El Castillo de Barbazul/Winterreise. Bartok/Schubert. Gante

Barbazul2.bruselas

 

La sana rivalidad que se vive en Bélgica entre sus dos compañías principales de ópera, La Monnaie y la Ópera de Flandes, da lugar a un duelo de temporadas, que se contraprograman casi inconscientemente. Si en La Monnaie estrenan la última ópera de Philippe Boesmans (Au Monde, quizá su obra maestra), en su vecina flamenca, después del polémico montaje de Bieito y Jurowski de Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk, se atreven con un inédito programa doble El castillo de Barbazul de Béla Bartók y libreto de Béla Balázs, y el ciclo Winterreise de Schubert, esta vez con una original versión teatralizada. Como hilo conductor, se plantea acertadamente la temática de la soledad del hombre (Barbazul y el Viajero, respectivamente).

En la visión del director de escena húngaro Kornél Mundruczó, Barbazul es un trasunto de Drácula. Pese a que por cercanía geográfica pueda encajar, convertir al desdichado Barbazul en un depravado vampiro depredador de mujeres es un salto demasiado brusco, propio de una compañía a que le gusta asumir estos riesgos. No termina de funcionar la propuesta por dos razones principales: la primera, que Barbazul es una ópera en esencia simbólica, por lo que una visión tan concreta y definida le resta muchos matices al personaje principal, y lo circunscribe únicamente a esa órbita tan manida que es la temática vampiresca. La segunda razón es que la sombra de Drácula es muy alargada, esto es, todo el mundo lo conoce y lo ha mitificado, de manera que es muy difícil que el espectador se sienta identificado con su destino de sufrimiento. Drácula es un Barbazul de cuento, inhumano, incapaz de amar más allá de sus apetitos sanguíneos. Así, no hay pesar ante la pérdida del amor; y la soledad, que pretendidamente era la temática principal, pasa a ser algo colateral. A todo ello se suma una excesiva carga de material escénico, que no deja nada a la imaginación, y que diluye algunas buenas ideas en un magma de recursos inconexos siempre en busca de un discurso claro.

Imposible aburrirse con esta propuesta que arriesga sin complejos y no siempre acierta. Irreprochable en lo musical, la música de Bartók llega fina y llena de expresividad al espectador; y las voces del barítono Stefan Kocan y la soprano Asmik Grigorian llenaron con soltura la pequeña sala de la Ópera de Gante. La voz de Kocan es cálida y tersa, lo que no termina de encajar con la propuesta escénica, aunque en ocasiones aparece como algo brusca y poco dúctil. Su compañera, que supo estar a la altura de un papel incluso más exigente en lo dramático que en lo actoral, nos descubrió una voz interesante con muchos matices, que corre bien en todo el registro, más sensual que bella. Tiene ante sí la difícil tarea de ser un puente entre un libreto y una escena que se contradicen (en esta producción Judith es una prostituta). Barbazul1BruselasCaptura-de-pantalla-2014-04-16-a-la(s)-21.02.33 Por su parte, el director británico Martyn Brabbins dirigió a la orquesta sinfónica de la Ópera de Flandes, que sonó delicadísima y elocuente. Sin ninguna concesión al titubeo, la tersura en la línea orquestal fue una constante. Sin duda hay detrás de la producción un profundo trabajo de ensayos, pues todo funciona en lo musical como un reloj. Tras el descanso llegó la simplicidad, en una versión teatralizada (¿trivializada?) del Winterreise schubertiano. La idea es entroncar al vampiro de la primera parte con un viajero o emigrante. Algo ciertamente difícil, habida cuenta de la poca afición de los vampiros a los viajes. Aquí se sale al paso de la contradicción gracias a la figura del mítico actor húngaro Béla Lugosi, que interpretara aquella famosísima versión en cine de Drácula. En segundo plano, se proyectan imágenes en vídeo tomadas en un centro de acogida de inmigrantes. El Winterreise queda así presentado con una óptica muy política y socialmente comprometida, cuyas alusiones al amor quedan descafeinadas por la resaca vampírica de la obra anterior y el asunto de la inmigración. De nuevo, se hurta al espectador de parte esencial de la obra, con la que Schubert plantea el viaje invernal como una estación de soledad en ese viaje en busca del amor y la calidez de un afecto sencillo y verdadero.

Una de las cosas interesantes de la colección de lieder Winterreise es que, para cada espectador, afloran unos matices distintos que van de la música al corazón del que escucha, como un bálsamo que sólo se siente sobre las heridas abiertas. En esta versión de la Ópera de Flandes hay menos espacio para esa libertad, si bien en ella se pueden descubrir ideas sugerentes. La calidad musical no se vio resentida por ninguna de estas circunstancias, y el barítono Toby Girling, acompañado al piano por un inspirado Severin von Eckardstein, fue muy celebrado por el público belga. Aunque se dejó llevar en ocasiones por cierta noñería, logra emocionar con una emisión juvenil y clara, y una presencia escénica muy atractiva. Barbazul3-bruselas Como no podía ser de otra manera, el momento más emotivo se plantea en la canción de La posada (Das Wirsthaus), en la que el viajero, al saberse rechazado e indigente, rompe a llorar desconsolado. Como ven, una visión más social que íntima, más política que amorosa. Sería injusto no mencionar el trabajo del actor Tilo Werner, que recita el prólogo de Barbazul y durante el Winterreise interpreta al guardián del centro de inmigrantes. Su cometido fue el de vertebrar ambas obras, y darle algo de sentido al lío escénico. Que lo haga conseguido, sin perturbar el conjunto, es digno de aplauso. A duras penas se sostiene este castillo de naipes que construye Kornél Mundruczó.

Pese a todo, no se puede reprochar falta de respeto hacia la música, pues la calidad de las interpretaciones queda incólume. La afición de Bélgica, inteligente y descreída, seguirá aplaudiendo estas aventuras, mientras la música suene así de hermosa. @CarlosjavierLS Carlos Javier López Sánchez   Teatro de la Ópera de Gante, Orquesta Sinfónica de la Ópera de Flandes. Martyn Brabbins (director musical) Kornél Mundruczó (director de escena) Stefan Kocan (Barbazul) Asmik Grigorian (Judith) Toby Girling (viajero en Winterreise) Severin von Eckardstein (piano) Tilo Werner (prólogo/guardián)