Dramatismo total en Riders to the Sea de Vaughan Williams en Wexford

 

Riders to the Sea de Vaughan Williams en Wexford. Foto: Malone Carty
Riders to the Sea de Vaughan Williams en Wexford. Foto: Malone Carty

No es ésta una ópera conocida fuera de Gran Bretaña, donde todavía puede verse en algunas y muy escasas ocasiones. La verdad es que un auténtico dramón de los que encogen el alma a cualquier espectador.

Ralph Vaughan Williams (1872-1958) fue un compositor inglés, que tuvo una gran popularidad en vida, recibiendo numerosos honores y distinciones, estando de hecho enterrado en la Abadía de Westminster junto otros destacados compositores ingleses. No dedicó excesiva atención a la ópera, aunque llegó a componer seis, siendo la que ahora nos ocupa la cuarta de ellas. La verdad es ninguna de ellas ha tenido una gran popularidad.

Riders to the Sea se estrenó en el Royal Collage of Music de Londres en 1937, aunque la terminó de componer 10 años antes, contando con libreto del propio compositor y está basada en la obra del mismo título de John Millington. El personaje central es Maurya, una viuda que ha visto cómo a lo largo de su vida ha perdido en el mar a su suegro, a su marido y a cuatro de sus hijos varones. Cuando la ópera comienza, las dos hijas de Mauriya, Cathleen y Nora, reciben la noticia de que ha aparecido en la costa el cadáver de su hermano Michael, que había desaparecido. El último hijo superviviente, Bartley, sale en busca de su hermano con su caballo, pero tiene la desgracia de ser derribado por éste, cayendo también al mar y pereciendo ahogado. Estas desgracias han forjado el carácter de Maurya y sus dos hijas, terminando la ópera con una frase tremenda de la protagonista: Nadie puede vivir eternamente. Tenemos que estar satisfechas. Difícil encontrar una trama tan depresiva, en la que la voz va a acompañando a la música en una especia de lo que los alemanes llaman sprechgesang.

Riders to the Sea de Vaughan Williams en Wexford. Foto: Malone Carty
Riders to the Sea de Vaughan Williams en Wexford. Foto: Malone Carty

Como siempre en estas óperas cortas de Wexford la producción – en este caso de Caitriona McLaughlin – consiste en elementos de atrezzo, representado la casa de Maurya, siendo particularmente impresionante el lavado del cadáver de Bartley. Es un trabajo adecuado.

Maurya fue interpretada adecuadamente por Lara Harvey. Me produjo buena impresión Philippa Boyle en la parte de Cathleen. Bien también, Katie Lowe como Nora. Lukasz Karauda cumplió en la breve parte de Bartley. Hay una bella música coral, que fue interpretada aquí por cuatro cantantes.

La dirección musical estuvo encomendada a Benjamín Laurent, al piano.
La sala ofrecía una ocupación de alrededor del 95 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas en los aludos finales, que fueron siempre en conjunto.

La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 50 minutos. Dos minutos de aplausos. La localidad única costaba 25 euros.

José M. Irurzun