ROSSINI: “Otello”. John Osborn, Cecilia Bartoli, Javier Camarena, Peter Kalman, Liliana Nikiteanu, Edgardo Rocha, Nicola Pamio, Ilker Arkayürek. Coro y Coro Suplementario de la Ópera de Zurich, Orquesta La Scintilla. Dirección musical: Muhai Tang. Dirección escénica: Moshe Leiser & Patrice Caurier. Decorados: Christian Fenouillat. Vestuario: Agostino Cavalca. Iluminación: Christophe Forey & Hans-Rudolf Kunz. Dirección de vídeo: Olivier Simonnet. Grabación en vivo: Zurich, Opernhaus, III-2012. Decca 074 3863 (1 DVD).
Hace unos meses comentábamos la reciente aparición en DVD de la comedia de Gioachino Rossini Le Comte Ory, en una producción de la Ópera de Zurich con Cecilia Bartoli como principal figura femenina.
La mezzosoprano italiana prosigue ahora su aventura rossiniana con Otello. Y el cambio no puede ser más radical. Empezando por la propia ópera, una de las más dramáticas de su autor, que, de no haber sido eclipsada por su homónimo verdiano, ya se había convertido en uno de sus mayores éxitos durante todo el siglo XIX. El montaje de Moshe Leiser y Patrice Caurier no permite ninguna concesión. Si antes jugaban abiertamente la baza de la diversión, aquí crean una atmósfera opresiva y claustrofóbica que termina ahogando a los personajes.
Rossini cinceló el papel de Desdemona –mucho más elaborado que en Verdi, hasta llegar a ser la auténtica protagonista de la ópera- para mayor gloria de la “prima donna” madrileña Isabel Colbrán, entonces en el apogeo de sus posibilidades (y que unos años después se convertiría en su esposa, después de haber sido la amante del empresario Domenico Barbaja). Cecilia Bartoli sale completamente airosa de un papel erizado de dificultades técnicas y expresivas, y si en la Condesa Adèle apreciábamos todo su potencial cómico, aquí vemos su otro lado, el trágico, igualmente convincente. Borda literalmente la “Canción del sauce” (claro precedente de la famosísima del Otello del autor de Busseto), uno de los momentos más hermosos de la partitura y uno de los escasos remansos líricos, en el que su voz es contestada por el doliente gondolero que recita las palabras de Dante en la “Divina Comedia” (y que ella misma escribe en el muro de su habitación, en un signo premonitorio), creando un efecto realmente mágico.
La diva romana se enfrenta nada menos que a 5 tenores (!), tres de los cuales con cometidos muy comprometidos. Así era el elenco de la compañía napolitana donde se estrenó la pieza en 1816, que contaba, entre ellos, con los legendarios Andrea Nozzari (Otello), más dramático, cercano al “baritenor”, y Giovanni David (en su rival amoroso Rodrigo), al que podríamos considerar un tenor “di grazia, completando la terna, como el sinuoso Yago –papel más de carácter-, Giuseppe Cicimarra. Son registros casi imposibles de encontrar hoy en día, aunque hay que aplaudir a la Ópera de Zurich por el reparto conseguido. En el rol titular, John Osborn no posee una voz especialmente bella, pero en este tipo de desafíos (como el Arnold del también rossiniano Guillaume Tell o el Pollione de Norma) cumple con creces, gracias a su sólida preparación, su disposición técnica, sus valientes ataques y la firmeza en el agudo. Más bello es, desde luego, el timbre del mexicano Javier Camarena, cada vez más afianzado en este repertorio, así como el uruguayo Edgardo Rocha. Todos ellos, además, son magníficos actores.
Al frente de la orquesta de instrumentos originales “La Scintilla”, con sus sombríos colores, la dirección musical de Muhai Tang responde también a ese ambiente tenebroso, del que no hay esperanza de salir. Para muchos, sin duda, un Rossini sorprendente y muy distinto al que estamos acostumbrados a ver y oír.
Rafael Banús Irusta