‘El barberillo de Lavapiés’ en el Teatro de la Zarzuela: Lamparilla vuelve a su casa

                                                       Barberillo Teatro Zarzuela Por José Antonio Lacárcel

  • Con esta espléndida producción de El barberillo de Lavapiés, la gran obra de Barbieri, se cierra la temporada lírica del Teatro de la Zarzuela.

Lamparilla ha vuelto a su casa. Ha vuelto al Teatro de la Zarzuela donde vio la luz primera un 18 de noviembre de 1874.  Estuvo hace poco más de dos años, allá por el 2019 cuando todavía no sabíamos de pandemias. Estuvo entonces y brilló con luz propia. Y ha vuelto ahora, en la noche del miércoles 15 de junio, para reencontrarse con su público, con sus amigos, con su Madrid del alma, ese Madrid que se debate entre el costumbrismo como salido de un tapiz de Goya, ese Madrid que irradia las esencias de un pueblo y que, al mismo tiempo, consigue encontrar la definición musical más pura, auténtica, pletórica de calidad y belleza, gracias al talento de un músico excepcional como fue Barbieri y a un libretista afortunado, Luis Mariano de Larra, hijo del desgraciado y brillante Fígaro, o Pobrecito Hablador, o simplemente el gran Mariano José de Larra. Todo ello confluye alrededor de un personaje epítome del Madrid popular, no del Madrid prefabricado por algunos, sino del auténtico, del puro, del que todavía se respira al pasear por la calle Mayor, o cuando se va uno a la vera del Palacio Real, o se da una vueltecita por el Retiro. Madrid castizo, intenso, auténtico. Madrid que se vuelve sublime gracias a una partitura inspirada –¿he dicho inspirada? – no, mucho más, un verdadero derroche de belleza, de gracia, de ingenio, de picardía y también de lirismo que se va extendiendo a lo largo de toda la representación y que el público consigue asimilar y hacer suya. Un regalo musical que nace de la esencia misma de un pueblo. Barberillo Lavapiés

Un momento de la representación de ‘El barberillo de Lavapiés’ (c) Javier del Real – Teatro de la Zarzuela 2022

Lamparilla es, quiero pensarlo así, algo como el paradigma del pícaro, pero un pícaro honrado, un pícaro que lo es por su gracejo, por su desenfado, por su ingenio. Y es también un hombre consecuente, una persona enamorada de la gracia y majeza de la Paloma, hasta ponerse en peligro por ayudar a la muchacha –verdadera  maja de rompe y rasga–  en sus implicaciones conspiratorias y políticas. Tanto Larra como sobre todo Barbieri consiguieron dibujar con brío a los dos personajes centrales de la obra. Se presentan ellos mismos. Cuando Lamparilla saluda diciendo: “Salud, dinero y… bellotas”, o como cuando Paloma nos pone en antecedentes al salir cantando en su airosa romanza: “Como nací en la calle de la Paloma..”. Ahí ya quedan definidos ambos: una maja de las de verdad, bella, inteligente y un delicioso personaje en el que se conjugan la picardía, la gracia y la capacidad para llegar a todo el mundo. Por eso son tan populares en escena y por eso se nos meten tan adentro y nos llenan. Porque están plenos de autenticidad, porque nos dejan el delicado sabor de la gracia, del tronío, de la majeza en el sentido más noble de la palabra. Barberillo Lavapiés Teatro Zarzuela

En esta magnífica obra, Barbieri ahonda en lo español y hace posible ese viejo sueño de un género auténticamente nuestro que muchos pedantes rechazan sin conocerlo. Ahí está preconizando lo que va a ser el auténtico nacionalismo musical español que culminará con las figuras señeras de principios del siglo XX, las cuales tienen una fuente bien importante en la figura de Barbieri, crítico, compositor, director de orquesta, cantante, director de coros, incansable investigador –a él debemos el descubrimiento del Cancionero de Palacio o Cancionero Barbieri– y sobre todo gran catalizador de la música que parece nacer del pueblo y es ennoblecida. Son muchas las hermosas obras de Barbieri –Galanteos en Venecia, Jugar con fuego, Los diamantes de la Corona, Pan y Toros– pero sobre todo Barbieri es grande, indiscutible, en este Barberillo, donde la calidad se da la mano con la majeza, lo popular con el sabio aprovechamiento musical, la gracia espontánea con la reflexiva aportación de un compositor exigente consigo mismo y que entiende la música española. El Barberillo de Lavapiés es un auténtico símbolo, una culminación, un brillante corolario, un hallazgo definitivo que marca un camino –que muchos no siguen– para la creación lírica española.

El barítono Borja Quiza en ‘El barberillo de Lavapiés’ (c) Javier del Real – Teatro de la Zarzuela 2022

Lamparilla vuelve a su casa tras casi tres años de ausencia y con la misma fortuna: el público vuelve a abarrotar el teatro para aplaudir lo mejor del casticismo, lo más sublime de lo popular, con esas tiranas, con esas seguidillas, con esas caleseras, con esa incrustación aristocrática de los personajes de la Marquesita y don Luis de Haro, que se unen a los dos majos, Paloma y Lamparilla, por especiales circunstancias. Y esta majeza a la que nos referimos no rebaja el nivel artístico de la partitura, sino que Barbieri sabe ennoblecer cualquier momento. Estoy pensando en el gracioso dúo del segundo acto cuando Paloma le cuenta a Lamparilla lo que ha hecho para librarlo de la prisión y este le contesta que eso es muy poco, que él quiere amor. Paloma le replica y ante la insistencia del barbero la Paloma le dice eso de “téngase allá”. Y cuando Lamparilla le pide que no sea tirana, se arranca Paloma con unas tiranas, tan hermosas, tan auténticas, tan inspiradas que la música se le mete a uno en el alma porque estamos oyendo y porque estamos sintiendo algo muy nuestro. Barberillo Lavapiés Teatro Zarzuela

