Si el mundo entero está viviendo un momento histórico con el estreno de Star Wars: The Force Awakens, con la que se recupera el espíritu de los años ochenta y se enlaza directamente con las primeras películas de la saga que tanto ha influido en la cultura internacional desde su aparición en 1977, en España estamos, en paralelo, asistiendo a una fecha también para recordar y que esperemos siga, como la saga galáctica, por la senda que nunca debió abandonar.
Gracias a José Carlos Martínez, recuperamos el punto donde estábamos hace veinticinco años con el ballet La fille mal gardée, último clásico completo estrenado por la Compañía Nacional de Danza (CND), entonces llamada Ballet del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela, iniciada en 1979 como Ballet Clásico Nacional y también denominada, después, Ballet Nacional Clásico y Ballet Nacional de España-Clásico. Hay una cuenta pendiente, todavía: falta la sede teatral para los ballets nacionales, su teatro, como tienen las demás compañías nacionales y poseen todas las grandes formaciones de ballet internacionales. Es un asunto que debe resolverse ya.
El director de la CND desde 2011, cuando dejó su puesto de étoile en el Ballet de la Ópera de París para venir aquí, ha recuperado el espíritu que se vivió en 1989 y 1990, durante la dirección de Maya Plisetskaya, iniciado ya en la época de María de Ávila, con Ricardo Cue como subdirector y jugando un papel muy importante para estrenar entonces en el ballet obras maestras como Serenade, de George Balanchine, o Jardín de Lilas, de Antony Tudor.
El miércoles 16 de diciembre de 2015 es la fecha histórica de este estreno de Don Quijote en versión de José Carlos Martínez, sobre las originales de Marius Petipa (de 1869 y 1871) y Alexander Gorsky (1902), y partitura de Ludwig Minkus, interpretada desde el foso por la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con José María Moreno al frente. Se recupera el ballet clásico con una obra completa de la tradición internacional y, con ello, se vuelve a dar a los españoles el derecho (que nunca debió quitarse) a tener en su país este arte esencial, a través de su compañía pública.
Un derecho también de los bailarines profesionales de su elenco para bailar la esencia académica y desde ahí fortalecer los pilares de su técnica, además de poder interpretar personajes, siempre beneficioso para una formación escénica completa. Se les ofrece, de esta forma, la oportunidad de demostrar su talento en papeles de primer bailarín o solista que fueron creados con esa idea: darle al público nombres propios, estrellas a las que admirar, afianzando de esa forma su relación emocional con la compañía.
Pero también es un derecho de los futuros bailarines, los estudiantes de danza que así pueden ver los títulos históricos del ballet sobre los que se asienta su arte, teniendo a las primeras figuras como referentes, por lo que su horizonte se volverá a expandir, en definitiva, hacia las múltiples direcciones estilísticas y técnicas por las que ha ido caminando la coreografía desarrollada a partir de los grandes clásicos desde hace más de dos siglos
José Carlos Martínez ha tenido muy en cuenta la historia que relata Miguel de Cervantes en la segunda parte, de 1615, de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, capítulo XXI, titulado Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos, y ha reestructurado el ballet enlazándolo, más aún, con la historia que cuenta aquél del que hablábamos al principio, La fille mal gardée –que fue realizado en París en los albores de la Revolución- ya que en ambos el amor triunfa sobre el interés del matrimonio por dinero y posición.
Ha apostado Martínez por un Don Quijote donde se baila mucho y muy bien. En todo momento nos ofrece saborear saltos, giros y pequeñas variaciones de los bailarines, mientras la trama continúa, apreciando también la perfilada pantomima que subraya la comedia del primer y tercer acto.
