El Caballero de la rosa en Bogotá: dinamita dentro de una porcelana rococó

El fructífero tándem formado por Ricardo Strauss y Hugo von Hofmannsthal, —que ya había creado la audaz y compleja Elektra, estrenada en Dresden en 1909—, quiso componer una obra que tuviera éxito alejándose aparentemente del espíritu transgresor de esta. Der Rosenkavalier, estrenada en esa misma ciudad dos años más tarde, será la respuesta. Situada en tiempos de la emperatriz María Teresa la ópera tiene el aspecto de una azucarada recreación de la galante corte rococó. Pero pronto devela su inquietante contenido —no carente de tintes y paralelismos mozartianos— gracias a la hipnotizante, obsesiva, y envolvente amalgama musical de orquesta y solistas y a una trama, salpicada con toques de humor, en la que se denuncia la doble moral, el machismo, la decadencia de la aristocracia, el arribismo burgués y en la que se revelan el miedo a la vejez, el oportunismo, el erotismo, la ligereza de la juventud. Desde los dos posibles títulos originales: Ochs o El caballero de la rosa, se hace evidente el pulso entre von Hofmannsthal y Strauss, entre la ópera bufa y el drama trágico, premonición de la caída de un imperio.

Su puesta en escena es, obviamente, supremamente difícil tanto por el altísimo nivel y la dificultad musical y actoral para cantantes y orquesta así como por su montaje debido a la variedad y riqueza del vestuario, escenografía e iluminación. Tanto así que, hasta la fecha en Latinoamérica, solo la había hecho el Teatro Colón de Buenos Aires. En Bogotá fue realizada mediante una coproducción de la Ópera de Colombia, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el Teatro Municipal de Santiago de Chile y la Orquesta Filarmónica de Bogotá OFB y sus agrupaciones: Orquesta Filarmónica Juvenil, Coro Filarmónico Juvenil e integrantes del Coro Filarmónico Infantil. La dirección musical fue de del español Josep Caballé-Domenech, la escénica del argentino Alejandro Chacón, escenografía de Sergio Loro (España), vestuario y caracterización de Adán Martínez (Uruguay), iluminación de Jheison Castillo (Colombia), preparación musical de Mark Hastings (Estados Unidos).

Hay que destacar la altísima calidad de sus solistas, recordemos algunos. La norteamericana Angela Brower, como Octavian y el alemán Franz Hawlata, como Barón Ochs von Lerchenau desarrollaron de manera integral tanto las complicadísimas melodías como el exigente peso actoral que sus papeles demandan. La Mariscala, Michaela Kaune (Alemania), es una experta intérprete de Strauss. Recordemos, a manera de ejemplo, su grabación de Canciones orquestales con la NDR Radiophilarmonie dirigida por Eiji Oue. El barítono Robert Bork (Estados Unidos) supo trasmitir ese doble papel tragicómico del arribista Faninal y la intrigante Annina fue sabiamente interpretada por la sueca Martina Dike.

En cuanto al gran aporte colombiano, la OFB —que, hay que decirlo—, comenzó algo fría pronto se situó en un alto nivel que supo mantener esa exquisita tensión que caracteriza a Strauss. Los niños del Coro Filarmónico Infantil estuvieron divertidísimos para el público e insoportables para el pobre Ochs, el bajo barítono Valeriano Lanchas destacó por su cómico notario y el promisorio tenor Iván Yesid Benítez(Colombia) cantó y actuó los papeles de mayordomo y posadero. Durante todas las funciones se le rindió homenaje a Adán Martínez, vestuarista y diseñador de maquillaje uruguayo que llevaba más de 20 años trabajando para la Ópera de Colombia y que falleció antes de ver sus creaciones para El Caballero… en el escenario. En total participaron 80 músicos en el foso, una orquesta interna de 26 integrantes, 40 cantantes y 23 actores.

Coda

En el mes de septiembre, los bogotanos tuvieron la oportunidad de escuchar el Danzón No.2 del compositor mexicano Arturo Marquez en dos interpretaciones magistrales: primero en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, la transcripción hecha por el aclamado pianista francés Simon Ghraichy, de raíces mexicanas y libanesas, una de las estrellas del prestigioso sello clásico Deutsche Grammophon. Pocos días después, en el Teatro Colón, en el Concierto Paz sin fronteras, el propio compositor dirigió a la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de la Universidad Nacional de Colombia en la interpretación de la misma pieza, ícono ya de la música latinoamericana de nuestro tiempo.

Juan David Giraldo