Cantor de México» Les Arts Por Pedro Valbuena.
El Cantor de México, el éxito de una opereta en Les Arts.
El Cantor de México es el único título que se presenta esta temporada en el ciclo de Zarzuela, aunque en sentido estricto, no lo sea. Estrenada en el Théâtre du Châtelet en 1951 se halla más próxima a la opereta en cuanto a su estructura, y al musical de Broadway respecto a su estilo. Cantor de México» Les Arts

La música de Francis López (1916-1995), orquestada con gran maestría, no muestra demasiada originalidad, ya que se trata de una recopilación, más o menos variada, de melodías populares o a la moda del momento. El estreno tuvo una calurosa acogida y desde entonces varias de sus arias han gozado de gran popularidad, a pesar de defectos tan notorios como la acentuación equivocada de algunas palabras. El ejemplo más irritante es precisamente el de la melodía más conocida, que comienza acentuando la palabra México, como grave y como aguda, pero evitando su forma proparoxítona. Cosillas parecidas se suceden a lo largo de la partitura. Armónicamente se recorre un largo camino desde los aires clásicos de la marcha militar, hasta el nacionalismo vasco de Maitechu, pasando por el jazz o el bolero. Todo ello con el fin de lograr una obra ligera, dirigida al público burgués de mediados de siglo que la recibió con entusiasmo. El Cantor se ha repuesto varias veces con gran éxito desde su estreno, y la presente producción pertenece al Teatro de La Zarzuela. El argumento, supuestamente hilarante, no va más allá de la típica comedia policoral en donde reinan el caos y el desorden. La trama (el teatro dentro del teatro) no es muy innovadora, como tampoco lo es el convencional catálogo de personajes. Cantor de México» Les Arts
El largo elenco no permite hacer una observación de cada intervención, pero en general todas estuvieron bastante acertadas. Jose Luis Sola, con su papel de Vicente, cargó sobre sus hombros con la mayoría del peso musical. Se trata de un rol particularmente exigente, ya que visita la zona sobreaguda del registro de tenor en muchas ocasiones. Además se le exige tenuto, falsete y otros recursos arriesgados. Sola convenció con su voz ligera y afinada, y no tuvo problemas de fiato. Por el contrario, en el patio de butacas todos conteníamos imaginariamente la respiración. La Cricri de Silvia Parejo resultó sensual e ingenua. Su voz, coloreada con un timbre muy particular, estuvo muy bien complementada con su gestualidad, lo que hizo creíble su trabajo. Enrique Baquerizo encarnó al señor Cartoni, baritoneando de acá para allá con un personaje mezcla de pantomima y pundonor. Rossy de Palma, el gran reclamo del cartel, tiene un bagaje sobre las tablas tan sólido que pudo defender el arquetípico papel de vedette insoportable y mimada sin mayor problema, cantando con una aproximación al pentagrama bastante razonable. No obstante erró al escoger el soniquete de la voz hablada de Eva Marshall, que se parecía demasiado al de la Señorita Cécile, graciosamente interpretado por Ana Goya.
El Cor de la Generalitat estuvo entregado y aportó tanta energía que a veces costaba trabajo desligarlo del cuerpo de baile, que por cierto lo hizo muy bien. Alegres y felices corretearon de un lado a otro del escenario, encaramándose al decorado y desarrollando una coreografía que ya entrañaba una cierta dificultad en si misma. Y es que los directores de escena cada vez buscan colaboradores más interdisciplinares.
La Orquestra de La Comunitat Valenciana sonó tan bien como siempre, y también como siempre, un poco fuerte, sólo que en este caso la descompensación se evidenciaba más por su carácter de acompañamiento, más definido que en las óperas, y también por el hecho de que las voces son más ligeras que en el gran género. No obstante, consiguieron un grado de conjunción casi perfecto, si bien es cierto que esta orquesta ha tocado partituras bastante más difíciles. Bajo la dirección de Óliver Díaz todos los músicos parecieron sentirse cómodos, fluyendo en esa especie de swing tan necesario en este estilo. Cantor de México» Les Arts
Dejo para el final el comentario de la escenografía (Daniel Bianco) que fue, en una palabra, deslumbrante. En primer lugar, fue variada, lo cual es ya de por si bastante de agradecer. Por desgracia ya nos hemos acostumbrado a justificar la crónica carencia de recursos de los teatros a través del minimalismo o el arte conceptual, pero en esta ocasión y para sorpresa de todos, el escenario fue rico, variado, exagerado, dinámico y muy barroco. Todo ello dicho con intención de alabanza, porque a esta obra el exceso de floripondios y lucecitas varias le ha ido que ni pintado. La transición entre los diferentes sets fue muy ágil, a pesar de que algunos de ellos implicaban todo el campo visual, y requerían de la movilización de muchos elementos. Estupendo trabajo también tanto en la iluminación de Eduardo Bravo como en la puesta en escena de Emilio Sagi, que ha sabido poner en circulación a tantísimas personas sin interferencias destacables, sincronizando el caos digno de un guión de Azcona.
Al final todos lo pasamos muy bien, la experiencia resultó refrescante, y sobre los acordes del coro final el público se arrancó apasionadamente, mientras premiaba con un gran aplauso el saludo de los intérpretes. Servidor no se atrevió por aquello de no perder la entereza de quien debe darles una valoración objetiva de lo acontecido, pero ganas no me faltaron.
Valencia, 4 de noviembre de 2022. Palau de Les Arts. Dirección musical, Óliver Díaz. Dirección de escena, Emilio Sagi. Escenografía, Daniel Bianco, Vestuario, Renata Schussheim. Iluminación, Eduardo Bravo. Coreografía, Nuria Castejón.
Solistas: Etxebar, Jose Luis Sola, Silvia Parejo, Rossy de Palma, Enrique Baquerizo, Toni Marsol, Jose Luís Martínez, Ana Goya, María José Suarez, Nogare Navarro, Miguel Huertas, Eduardo Carranza, José Rabasco, Antonio Márquez, Antonio Gómiz.
Cor de la Generalitat Valenciana. (Director, Francesc Perales) Orquestra de la Comunitat Valenciana.