Desde el primer momento, la versión del director de la CND es un deleite. Lo español está aquí más potenciado con su coreografía. No sólo a través de los estupendos fandango y bolero ideados por la bailarina de la Compañía Antonio Gades, Mayte Chico, para la fiesta de las bodas del tercer acto, asimilados por los bailarines clásicos de la CND con verdadero estilo. También la creada por José Carlos Martínez está llena de detalles que la atraen hacia nuestra forma de baile, sobre todo cuando potencia el movimiento de torso, de hombros y cabeza, acrecentándose con las variaciones de las bailarinas con abanicos.
Qué decir de Joaquín de Luz, siempre impecable, seguro en sus saltos y sus piruetas, en esos cabrioles batidos con los que vuela, o en sus tour en l’air dobles terminados en perfecta posición. A De Luz se le vio feliz como Basilio, personaje que tiene todos los ingredientes para ser desarrollado disfrutando y que él perfila aún con más picaresca y dinamismo. Se siente esa «Spanish pimienta» con la que, según nos contó, iba a aderezarlo…
Con él, YaeGee Park se ha crecido como nunca. La coreana, solista de la CND -todo apunta que, de forma inminente, será primera bailarina-, sacó todo su «carácter español» para mostrarse cómica y torera, creando una Quiteria con personalidad indómita. Y si ya sabíamos de sus geniales grand jetés y equilibrios, en la noche del miércoles 16 de diciembre hizo historia también con sus equilibrios infinitos y ese momento mágico en el que levantó la exclamación del público con ¡ese attitude que llevó a pasé y luego a developpé manteniéndose sobre la punta sin inmutarse!
Esteban Berlanga también saboréo su papel de Espada con señorío, elevándose como nunca en sus saltos y expresándose con verdadero estilo patrio. Bailó junto a Aída Badía, una Mercedes que aún tiene que entrar más en el arrojo del personaje, ambos excelentes en su interpretación de la coreografía de danza española, como el resto de los bailarines, del tercer acto. Seh Yun Kim estuvo lírica y etérea como Dulcinea, ofreciendo un excelente paso a dos junto a Don Quijote para hacernos entrar en el mundo ideal que persigue el hidalgo.
José Carlos Martínez ha hecho bailar también más al personaje de Camacho, interpretado en el estreno por un estupendo Antonio De Rosa, y ha dejado a Jesús Florencio, anterior bailarín del Ballet Nacional de España y ahora coordinador artístico de la CND, sacar su baile con su cómico Sancho Panza. Esa es otra característica de los ballets narrativos de repertorio: contienen personajes para que sean interpretados por bailarines veteranos y, en este caso, también se rescató a José Antonio Beguiristain, bailarín en la CND y ahora en el departamento de comunicación, para que encarnara al Tabernero, padre de Quiteria.
No nos olvidamos de Anthony Pina, como Jefe de gitanos. Anunció ya lo que va a ser su interpretación de Basilio en los próximos días, ofreciéndonos saltos también de infarto y una fuerza que en muchos momentos nos recordaba lo cercano que está el carácter español de este campamento gitano, y en las coreografías masculinas de grupo, en concreto, con el espíritu de las Danzas Polovtsianas de Príncipe Igor, de Borodin, que coreografió Mikhail Fokine en 1909 para los Ballets Rusos de Diaghilev.
En los próximos días, muy distintos nombres y personalidades se turnarán en este Don Quijote vestido por Carmen Granell (deliciosos trajes de aldeanos en tonos pasteles), con escenografía de Raúl García Guerrero. Hay que ver a Cristina Casa, del Real Ballet de Flandes, y a Elisa Badenes, de Stuttgart Ballet, invitadas para interpretar a Quiteria, así como a Haruhi Otani y Maria Kochetkova, llegada de nuevo desde San Francisco Ballet para bailar junto a Joaquín de Luz el fin de semana pre-navideño. Y, como Basilio, a Alessandro Riga, Aitor Arrieta, Esteban Berlanga y a Moisés Martín Cintas. Además de los distintos elencos para los demás personajes. Sólo una cosa más, aunque las entradas están volando, intenten no perdérselo.