Doña Francisquita, el alma del «Eterno Madrid»

Doña Francisquita
Doña Francisquita

Ya sabemos que Cardona dirá el viejo Madrid, pero hemos preferido hacer alusión en esta primera representación de una de las obras cumbres de la zarzuela, hemos querido aludir al eterno Madrid, a ese Madrid auténtico, hermoso, acogedor, a ese Madrid en el que nadie se siente extraño porque con su gentileza, con su encanto inigualable nos hace sentirnos a todos madrileños. La víspera de la festividad de San Isidro es fecha idónea para rememorar cómo se ha cantado al eterno Madrid, en una de las partituras más ricas, más inspiradas, con una mayor entidad musical, que la hace irrepetible y fundamental en toda la historia de nuestro género lírico. Nos estamos refiriendo, ¡cómo no! , a Doña Francisquita obra en la que el maestro Amadeo Vives puso todo su entusiasmo, todo su cariño y también, todo su agradecimiento a ese Madrid eterno y maravilloso que sigue seduciéndonos continuamente, que se nos va metiendo muy adentro en el alma. Vibramos y nos sentimos madrileños en cada compás de esta joya de la música española en la que el talento, la capacidad creadora y la rica inspiración del músico supo sacar el máximo partido de un acertado libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, donde también se rinde homenaje a un madrileño inmortal como Félix Lope de Vega y Carpio que con su Discreta enamorada inspiró a músico y libretistas para trazar un cuadro lleno de belleza, de colorido, de intenso cromatismo, donde la capital es protagonista al mismo tiempo que lo es la coqueta y deliciosa Francisquita y su enamorado Fernando, con la presencia turbadora de Aurora la Beltrana, la simpática picardía del irrepetible Cardona y todos los demás personajes que se van moviendo en el desarrollo de una trama que tiene como marco envolvente el Madrid auténtico, castizo pero sin tópicos, el Madrid que, repito, bien podemos considerar eterno.

Doña Francisquita ha vuelto al escenario del Teatro de la Zarzuela y en esta vuelta se ha querido también rendir homenaje al excepcional tenor que fue Alfredo Kraus, cuando se cumplen veinte años de su fallecimiento. Homenaje al tenor, presencia en el escenario de Lucero Tena para dar, con sus castañuelas, una gran enjundia a esa gran pieza que es el fandango. Expectación máxima y una versión en la que el director escénico Lluis Pascual, juega con sus recuerdos, con sus vivencias infantiles y juveniles que también giraron en torno a Francisquita. Planteamiento más que discutible, pero que supone un ejercicio de añoranza, quizá no exenta de ternura, del prestigioso director catalán. Claro que…

Divide la acción en los tres actos que tiene la zarzuela. En el primero lo centra en una grabación radiofónica, en los años de la República. El segundo acto se sitúa en el periodo del franquismo, años 60 en un estudio de televisión. Y el tercer acto, como un gran ensayo general. Bien, como fórmula puede resultar válida, pero se da la circunstancia que si alguien ve por primera vez esta versión se queda sin enterarse de buena parte de la trama y del desarrollo de la misma. Porque se suprime todo el libreto hablado y se suple con la presencia del actor Gonzalo de Castro que, en parte, sirve de hilo conductor en un intento superficial de dar idea del argumento. Este conocido actor tiene un papel un poco exagerado en el primer acto, y mucho más mesurado y conseguido en los otros dos. Pero se pierde un libreto que es interesante, saliéndose de esa serie de libretos absurdos con que se nos obsequia en tantas zarzuelas… y óperas. Aquí el dúo formado por Romero y Fernández-Shaw consiguen un texto ágil, con gracia, con ironía, con pasión y sigue- sobre todo en el primer acto- con gran fidelidad el comienzo de La discreta enamorada del gran Lope. Doña Francisquita da un salto en el tiempo y se centra en el Madrid romántico. ¿Por qué no dejan los directores su impronta, su indudable calidad, en otros aspectos sin cambiar tanto el original? No sé qué pensarían los autores de esta adaptación. Sigo diciendo que eché de menos la fragancia, la gracia chispeante, el sentido de lo amoroso, las trapisondas de una mujer enamorada y, sobre todo, me hubiera gustado que el que se asoma por primera vez a contemplar esta joya de nuestro género lírico, se enterase bien de qué iba la cosa.

