En medio del ciclo del Anillo del Nibelungo se ha programado esta representación de Die Tote Stadt y, por supuesto, he acudido a la Semperoper, ya que se trata de una estupenda obra musical, una de las mejores del siglo XX. El resultado de la representación ha sido bueno, con una producción escénica adecuada, una enérgica y discutible dirección musical, y un reparto vocal un tanto en modesto en las partes masculinas.
Esta ópera ha ido ganando en popularidad en los últimos años, aunque no podamos decir que pertenece al gran repertorio. Hemos tenido ocasión de verla en los últimos años tanto en el Teatro Real como en el Euskalduna de Bilbao, en ambas ocasiones con muy buena acogida de público, en lo que no cabe duda de que influía la espectacular producción escénica de Willy Decker, a quien estos días estamos recordando (y no para bien) en la Tetralogía wagneriana.
Dresde nos ha ofrecido una nueva producción, que lleva la firma de David Bösch y que se estrenó en este teatro en el pasado mes de Diciembre. La producción está bien hecha, recordando en muchas ocasiones a la ya mencionada de Willy Decker, con un tratamiento adecuado de todas las escenas oníricas que tanto abundan en esta ópera. En el primer acto estamos en la casa de Paul en una habitación llena de recuerdos de su desparecida esposa Marie, incluyendo el retrato, la trenza de su pelo y fotografías por el suelo, utilizando proyecciones extrañas para el diálogo irreal de Paul con su difunta esposa. En el segundo acto se abre el escenario mencionado, apareciendo la trouppe de la Comedia del Arte con sus atuendos llamativos, colocando una cama en el centro, donde se desarrolla la imaginaria escena de amor de Paul y Marietta. Están bien hechas las escenas de las procesiones de las monjas. En el tercer acto volvemos a la casa de Paul, dando gran intensidad a la escena del supuesto asesinato de Marietta a manos del obsesionado
Paul. El espectáculo escénico funciona bien y tengo la impresión de que David Bösch se ha tenido eu inspirar mucho en el mencionado anteriormente de Willy Decker.
La mencionada escenografía se debe a Patrick Bannwart, autor también de las proyecciones, siendo el adecuado vestuario obra de Falko Herold. Buena la iluminación de Fabio Antoci.
La dirección musical ha corrido a cargo del ruso Dmitri Jurowski, hermano de Vladimir, que tanto suena ahora como sucesor de Kirill Petrenko en Munich. La dirección de Dmitri Jurowski ha sido enérgica, viva y manteniendo siempre el interés de la trama, además de llevar la obra muy controlada. El mayor problema ha radicado en el exceso de volumen sonoro que ha perjudicado el desarrollo de la representación, teniendo en cuenta el tamaño de las voces de los protagonistas en escena, especialmente las de Paul y Frank. Algo más de moderación podría haber dado un mejor resultado, siendo la dirección más propia de una versión de concierto. A destacar la prestación de la Staatskapelle Dresden una vez más.
El protagonista Paul fue el tenor alemán Burkhard Fritz, como ya lo fuera hace 8 años en el Teatro Real en el segundo de los repartos que se programaron. Este tenor tiene la ventaja de que supera las dificultades de la tesitura, que son muchas, y el inconveniente de que su centro no está bien emitido, quedándose atrás, lo que, unido al volumen que salía del foso, hacía que su voz no llegara con la fuerza debida a la sala.
Marie y Marietta fueron bien interpretadas por la soprano alemana Manuela Uhl, a quien también pudimos ver en estos mismos personajes en Madrid. Se trata de una soprano muy solvente, que siempre resulta convincente en sus interpretaciones, aunque no sea excepcional. Desde luego, fue lo mejor del reparto y ella no tuvo problemas para que su voz llegara bien al público, aunque no sea una voz excepcional, pero está muy bien emitida.
Los mismos problemas que Burkhard Fritz nos presentó el barítono Sebastian Wartig en los personajes de Frank y Fritz. La voz no es muy amplia y tiene gran tendencia a quedarse atrás, lo que hace que llegue con dificultades al auditorio.
Brigitta, la criada de Paul, fue interpretada por la mezzo-soprano americana Tichina Vaughn, muy habitual en Dresde. Ofreció una voz amplia y de poco atractivo. Eché en falta a Christa Mayer, que fue quien cantó este personaje en Bilbao.
Los personajes secundarios cumplieron con su cometido sin mayor relieve, resultando buenos actores en escena. Eran Tahnee Niboro (Juliette), Grace Durham (Lucienne), Michael Porter (Victorin), Timothy Oliver (Conde Albert) y Florian Daum (Gaston)
El teatro estaba prácticamente lleno. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para Manuela Uhl y Dmitri Jurowski.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 46 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 18 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara (palco central) era de 80 euros, costando la butaca de platea entre 50 y 66 euro. La localidad más barata costaba 15 euros. Así da gusto. Fotos: D. Baltzer
José M. Irurzun