Die Teufel Bayerische Staatsoper Por Luc Roger
‘No debes creer al diablo, aunque diga la verdad’, San Juan Crisóstomo
La Bayerische Staatsoper de Múnich ha inaugurado su festival de verano con Die Teufel von Loudun (Los demonios de Loudun), de Krzystof Penderecki (1933-2020), una importante obra de teatro musical de la segunda mitad del siglo XX. El libreto de la ópera se basa en la novela homónima de Aldous Huxley, The devils of Loudun, que fascinó al compositor armenio-polaco. La dirección de escena ha recaído en Simon Stone, cuyo trabajo ya pudimos apreciar en una producción de Die tote stadt de Korngold, creada para la Ópera de Basilea hace tres años. Sin embargo, Die Teufel von Loudun es su primera producción muniquesa. En el podio se encontraba Wladimir Jurovski, director musical de la Bayerische Staatsoper, que dirigió Die Teufel en Dresde al principio de su carrera.
La acción se desarrolla en 1634 en la ciudad de Loudun (Francia), dominada por los protestantes. La superiora del convento de las Ursulinas, la madre Jeanne, se enamora de Grandier, un sacerdote libertino. Para acercarse a él, le pide que acepte el cargo de confesor en su convento, cosa que él rechaza. Jeanne le acusa entonces de brujería demoníaca, afirmando que la ha seducido y que los demonios han tomado posesión de su cuerpo y de su alma. Las monjas de su convento la siguen en su delirio; ellas también dicen estar poseídas. La política no tardará en involucrarse en este asunto: Richelieu, que está construyendo, no lejos de Loudun, la ciudad que llevará su nombre, ve una oportunidad para arruinar a Loudun, que está en manos de los protestantes, planteándose incluso hacer destruir sus murallas y su torre del homenaje. El caso del convento de las Ursulinas, un hecho real y bien documentado, llegó en el momento oportuno y fue usado por Richelieu como medio para imponer su voluntad. Se realizaron exorcismos a las monjas en lo que constituyó un verdadero espectáculo de masas y Grandier, que a pesar de las peores torturas afirmó su inocencia hasta el final, fue quemado en la hoguera por haberse opuesto a los planes del cardenal. Die Teufel Bayerische Staatsoper
Internet crea diversidad y posibilidades para la gente de todo el mundo, pero también la posibilidad de hacer que muchos se traguen una supuesta verdad. Si se quiere destruir la carrera de un personaje público es fácil hacerlo utilizando algún movil sexual, eso siempre provoca indignación.
Simon Stone
La puesta en escena de Simon Stone está pegada al libreto, pero sitúa la acción en el mundo contemporáneo, estableciendo conexiones con la situación sociológica y política actual. Le interesa especialmente la sexualidad femenina y cómo la sociedad la denigra. Establece un paralelismo entre las monjas del siglo XVII, aquellas mujeres que a menudo eran internadas en conventos porque sus familias no podían permitirse casarlas, o porque habían enviudado, y que se veían privadas de facto de su desarrollo sexual, y la condición de muchas mujeres de hoy en día que no pueden experimentar libremente su deseo, su placer, la realización de sus propias aspiraciones. La lucha por los derechos de la mujer está lejos de haber terminado. Para Stone, la ópera expresa un inconsciente incontrolable, el deseo patriarcal de dominar el cuerpo de las mujeres.
El aspecto político de la ópera es al principio completamente independiente del aspecto sexual y religioso, pero poco a poco se van acercando y entrelazando, y Grandier, que nunca ha estado en contacto con las monjas del convento de las Ursulinas, cae en desgracia. Aquí es donde entra en juego el poder de la propaganda. El escenógrafo Bob Cousins ha instalado un gran cubo de bloques blancos en el escenario giratorio, con diferentes recortes en los cuatro lados, que se pueden reorganizar a medida que avanza la acción, mostrando diferentes lugares de la ciudad de Loudun: la iglesia donde Grandier es el párroco, el convento de las Ursulinas con su sala común, su capilla, sus diferentes pisos y su escalera, el tribunal, la prisión, la sala de torturas y el crematorio, que es la solución encontrada para no tener que hacer una pira en el escenario. Tras su condena, Grandier, completamente afeitado, incluidas las cejas, y con las uñas arrancadas, es paseado casi desnudo por los laterales del cubo donde se amontonan los habitantes de la ciudad, equipados con látigos, que le azotan uno a uno. Grandier, que no ha confesado, es atado vivo a un carro y empujado a un crematorio. El vestuario de Mel Page es contemporáneo. La propaganda explota los recursos de Internet, con muchos personajes consultando sus teléfonos móviles, inundados de información hipnótica sobre las posesiones malignas y la culpabilidad de Grandier. Die Teufel Bayerische Staatsoper
Die Teufel von Loudun es una sátira política, un thriller impactante y una historia de amor absurda con elementos de una película de terror erótico, todo en uno.
Vladimir Jurowski
Jurowski considera que Die Teufel es «la contrapartida en Europa del Este de Los soldados de Bernd Alois Zimmermann, una secuela de Wozzeck en tiempos modernos y definitivamente una de las piezas más radicales del teatro musical del siglo XX, tan relevante política y socialmente como radical en su vertiente de obra de arte». Es un espectáculo increíblemente eficaz, con una saludable dosis de erotismo, lleno de fantasías sexuales de los conventos de mujeres y, en las escenas de tortura y ejecución, de una crueldad insoportable que, sin embargo, ejerce una inquietante fascinación.»