Se suceden los momentos llenos de brillantez, donde la música ofrece todo lo que el libreto va pidiendo. Esa entrada de los estudiantes, esas seguidillas vibrantes, hermosas, interrumpidas por el algo siniestro proceder de la guardia walona.  La ya aludida romanza de la Paloma, el encantador terceto, la jota de los estudiantes, el coro de costureras tan formidablemente resuelto por Barbieri, los dúos de las majas y el vibrante final de las caleseras. Madrid puro, Madrid del XVIII y Madrid que sirve de base y de nudo argumental para una serie de obras –de desigual calidad– que tienen a Madrid como protagonista y que culminarán en el siglo XX con la gran aportación de Vives, con su Doña Francisquita, con la que el catalán quiso homenajear al Madrid que tanto había contribuido a sus propios éxitos musicales.

Estamos ante la misma producción que se llevó a cabo en 2019, o sea que hemos vuelto a disfrutar de la acertada dirección escénica y la adaptación del texto de Alfredo Sanzol. La práctica escenografía que simula los callejones de Madrid, el espléndido vestuario de Alejandro Andújar, la acertada coreografía de Antonio Ruz y la buena iluminación de Pedro Yagüe contribuyen a que no solamente se revalide el éxito obtenido hace tres años, sino a superarlo. A ello también ha contribuido la buena dirección –en líneas generales– del maestro Pérez Sierra de tal manera que lo vivido el miércoles pasado constituye un momento único. Bien la orquesta; aunque hubo un principio que me pareció algo titubeante fue tomando cuerpo y reafirmándose a lo largo de toda la obra. Los coros que en Barbieri tienen una especial importancia, lucieron también con seguridad y auténtica musicalidad en todo momento. Una vez más la mano de Antonio Fauró fue decisiva para el buen resultado de todos los momentos  corales. Y me gustó por su aplomo y sobriedad la Rondalla Lírica de Madrid Manuel Gil. Barberillo Lavapiés Teatro Zarzuela

Cristina Faus es Paloma en ‘El barberillo de Lavapiés’ (c) Javier del Real – Teatro de la Zarzuela 2022

En el apartado de solistas, Borja Quiza dio vida a un sensacional barberillo. Su bonita voz, el timbre tan musical que posee, su enorme capacidad gestual, su pericia interpretativa, su gracia, sin caer en lo chocarrero, con una simpatía y un dominio de escena verdaderamente admirables hicieron las delicias del público. Cantó bien, muy bien, estuvo gracioso, natural, pícaro cuando la ocasión lo requería y siempre al servicio de un personaje tan atractivo como Lamparilla. Si en la anterior ocasión me encantó la versión de Quiza, en este año 2022 me atrevo a decir que supera ampliamente su anterior buena actuación. Cosechó aplausos encendidos y tan justos por su meritorio quehacer. Bien satisfecho puede estar de su contribución tan decisiva al éxito de toda la representación.

Otro nombre importante, decisivo es el de Cristina Faus. El atractivo personaje de Paloma encuentra en ella a la intérprete ideal. Tiene una bonita voz de mezzo, con una gran seguridad en el registro alto, donde llama la atención su espléndida afinación. Y esta voz bien timbrada supo ponerla al servicio de su personaje, dándolo todo, consiguiendo hacer una Paloma mucho más que creíble, una Paloma llena de gracia. Cantó de forma excelente su romanza inicial, en el dúo de las tiranas estuvo, como Quiza, a una gran altura y ante las atronadoras ovaciones decidieron bisar las tiranas. Un acierto. Se compenetró a la perfección con su oponente masculino y ambos, juntos, alcanzaron un merecido triunfo.

A buen nivel estuvo el tenor Javier Tomé encarnando al personaje de don Luis. Tiene una voz bonita que sabe emplear con sentimiento y su técnica interpretativa es muy buena. Junto a él Cristina Toledo (en sustitución de Maria Miró) dio vida a la marquesita y cantó con corrección su papel, con una voz dulce a la que quizá le faltara un poco de potencia.  El resto de solistas también colaboraron decisivamente al éxito de la representación. Gerardo Bullón y Abel García convencieron en sus breves intervenciones, y Carmen Paula Romero cumplió con gracia y donosura en su pequeño papel, bien secundada por Ricardo Rubio y Felipe Nieto, como los estudiantes. Ya antes me he referido a lo acertado de la coreografía y no sé si se me pasa algo, pero la verdad es que hemos disfrutado con el mejor Barbieri y con el encantador dúo de Paloma-Cristina Faus y Lamparilla-Borja Quiza. Con todo merecimiento, Lamparilla ha vuelto a su casa y lo ha hecho entrando por la puerta grande. Mi más sincera enhorabuena a todos. Barberillo Lavapiés Teatro Zarzuela

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Teatro de la Zarzuela, 15 de junio de 2022. El Barberillo de Lavapiés, música de Francisco Asenjo Barbieri y Luis Mariano de Larra, en una adaptación de Alfredo Sanzol. Dirección Musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: Alfredo Sanzol. Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar. Iluminación: Pedro Yagüe. Coreografía: Antonio Ruz. Ayudante de dirección de escena: Beatriz Jaén. Reparto. Lamparilla: Borja Quiza; Paloma: Cristina Faus; Marquesita del Bierzo: Cristina Toledo; Don Luis: Javier Tomé; Don Juan: Gerardo Bullón; Don Pedro: Abel García. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Opera World