Chaz´men Williams-Ali), Augustin Moser (Robert Watson), Ulrich Eisslinger (Scott Scully), Hans Foltz (Scott Conner).