El arte inspirado de la Urmana

Violeta Urmana
Violeta Urmana

Me causó extrañeza la poca asistencia para el recital de Violeta Urmana en el Palau de les Arts. Una diva de ese calibre que ha dejado grata memoria en el templo de la ópera valenciano (¡ay aquella Kundry paradigmática con Maazel paralela a la que se ha aplaudido en los más afamados coliseos del mundo!) merecía, sin duda, una mayor audiencia. No importa, los aplausos que la obligaron a conceder tres bises, demuestran bien a las claras la satisfacción de la asistencia, por una audición en la que primó el primor canoro, la dignidad en el decir, la intención en el fraseo y sobre todo la creatividad inspirada de una gran artista. Al piano estuvo Helmut Deutsch que no en balde pasa por ser uno de los mejores (si no el mejor) pianista austriaco para acompañar lied, como lo demuestra el que su teclado ha seguido a Cotrubas, Damrau, Streich, Kaufmann y hasta al histórico Hotter, entre una interminable lista de primeras figuras con las que ha demostrado su dicción primorosa, su fraseo fascinante, su magistral dominio del pedal y la facultad de respirar con los cantantes desde el teclado. 

Urmana compareció con un vestido de lentejuelas con aguas azuladoañiles, elegante y llamativo a un tiempo, que potenciaba su presencia de diva señorial dueña, además, de una naturalidad comedida. En su recital de lieds de Schubert y Richard Strauss, demostró conservar aún unas facultades sólidas y lo que es más importante una musicalidad y un destacado talento, que la llevó a interpretar las tres primeras piezas de Schubert con una voz regulada con el fin de dar elasticidad a sus cuerdas vocales, pero con una emisión audible en la que primaba un registro grave suntuoso. También es cierto que se manifestó en la primera obra un leve vibrato en la voz, que desapareció por ensalmo en cuanto la cantante lituana, fue señora de su emisión. El repertorio ha estado muy bien servido, tanto en actuaciones en vivo, como en la discografía, por otras colegas como Lott, Baker, Ludwig, Popp, por supuesto Schwarzkopf y más recientemente Damrau, pero Urmana lleva muy bien el agua a su molino, ofreciendo versiones personales, muy humanizadas, lejanas de otras referencias, llenas de intensidad expresiva en las que luce su grave  fornido, su centro aterciopelado, de reluciente cristal y un brillo traslúcido rico en armónicos con refulgencias, a partir de la zona del passaggio, muy propios de una voz falcon, como la suya. Hay que decir que la cantante aún conserva un apoyo diafragmático, un fiato y un ataque a la región aguda muy consistentes. Buena prueba de ello es que cantó todo el concierto sin concederse un descanso ni abandonar el escenario, entre lied y lied en ambas partes. 

A cada compositor le otorgó las premisas de su música. La delicadeza íntima y sentimental en Schubert y la intensidad efusiva en Strauss. Fue muy lírica en «Der Blumen Schmerz», «Waldesnacht», «Die Gebüsche», y expresiva en «Sternennächte», (con una voz que llenaba el espacio», en «Der Zwerg» y en «Allmacht», (con gran intensidad en la modulación) de Schubert. Incentivó la melodía con sugestión en «Lob des Leidens», «Mit deinen blauen Augen», «Aus den Liedern der Trauer», «Freundliche Vision» (subrayando el intencional motivo made in «Der rosenkavalier») y en «Schlechtes Wetter» exhibiendo un sensitivo fiato en pianísimo;  efusión en «Befreit»,  «Winternacht», «Wer hat’s getan», «Winterweihe», (acentuando muy bien el ritmo) «Schön sind, doch kalt die Himmelsterne» (con un manejo muy sutil de los reguladores) y vehemencia en «Ein Obdach gegen Sturm und Regen» exhibiendo la lozanía de toda la dimensión de su registro  en «Wie sollten wir geheim sie halten» a la que dio postulado de aria operística, y con la que concluyó su concierto. 

Antonio Gascó