Pocos días antes del estreno escénico de Elixir de Amor, el Teatro alla Scala, en colaboración con la cadena de televisión italiana RAI, representaron la ópera completa -con orquesta, coro y solistas; en los pasillos del aeropuerto internacional de Milán ante la mirada atónita y curiosa de viajeros, sobrecargos, pilotos y empleados del aeropuerto que se encontraban allí en ese momento, en una idea que además de simpática y atractiva es digna de mención. Ya dentro del teatro, la colorida ambientación y vestuarios de Tullio Pericoli, con telones en perspectiva, simulaban una caricatura dentro de la cual transcurría la acción, y que transportaban al espectador a un mundo mágico y divertido, con la comicidad natural contenida en el libreto y la música. El director de escena alemán Grischa Asagaroff fue el encargado de esta puesta que fue puntual y directa, apegada al libreto y sin caer en situaciones exageradas en la actuación y las bromas, como la del mimo que acompañaba a Dulcamara, por citar un ejemplo. Sorprendente el nivel mostrado por el Coro del Teatro, una agrupación muy solida que contribuye a elevar el nivel musical de cada puesta en escena.
Al frente de la orquesta estuvo Fabio Luisi, que de manera paralela a esta producción concertaba Falstaff en Zúrich, dirigió con seguridad, dinámica, y conocimiento del repertorio, aunque algunos momentos orquestales poco sutiles cubrieron las voces y causaron desfases con los cantantes. Vittorio Grigòlo mostró arrojo e ímpetu en su interpretación de Nemorino, su actuación fue balanceada y vocalmente estuvo en un nivel superior al resto de los intérpretes. Un grato descubrimiento fue escuchar a la soprano Eleonora Buratto como Adina, de un timbre musicalmente grato, colorido, musical y nitidez en los agudos. El bajo Michele Pertusi sacó adelante el papel de Dulcamara, mas por experiencia y tablas que por sutileza en su canto. Tanto Mattia Olivieri como Belcore como Bianca Tognocchi como Giannetta cumplieron correctamente en su desempeño individual.
Ramón Jacques