Don Carlo en Las Palmas: un gran tenor y un festival de buenas voces

Don Carlo en Las Palmas
Don Carlo en Las Palmas

Gran apertura de temporada, con una de las óperas más largas y difíciles de Verdi. El tenor español aquí debutante, Sergio Escobar, fue la sensación de la noche. Su bella y poderosa voz está en el momento más dulce por la juventud, la extensión, la homogeneidad en todas las alturas, el dorado color lírico con registros spinto, la riqueza del timbre y los armónicos, la expresividad emotiva o épica y la entrega a  un personaje atormentado en medio de ideas y afectos contradictorios. Justamente braveado,  es Escobar una de esas rara avis que aparecen de tiempo en tiempo, destinadas a monopolizar las cabeceras de cartel más exclusivas. Que no se malogre y vuelva aquí muchas veces.

Pero Don Carlo no es solamente una ópera “de tenor”. En los grandes roles han brillado extraordinariamente el barítono Giovanni Meoni, un Posa no menos generoso y entregado, con noble grandeza, bello sonido y apasionado squilo (antológico en el dúo de la libertad con el tenor, que es leitmotiv de toda la obra); la soprano eslovena Rebeka Lokar, que no nos convenció con su tensa y vibrada Turandot del año pasado pero sí, y mucho, con esta Isabel de Valois refinada en las alternativas del amor y la rebeldía, lírica absoluta en la media voz y el fraseo apoyado en largos alientos,  mayestática o desolada en su íntimo conflicto; la mezzo armenia Varduhi Abrahamyan, con extensión y belleza de registro en las alegres vocalizaciones de su primera escena y patéticamente bravía en un referencial O don fatale; felizmente expresivo y musical el Felipe II del bajo burgalés Rubén Amoretti, si bien deficitario por pocos gramos el peso sonoro de su Ella giammai m’amó, la emblemática escena en la soledad del Escorial.

Sin interés la floja versión del bajo parmesano Marco Spotti como Gran inquisidor y muy estimables en segundos papeles Richards Macanovskis, la grancanaria Abenuara Graffigna y la valencuiana Aitana Sanz.

El joven maestro romano Sesto Quatrini dirige la obra con  saber y eficacia consumados, diferenciando muy bien el ritmo vivo de los primeros actos y los densos climas del último. La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria responde con su acostumbrada calidad en masa y solos, así como buenos reflejos. En la parte coral, tan importante, colaboraron con equilibrio de las cuerdas y notable empaste los colectivos titular de de la Opera y de la Orquesta Filarmónica, cuyos directores, Olga Santana y Luis García Santana recibieron calurosos aplausos en unión de los cantores.

Muy acertada la producción escénica de Alfonso Romero y su equipo, exenta casi de elementos corpóreos y desarrollada entre dos grandes pantallas que hacen triángulo con la boca En ellas se suceden la proyecciones que ambientan realista o simbólicamente las distintas atmósferas, siempre en una gama cromática apagada, con dominio de los grises y un intencionado tenebrismo. El relato propuesto es el de un de equipo de arqueólogos que va exhumando muestras óseas y objetuales de la siniestra Contrarreforma capitaneada por la Iglesia, con la tiranía inquisitorial por encima del despotismo de los reyes-emperadores españoles. Pura leyenda negra (que no fue tan falsa) asumida por Schiller en el drama que inspiró a Verdi. Un oportuno guiño a la memoria histórica y las “exhumaciones”. Atrevido y bien logrado.

G. García-Alcalde