Termina este viaje a Dresde y Munich y lo hago plenamente satisfecho. No cabe duda de que es algo verdaderamente excepcional asistir en tres días a un Lohengrin con Christian Thielemann y a unos Maestros Cantores bajo la batuta de Kirill Petrenko. Por supuesto, que tanto uno como el otro título han contado con otros atractivos capaces por sí solos de justificar un viaje, pero me quedo con el auténtico privilegio de haber podido disfrutar con dos directores tan excepcionales como los señalados.
La Batyerische Staatsoper ofrecía una nueva producción que sustituía a la antigua de Thomas Langhoff, que tradicionalmente solía cerrar el Festival de Julio. Esta nueva producción se debe a David Bösch, de quien se han visto otros trabajos en Munich, entre los que destacaría L’Elisir d’Amore, Mitridate, Re di Ponto y más recientemente L’Orfeo de Monteverdi. No me llegaban noticias muy esperanzadoras sobre esta nueva producción y, sin embargo, su trabajo me ha resultado atractivo y divertido.
David Bösch trae la acción a tiempos actuales, convirtiendo la Fiesta de San Juan en algo parecido a la Oktoberfest de Munich. Muchas veces me he referido a las trasposiciones de época de las producciones y la necesidad de hacerlo con inteligencia por parte del regista de turno. En mi opinión David Bösch lo hace de manera satisfactoria, aunque la producción resulta poco amigable para la proyección de las voces, al ser muy abierta, especialmente en el primer acto. La escenografía de Patrick Bannwart presenta el primer acto en un exterior donde se prepara la celebración de la gran fiesta. La escena inicial en la iglesia la resuelve en exteriores, mostrando una procesión en el canto religioso. Un camión de cerveza a un lado y un estrado para la prueba de canto completan el escenario. En el segundo acto estamos en un cruce de calles con unas casas de pisos, donde Hans Sachs coloca su roulotte de venta y arreglos de zapatos, apareciendo Beckmesser a rondar a Eva usando una gran jaula elevadora con luces, que resulta francamente divertida, sacando la producción un buen partido de la pelea nocturna. En la primera escena del tercer acto estamos en la misma localización del segundo, resultando divertida la aparición de Beckmesser en silla de ruedas. La escena de la pradera esta muy bien resuelta, con el público en andamios metálicos laterales, aunque ofrece dos inconvenientes. Por un lado el ambiente es nocturno, lo que choca con la ubicación de la pradera y el día de San Juan. Por otro lado, David Bösch añade su toque personal, consistente en que Walther termina por no aceptar el nombramiento de Maestro, sino que recoge sus bártulos y a Eva y abandonan juntos la pradera.
El vestuario de Meentje Nielsen resulta adecuado, presentando a Walther como un cantante macarrilla con chupa de cuero y los gremios vestidos en general como bávaros en fiesta. La iluminación de Michael Bauer resulta eficaz, contando en la última escena con algunos videos divertidos, obra de Falko Herold. La dirección de actores es muy buena, definiendo perfectamente a todos los personajes, teniendo que destacar las interpretaciones que hacen de sus personajes Walther, Beckmesser y Hans Sachs. A fin de cuentas, es una producción que se aferra bien al libreto y además resulta divertida y no hay que olvidar que Meistersinger no es un drama.
De la dirección de Kirill Petrenko no puedo decir sino que lo último que me gustaría es tener que elegir entre Christian Thielemann y él. La llegada de Kirill Petrenko a Munich ha dado a esta ciudad otra dimensión en el mundo de la ópera y hoy es casi visita obligada para los buenos aficionados. Su dirección fue magnífica, espectacular a lo largo de toda la ópera, pero si tuviera que quedarme con un solo pasaje, éste sería el corto preludio al acto III, que me pareció auténticamente milagroso. Hace unos meses pude disfrutar de Meistersinger en Berlín bajo la dirección de Daniel Barenboim. Las comparaciones serán odiosas, pero me quedo con la lectura de Kirill Petrenko. Este director tiene además una virtud, que comparte con otro grande ya desaparecido. Me refiero a Pierre Boulez. El francés hacía el Parsifal más breve que yo jamás he escuchado. Lo mismo ocurre con Kirill Petrenko, tanto en el Anillo del Nibelungo como en Meistersinger. Baste decir que su lectura fue 18 minutos más rápida que la de Barenboim en Berlín. A sus órdenes la Bayerische Staatsorchester nos ofreció un sonido espectacular, a la altura de las mejores orquestas del mundo. Algo parecido se puede decir del Coro de la Bayerische Staatsoper, siempre brillante y particularmente espectacular en la escena de la pradera. ¡Grande, Petrenko!
Contar con Wolfgang Koch como Hans Sachs es todo un lujo, como lo ha demostrado en ocasiones anteriores. Cantar esta parte y salir indemne de la prueba solo está al alcance de súper-hombres. Wolfgang Koch fue un estupendo Hans Sachs, poderoso y emocionante a la vez.
Posiblemente, el mayor atractivo del reparto era la presencia de Jonas Kaufmann como Walther von Stolzing, personaje en el que debutaba en escena. No voy a decir que su actuación me decepcionó, pero sí que no estuvo a la altura que yo esperaba. Todos los aficionados conocen que la voz de Kaufmann es un tanto engolada y esto a veces le pasa factura, como ha ocurrido en esta ocasión, especialmente con la muy abierta escenografía del primer acto. Tanto en este acto como en el segundo la voz de Kaufmann no corría bien, aunque su interpretación escénica fue siempre espectacular. La cosa mejoró notablemente en el último acto y, especialmente en la escena de la pradera, donde la escenografía era más cerrada y Kaufmann cantó muy bien la canción del concurso.
Markus Eiche lo hizo muy bien en la parte de Beckmesser, mejor cantante que otros muchos que frecuentan el personaje, aunque quizá no fuera tan cómico como algunos de ellos. En cualquier caso, fue un notable Beckmesser.
La soprano americana Sara Jakubiakf fue una correcta Eva, sin brillo especial. Buena la actuación del tenor Benjamín Bruns en la parte del simpático David. Bien también la mezzo soprano Okka Von Der Damerau como Magdalene. El bajo Christof Fischesser fue un adecuado Pogner, aunque eché en falta algo más de amplitud en su voz. Hay que destacar la presencia del veterano (76) Eike Wilm Schulte en la parte de Fritz Kothner. El que fuera durante tantos años un Beckmesser de referencia, conserva la voz bastante fresca, aunque tiene dificultades de movimiento.
Finalmente, los Maestros fueron bien cubiertos en todos los casos. Se trata de Kevin Conners (Kunz Vogelgesang), Christian Rieger (Konrad Nachtigall), Ulrich Ress (Balthasar Zorn), Stefan Heibach (Ulrich Eisslinger), Thorsten Scharnke (Augustin Moser), Friedemann Röhling (Hermann Oertel), Peter Lobert (Hans Schwarz) y Christoph Stephinger (Hans Foltz). Finalmente, el Vigilante Nocturno fue Tareq Nazmi, un tanto corto de poderío.
El Nationaltheater hacía tiempo que había agotado sus localidades. El público mostró su complacencia con el espectáculo, con muestras de entusiasmo, especialmente para Kirill Petrenko y Wolfgang Koch. También Jonas Kaufmann y Markus Eiche fueron braveados, aunque menos que los señalados anteriormente.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración total de 5 horas y 32 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 7 minutos. Nada menos que 16 minutos de ovaciones y aclamaciones.
El precio de la localidad más cara era de 193 euros, habiendo butacas de platea al precio de 117 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 64 euros.
José M. Irurzun