Die Zauberflöte de Mozart. Valencia

Flautamagicavalencia

Palau de Les Arts de Valencia. 13 Abril 2013.

Con estas representaciones de La Flauta Mágica cierra su temporada regular el Palau de Les Arts. En Junio está programado el Festival del Mediterráneo, que este año aparece bastante recortado, aunque se cuenta con un atractivo Otello verdiano, con la presencia de Antonenko, Agresta y Carlos Álvarez. El espectáculo que cerraba la temporada ha obtenido un discreto resultado, con una imaginativa producción escénica, una versión musical más bien fría, y un modesto reparto de jóvenes valores.

La producción ofrecida lleva la firma del ya desaparecido director de escena británico Stephen Medcalf y procede del Teatro Regio de Parma, siendo éste uno de sus últimos trabajos, que fue estrenado en la ciudad italiana hace 7 años.

Ya durante la obertura aparecen 6 figurantes en un escenario desnudo, que serán quienes coloquen en el frente del escenario otros tantos elementos alusivos a la ópera: un bastón para Papagena, una Flauta para Tamino, un puñal para Pamina, un marco de un supuesto retrato para Tamino, un carillón para Papageno y una manzana para el pajarero. Estos elementos juegan su papel durante la ópera y, al propio tiempo, son los únicos elementos escénicos que hay en toda la producción. Así pues, se trata de una producción extremadamente minimalista, en la que no existe escenografía propiamente dicha, sino una plataforma desnuda, encerrada con telas negras a los lados y al fondo. Son los figurantes y la coreografía los encargados de llenar el vacío escénico, en un movimiento imaginativo, en el que los bailarines tanto sirven para la serpiente como para el árbol en el que Papageno pretende terminar con su vida, además de para figurar las pruebas de iniciación de Tamino y Pamina o las puertas del templo. La producción se desarrolla en un ambiente nocturno y tiene un notable trabajo de iluminación por parte de Simon Corder. El vestuario de Romeo Gigli funciona razonablemente bien.

En la concepción de Stephen Medcalf no hay relecturas, sino una narración de la trama, primando los aspectos féricos sobre los símbolos masónicos. El trabajo escénico resulta atractivo dentro de su simplicidad, ya que es difícil hacer tanto con tan poco. Seguramente, con artistas más avezados el resultado escénico podría resultar mejor. Los mundos de Sarastro y de la Reina de la Noche están perfectamente enfrentados y delimitados, con figurantes rodeando a sus líderes en todo momento. Tengo la impresión de que la coreografía queda un tanto corta de elementos, ya que con los 6 bailarines tanto las pruebas del fuego y el agua, como el árbol de Papageno quedan un tanto cortas. Estamos, por tanto, en las antípodas de las escenografías pesadas, tipo Zeffierelli o Schenk, pero el espectáculo escénico funciona bien.

Ottavio Dantone es un maestro con una larga trayectoria, cuyo campo de actuación más normal ha sido el de la música barroca, en la que ha ofrecido notables interpretaciones musicales, no habiendo sido tan exitosas sus incursiones en compositores como Rossini o Donizetti, ni tampoco en Mozart, a juzgar por lo que hemos podido ver en Valencia. La lectura de Dantone ha tenido una gran corrección, pudiendo considerarse su labor como intachable en el aspecto de concertación, pero su lectura queda corta de inspiración y pasión. Su lectura resulta siempre correcta, pero es muy académica y fría. Con más arrebato en el podio esta ópera saldría ganando. Buena, como siempre, la actuación de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, aunque brilla aquí menos que en otras ocasiones. Buena también la prestación del Cor de la Generalitat Valenciana.

El reparto vocal estaba constituido por jóvenes cantantes, muchos de ellos prácticamente desconocidos. Por tanto, un reparto sin pretensiones, pero que resuelve con dignidad su cometido. Para mi gusto las mejores actuaciones correspondieron a los intérpretes de Pamina y Sarastro.

El tenor Daniel Johansson fue un Tamino que no pasó de la corrección. La voz tiene atractivo, pero su emisión es excesivamente engolada y resulta un tanto monótono en su canto, pasando sin pena ni gloria por el aria del primer acto.

La italiana Grazia Doronzio hizo una notable Pamina en términos vocales. Su voz era la mejor de todo el reparto, cantando con gusto y musicalidad su aria del segundo acto. Tuve oportunidad de ver a esta soprano en un concurso de canto hace 7 años. Entonces ella era una cantante sin hacer, pero me llamó la atención su voz. Hoy es una cantante en plena sazón, con un instrumento de calidad y bien manejado. Aunque su figura ha mejorado en estos últimos años, queda un tanto lejos de ser una Pamina arrebatadora en escena.

El barítono austriaco Thomas Tatzl fue un Papageno un tanto modesto. Su voz me pareció excesivamente ligera para el personaje. Todo lo hizo bien, pero en nada sobresalió.

El bajo coreano In-Sung Sim hizo un notable Sarastro. Su voz tiene calidad, aunque no le sobra volumen, es homogénea a lo largo de la tesitura y da solemnidad al personaje. Se nota que es ya un experto cantante y deja una muy favorable impresión.

La soprano alemana Mandy Fredrich volvió a dejarme la misma impresión que la primera vez que le escuche la Reina de la Noche. La voz es adecuada al personaje, resuelve bien las agilidades y queda un tanto justa en las notas más altas, lo que resulta más evidente en la primera de sus arias.

Si Simon Rattle ha querido ofrecer en las Damas de la Reina de la Noche a tres auténticas figuras (Annick Massis, Magdalena Kozena y Natalie Stutzmann), el Palau de les Arts ha ido por el camino opuesto y nos ofrece a tres jóvenes cantantes, casi en estado de formación todavía. Lo importante es que han resuelto francamente bien su cometido. Se trata de Jinkyung Park, Maria Kosenkova y Romina Tomasoni, las dos primeras forman parte del Centre de Perfeccionamient Plácido Domingo.

Como siempre, los Tres Genios se ganaron el aplauso de la audiencia. En esta ocasión con todo merecimiento, ya que lo hicieron estupendamente, como siempre ocurre con los Solistas del Tölzer Knabenchor, de Baviera.

El tenor Loïc Felix estuvo bien en Monostatos, así como Helen Kearns en el personaje de Papagena. Nathan Berg fue un más bien modesto Sprecher. Los Sacerdotes y Hombres Armados dejaron que desear. Eran Rober Wörle, Johannes Schmidt y Mario Cerdá.

El Palau de les Arts estaba completamente lleno, con abundante presencia de jovencitos entre los espectadores. El público se mostró cálido con los artistas, que fueron recibidos de manera calurosa en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para Pamina y – ¡cómo no!- para Papageno, además de para los 3 Genios.

La representación comenzó con 8 minutos de retraso, mal ya endémico en este teatro, teniendo una duración total de 3 horas y 6 minutos, incluyendo un intermedio. La duración puramente musical fue de 2 horas y 33 minutos. Los cálidos aplausos finales se prolongaron durante casi 7 minutos.

El precio de la localidad más cara era de 135 euros, habiendo butacas de platea también por 115 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 95 y 76 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 38 euros, habiendo también localidades con visibilidad reducida o nula por 12 euros.

José M. Irurzun