Versión en 4 actos en italiano.
Teatro alla Scala 23/10/2013
Un Don Carlo en la Scala siempre levanta expectativas que en ocasiones, y más en estos tiempos, pueden verse total o parcialmente defraudadas.
Salvando que esta ópera de Verdi es maravillosa y escucharla siempre es un gran placer, el Teatro de la Scala retomó una producción suya de Braunschweig de 2010. Trabajo muy elemental en todos los sentidos; si bien en los inicios parece que va a ser algo sencillo, según avanza la ópera se convierte en aburrido y carente atractivo alguno. Con una iluminación corriente, un atrezzo que se limita a dos sillones y un candelabro –qué manía la de algunos directores de escena de arrastrar a los cantantes por el escenario-; y lo que es más grave, nula dirección de personajes. Cada uno sale, canta y se va. No existió la más mínima interrelación; no se expresaron sentimientos en ningún caso. Vestuario de época de bella factura que contrasta con el del coro, vestidos con ropas pueblerinas de mediados del siglo pasado, y que no se entiende por qué esta licencia.
En los cantantes hubo de todo. Fabio Sartori canto un Don Carlo brillante, especialmente en la zona aguda, espléndida y generosa.
La Elisabetta fue interpretada por Martina Serafín, inadecuada para el rol que requiere una elegancia de canto que esta soprano austríaca no parece poseer. Su porte regio no casaba con su estilo cánoro especialmente en la zona más aguda.
René Pape fue Felipe II, un cantante extraordinario construyó un personaje completo, autoritario, celoso, amargado, triste, doblegado. Todos los matices pudeieron reconocerse en su voz y actuación. Quizá un punto cansada la voz pero siempre impecable.
Posa lo canto Massimo Cavalletti de forma intensa aunque un punto poco matizada pero llena de vigor y exaltación. Ekaterina Gubanova, totalmente fuera de lugar en la Princesa de Eboli; en la zona baja inaudible y sin peso, con un timbre no siempre agradable.
Para el Gran Inquisidor se contrató a Stefan Kocan de voz fea pero no tenebrosa, y carencia en la zona baja. Barbara Rita Lavarian como Tebaldo fue inexistente, inaudible, a pasar del cuidado del maestro. De los roles secundarios sobresalió el argentino Fernando Radó. Con una voz de bello y consistente timbre cantó el monje al comienzo de la ópera de forma estupenda. Voz muy interesante que conviene seguir. El resto estuvo correcto.
Lo más importante de la representación vino de la mano del maestro Fabio Luisi. Realmente extraordinario consiguiendo de la espléndida orquesta de la Scala sonidos, matices, empastes, relieves, dinámicas sorprendentes en muchas ocasiones y una organización sonora de primerísimo nivel. Muy pendiente de la escena y los cantantes.
El coro mejor los hombre que las mujeres que tuvieron sus desencuentros.
Aplausos a Pape después de su aria, y especialmente al final con Luisi y Sartori.
Francisco García-Rosado