Doña Francisquita
Doña Francisquita

Pero si es discutible, con todos los respetos, la versión escénica, donde no hay disconformidad es en lo musical. Se ha respetado absolutamente todo lo que escribiera Vives. La exquisitez de sus melodías, su formidables escenas de conjunto, la riqueza de su orquestación, lo avanzado del tratamiento armónico. Todo dando como resultado una excelente versión de lo que es esta obra cumbre dentro del género. Hay dos nombres que figuran con brillo propio y por sus verdaderos méritos. La soprano Sabina Puértola muy en su papel de Francisquita, cantando con soltura, con gracia y con apasionamiento el papel que le encomienda el autor. Sinceramente me hubiera gustado escucharla en los diálogos y en cómo expresaba el perfil de su personaje donde se dan la mano la astucia y el encanto femenino. Bonita voz, sentimiento en el cantar, creyendo lo que estaba haciendo, ha sido una Francisquita muy interesante que ha entusiasmado en la fam on el atractivo y contradictorio personaje de la joven y discreta enamorada.

A un altísimo nivel el tenor Ismael Jordi. Su voz de lírico ligero quizá no ayuda demasiado puesto que parece que el papel de Fernando requiriese una voz de spinto, pero la verdad es que la actuación de Ismael Jordi, ha sido sensacional, convirtiéndose en el gran triunfador de la noche. Por cómo ha sabido dotar de credibilidad a su personaje, por su musicalidad, por sus agudos excepcionalmente musicales y redondos por su belleza. Ha cantado con gran maestría, ha cantado con pasión y utilizando una técnica irreprochable. Desde el primer momento ha convencido y ha conquistado al público. La primera escena de conjunto con su primer encuentro con Aurora y después con Francisquita ya avisaba del gran triunfo que iba a obtener, lo mismo en los dos tríos del primer acto dando siempre esa sensación de seguridad, de categoría escénica, con una voz perfectamente educada y puesto al servicio de tan importante partitura. Pero en la famosa romanza Por el humo se sabe.. ha encontrado con que el público se le entregaba enfervorizado, con varios minutos de aplausos y bravos que no hacían sino premiar adecuadamente tan espléndida actuación, nivel alto, muy alto, que se ha mantenido hasta el final. Ana Ibarra me ha parecido una convincente Beltrana, llena de apasionamiento, de desdén, coquetería y fiereza amatoria. Una voz importante que ha sabido dotar de todas sus cualidades a un personaje tan complejo, de mujer de rompe y rasga, como el que Vives asigna a la Beltrana. Formidable su dúo con Fernando – Escucha mi bien-donde ha sabido poner pasión y rabia. Irónica, segura, muy en la línea del personaje. Puede estar contenta de su actuación.

Me ha gustado Vicenç Esteve en su personaje de Cardona si bien debo reprocharle que en algún momento ha sobreactuado demasiado. Sin embargo ha cantado con gusto, con facilidad. Tiene una bonita voz, sabe emitir el sonido con suficiente técnica y todo su quehacer ha estado a buena altura. Lástima que podría haberse lucido en los chispeantes diálogos que el personaje tiene. Una buena actuación. El resto a buen nivel, muy acertados Antonio Torres, Santos Ariño y María José Suárez muy versátil y atinada. El coro ha vuelto a estar a una gran altura, en las escenas de conjunto, tan bellas, tan vibrantes y en el más reposado y sentimental coro de los románticos. Como siempre, este coro es una verdadera garantía de calidad y trabajo bien hecho. Interesante la aportación coreográfica y la orquesta ha tenido algún que otro altibajo pero, en general, ha respondido bien en la mayor parte de la obra, siendo ésta además tan exigente con la orquesta del foso. En este caso Oliver Díaz ha dirigido con buen tino y seguridad, ha dotado ala zarzuela de esa base compacta que precisa. Y mención aparte la entrañable y deliciosa aparición de Lucero Tena demostrando una vez más su maestría con las castañuelas y recibiendo el cariño de un público entregado.

En fín que termina una temporada que se ha distinguido por la calidad, con muchas más luces que sombras, dando el ejemplo de lo que debe ser el más importante teatro que acoge nuestro género lírico. Una ves más, aunque seamos reiterativos, felicitar la inteligente planificación, la programación tan interesante y el buen trabajo que se realiza para llevar a buen puerto estas importantes iniciativas.

José Antonio Lacárcel