La música de Die Teufel parece estar totalmente al servicio de la acción teatral, la cual transpone con una fascinante diversidad de medios: «Todo está ahí, desde el gregoriano hasta las campanas, desde los saxos barítonos hasta el bajo eléctrico y la sierra musical amplificada. Un compendio de las posibilidades que ofrece la voz en el teatro moderno: los cantos de iglesia, el canto operístico, el semihablado, la declamación… y también experimentos casi circenses, como el de Jeanne que, en un estado de posesión, empieza de repente a hablar con la voz de Leviatán, una voz masculina antinaturalmente profunda, para ser interpretada con trucos teatrales. Con sus múltiples divisi, el coro crea paisajes sonoros, espacios acústicos como nubes suspendidas sobre la acción. La orquesta es grande, pero siempre se utiliza de forma muy controlada. No brilla por sí misma y prescinde de grandes interludios sinfónicos. En lugar de los habituales grupos de violines 1º y 2º, hay veinte voces limpias e individuales, lo que hace que la parte instrumental sea increíblemente colorida, casi como la banda sonora de una película». (Extractos de la presentación de la obra a cargo de Vladimir Jurowski).
Su dirección muestra un dominio visionario de la obra, cuya magia instrumental se despliega con una agudeza y determinación poco comunes. Si uno tiene la oportunidad de ver tanto el foso como el escenario, le será difícil no enfocar al pelo leonino del maestro mientras que da instrucciones a la orquesta con gestos precisos y ágil digitación. Al final de esta primera temporada, el público muniqués se sabe afortunado de tener un director de orquesta tan inspirado. Die Teufel Bayerische Staatsoper
En el capítulo de solistas, esperábamos a Wolfgang Koch y lamentamos que la enfermedad haya apartado del escenario a este gran artista. Probablemente sólo se trate de un aplazamiento y pronto lo veamos interpretar su esperado papel en esta producción. Pero la Bayerische Staatsoper fue capaz de obrar milagros: aunque Wolfgang Koch tuvo que retirarse la mañana del ensayo general, se reacció con rapidez y profesionalismo. Robert Dölle, un excelente actor del Residenztheater, asumió el papel en el escenario e interpretó las partes habladas. Consiguió aprendérselo en un tiempo récord, logrando una actuación extraordinariamente realista y convincente. El barítono dramático hawaiano Jordan Shanahan cantó la parte de Grandier sentado en una plataforma en el foso con una voz poderosa de magníficos graves, vibrantes de verdad, y con una rara expresividad al reflejar la transformación de su personaje de sacerdote libertino a mártir. Un cantante que ha sido unánimemente aclamado y cuya carrera merecerá la pena seguir de cerca.
La brillante carrera de Ausrine Stundyte es bien conocida, así como su entusiasmo por los electrizantes papeles del repertorio del siglo XX: Elektra de Strauss, Katerina Ismailova en Lady Macbeth von Mzensk de Shostakovich o Renata en El ángel de fuego de Prokofiev. Su interpretación muniquesa del papel de la Madre Jeanne está muy en consonancia con sus roles favoritos: una mujer atormentada, desgarrada entre la moral impuesta y una sensualidad exacerbada por las prohibiciones, una mujer sufriente y desesperada que acaba creyéndose realmente estar poseída por los demonios. Ausrine Stundyte se ha sumergido en la compleja psicología de su personaje, cuyas andanzas, inestabilidades y evolución hacia el arrepentimiento interpreta con refinada sensibilidad. Su actuación teatral está a la altura de la belleza de su canto, que es de un exacerbado realismo.
El reparto es excepcional, el Philippe de Danae Kontora, el Padre Barré de Martin Winkler, el Barón de Laubardemont de Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, todos los intérpretes y el coro fueron unánime y merecidamente aplaudidos.
Estos Diablos son una de las mejores veladas de ópera que hemos visto, fascinante, impactante, sobrecogedora, grandiosa, gigantesca, inolvidable. La puesta en escena es ajustada y precisa. La dirección orquestal concentrada, visionaria, alucinante, mágica. Fascinante la música, que apoya el drama en cada momento. Los actores, tan fieles a la realidad… La obra es emocionante y al mismo tiempo difícil de soportar por su intensidad, por la sexualidad y la crueldad elevadas al clímax. Es posible que uno salga del teatro en estado de shock, porque esta ópera no es carismática, sino incisiva. O en estado de éxtasis, porque la belleza de la puesta en escena y de la interpretación muniquesa son inigualables. Die Teufel Bayerische Staatsoper
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Bayesrische Staatsoper, 27 de junio de 2022. Die Teufel von Loudun (Los demonios de Loudun), de Krzystof Penderecki. Reparto: Jeanne – Aušrinė Stundyte; Claire – Ursula Hesse von den Steinen; Gabrielle – Nadezhda Gulitskaya; Louise – Lindsay Ammann; Philippe – Danae Kontora; Ninon – Nadezhda Karyazina; Grandier – Jordan Shanahan; Père Barré – Martin Winkler; Baron de Laubardemont – Wolfgang Ablinger-Sperrhacke; entre otros. Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper; Director musical: Vladimir Jurowski; Director escénico: Simon Stone; Escenógrafo: Bob Collins; Diseñador del vestuario: Mel Page; Diseñador de la iluminación: Nich Schlieper. Opera World