Die Zauberflöte en la Ópera de Oviedo, o qué hay al otro lado del espejo

Die Zauberflöte en la Ópera de Oviedo Por Federico Figueroa

Die Zauberflöte en la Ópera de Oviedo 2021  – Detalle de la escenografía                                               © Iván Martínez

El segundo título de la temporada 2021-22 de la Ópera de Oviedo me ha dejado un extraño sabor de boca. Por un lado, está la propuesta escénica de Albert Estany, que ha gustado más bien poco entre el respetable pero que sin duda ha sido muy interesante e invita a reflexionar sobre varios asuntos en torno a la ópera. Estany reutilizó la escenografía, diseñada por Ramón Ivars, del programa doble Pagliacci / Eine florentinische Tragödie, títulos presentados con la dirección escénica del belga Guy Joosten en el mes de diciembre de 2019. Es decir, Estany tuvo que encajar su concepto de la muy famosa y conocida obra mozartiana en un espacio predeterminado, con la mera ayuda de un diseño de iluminación (Alfonso Malanda) y de vestuario (Nadia Balada) que tampoco es que dieran para muchas alegrías.

Si es cierto que Die Zauberflöte es una de las óperas más representadas del mundo, también lo es que es una de las que más fácilmente admite planteamientos diversos. La idea del teatro dentro del teatro está muy manida, pero si el teatro es una réplica exacta del que acoge la función, el atrevimiento es de aplauso. En su parodia, Estany nos invita a observar qué pasa detrás de las bambalinas, y lo hace con gracia. Los hombres, de mentalidad misógina, en realidad se aman los unos a los otros; está la joven que se tira encima del guaperas recién llegado; no faltan las tres que van con el chisme de boca en boca ni el típico técnico chapuzas que siempre la lía, y quien parece buena persona se torna en el enemigo público número uno. Sin embargo, al final se impone la hipocresía y todos continúan realizando sus respectivas labores profesionales como si nada: los peluqueros a peinar, el director a dirigir y la secre-criada a hacer que todo funcione lo mejor posible. ¿Hasta qué punto son así las dinámicas que se generan en un teatro? ¿No son extrapolables, por desgracia, a muchas empresas?

Airam Hernández (izquierda) y Manel Esteve (derecha) junto a las tres damas                                       © Iván Martínez

Otra cuestión para reflexionar es lo fácil, y al mismo tiempo, lo difícil que puede ser meter una ópera en la escenografía diseñada para otra. En esa réplica del Campoamor, con unos pocos retoques, se podría desarrollar Aida, Turandot o Lucia di Lammermoor, por citar unos títulos conocidos. De esta manera, el ahorro económico sería evidente y estaríamos teniendo un gesto amable con la ecología, pues ya es hora de que la lírica también manifieste su apoyo a las tres R: reducir, reciclar y reutilizar.

La Ópera de Oviedo llevaba ya varias temporadas queriendo incluir este título y el público ovetense tenía ganas de verlo. Quizá por eso aplaudieron con gusto a un elenco al que le faltó algo de magia. La apenas correcta Oviedo Filarmonía, bajo la dirección de Lucas Macías, dio pinceladas de buen gusto pero fue escasa en contrastes dinámicos y sus cuerdas sonaron por momentos desabridas. No terminó de encontrar el carácter, la sonoridad y el contexto musical requeridos para adentrarse en el estilo mozartiano. Y es que con la música de Mozart se puede aplicar aquello de “además de serlo, hay que parecerlo”.

Serena Sáenz, como Reina de la Noche y Jacquelina Livieri, como Pamina                                               © Iván Martínez

El elenco de solistas nos deparó un Sarastro, el bajo Reinhard Hagen, de poca proyección y bastante desgastado vocalmente y un Tamino, Airam Hernández, de buen material canoro pero con tanta garra dramática que a veces se deslizaba hacia estilos posteriores. Jacquelina Livieri, una soprano lírica-ligera, no acabó de encontrar el punto a su Pamina, descolocada hasta en el sencillo dúo con el exagerado Papageno del barítono Manel Esteve. Serena Sáenz como la Reina de la Noche, inexpresiva y ajustada en las coloraturas y agudos de su primera aria, tampoco se convirtió en la salvadora de la noche. Y el tenor Antonio Lozano (Monostatos) y la soprano Sofía Esparza (Papagena) no fueron capaces de sacarle provecho a sus respectivos personajes. Las únicas que demostraron estar en posesión de sus personajes fueron las tres damas, bien ensambladas y cantadas por María Miró, Serena Pérez y Marina Pardo.

Las tres damas (Marina Pardo, Serena Pérez y María Miró)                                                                    © Iván Martínez

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10 de octubre de 2021. Teatro Campoamor (Oviedo). Die Zauberflöte de W. A. Mozart. Dirección musical: Lucas Macías. Director de escena: Albert Estany. Solistas: Jaquelina Olivieri (Pamina), Airam Hernández (Tamino), Manel Esteve (Papageno), Serena Sáenz (Reina de la Noche), Reinhart Hagen (Sarastro), Sofía Esparza (Papagena), María Miró (Primera dama), Serena Pérez (Segunda dama), Marina Monzó (Tercera dama), Antonio Lozano (Monostatos), etc.  Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro Intermezzo. Pablo Moras (director del coro). Die Zauberflöte en la Ópera de Oviedo