“Jamás de amor yo gozaré si no gozo de este/ amor distante, pues más noble y mejor no lo /tendré en ningún lugar sea cerca o lejos.” Jaufré Rudel, príncipe de Blaye.
Algún autor definió a la Ópera como “Canto de amor y muerte”. Casi no hay titulo de este género que no contenga alguno de estos ingredientes. Aislado en soledad en el cosmos universal el ser humano busca siempre realizarse en este mundo con un ser cercano y semejante a si mismo. Grandes amores son temas de estas historias que luego se vuelven teatro y música: celebres parejas pueblan la literatura lírica desde que nació este híbrido de poesía y música en el teatro: Orfeo y Eurídice, Romeo y Julieta, Pelleas y Melisanda, Calisto y Melibea, Tristan e Isolda, Don Quijote y Dulcinea. Trovadores y poetas han cantado esas historias donde a veces ellos mismos son los protagonistas. Dante y Beatriz, Petrarca y Laura. A todos estos tenemos que agregar obligatoriamente a Jauré y Clemencia, protagonistas de la ópera “L´amour de loin”, EL AMOR DISTANTE, de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, estrenada en latinoamérica en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México el domingo 31 de marzo de 2019.
Estrenada en el Festival de Salzburgo, Austria, el 15 de agosto de 2000, esta obra tiene un libreto en francés del escritor franco-libanés Amin Maalouf rico en alusiones a los sentimientos, pasiones, imaginaciones,fantasías, de dos amantes distantes, Jaufré Rudel, príncipe de Blaye y Clemencia, condesa de Trípoli. Un tercer personaje, un Peregrino sin nombre propia, completa el trío de personajes protagonistas de esta deliciosa ópera, que yo no conocía, y que me llenó de alegría y placer en esta nueva producción que mantuvo al auditorio hipnotizado y fascinado con un gran poema y la música atmosférica, envolvente, mágica y fascinante, inundada de timbres y texturas luminosas y sorprendentes, con una orquestación moderna y original, plagada de sonoridades nuevas y elocuentes, y un canto lleno de emoción y pasión. El coro, a la manera clásica heredada de los griegos, completa las acciones comentando y subrayando, matizando, acompañando, complementado y dotando de voces esa armónica amalgama feliz.
La acción dramática está compuesta de cinco actos continuos donde se nos cuenta esta aventura amorosa que fácilmente podríamos resumir: harto de la mundanal vida cortesana, el poeta Jaufré añora un amor diferente comprendiendo que nunca podrá encontrarlo. “Bella. sin la altivez de la belleza/ noble, sin la altivez de la nobleza/ piadosa, sin la altivez de la piedad.” Así sueña y canta a esa mujer que piensa que no existe. “Tengo a Nuestro Señor por verdadero. / Por Él veré el amor de lejos…” Un Peregrino que lo escucha le dice que esa mujer si existe. Que él la ha visto y la conoce. Se trata de Clemencia, la condesa de Trípoli. El Peregrino viaja a Trípoli y habla con ella. Regresa al castillo y le dice al trovador lo acontecido. Ambos personajes se enamoran apasionadamente y si remedio el uno de la otra. “Porque ninguna dicha anhelaría tanto como gozar de ese amor distante.” Sin conocerse. El poeta decide viajar a conocer a su amada. Con el Peregrino hacen el viaje por mar. Ya va enfermo. La travesía lo agrava de su mal. Todavía, ya agonizante, logra conocerla. Se confiesan su recíproco amor. Jauré muere en los brazos de Clemencia. Ella se va a un convento. Allí dice esta plegaria: “Si te llamas Amor, solo a ti adoro, Señor. / Si te llamas Bondad, solo a ti adoro. / Si te llamas Perdón, solo a ti adoro, Señor/ si te llamas Pasión, solo a ti adoro.” Y termina la Ópera: “Señor, tu eres el amor./ Tu eres el amor distante.”
El elenco contó con artistas que supieron llevar a buen puerto esta obra maestra de la ópera. El Director concertador fue el mexicano José Areán, quien hizo un trabajo notable con esa partitura de dificultad extrema. La estudió a fondo durante tres años cuando pensó que un día se estrenaría en México. Lo logró. Conjunto a la Orquesta y al Coro del Teatro de Bellas Artes logrando un sonido esplendente y espectacular. La dirección de escena, sobria y seria, inspirada, fue de Mauricio García Lozano. La escenografía abstracta e hipnótica, de Jorge Ballina, intemporal, dio marco a esa alucinante música. Los cantantes, especialistas de alto nivel técnico y de musicalidad impresionante, lograron dar vida a esos personajes conmovedores y excelsos. El barítono finlandés Jaakko Kortekangas, es el príncipe trovador-poeta enamorado del amor, personaje creíble y seductor en su agonía del amor realizado en la muerte. La soprano polaca de voz bella y presencia encantadora lo bordó con pasión, emoción y sutileza, Agnieska Slawinska, cuyas notas filadas de aire interminable se escuchan muy poco. La mezzosoprano mexicana internacional Carla López-Speziale, en el travestido Peregrino, brinda un personaje lleno de ternura que se encarga de unir en sus viajes a esos enamorados a quienes logra enamorar con los versos sublimes de amor que cautivan a los dos amantes lejanos. Los subtítulos en español realizados por Méndez Padilla Francisco mucho contribuyeron para entender perfectamente la trama de esa leyenda medieval.
Feliz resultó este estreno con un solo contratiempo: una falla en el motor que movía los elementos escénicos del mar en la travesía del poeta y el Peregrino, nos impidió ver la escena cuarta de la misma manera, puesto que los personajes cantaron esta parte a telón bajado en el proscenio. Salvo esa falla disfrutamos de esa ópera novísima que nos confirma que después de más de cuatrocientos años el género sigue vivo y creativo.