El entendimiento vienés de Andris Nelsons en el Concierto de Año Nuevo

Fooy: Terry Linke

Nos queda muy cercana la última participación del recientemente desaparecido maestro letón Mariss Jansons en el Concierto de Año Nuevo en Viena de 2016, uno de los directores que más y mejor demostró su empatía con la música vienesa. Parece que ha seguido su curso en este recién inaugurado 2020 uno de sus principales discípulos, Andris Nelsons, en lo que ha supuesto el debut del director de orquesta en el concierto de 1 de enero al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena. Nelsons, de 41 años, es a día de hoy una de las batutas de mayor proyección internacional como lo atestiguan ampliamente sus lecturas de repertorio sinfónico (Beethoven, Bruckner, Shostakovich) tanto en vivo como en grabaciones discográficas al ponerse al frente de renombradas formaciones, siendo el actual director titular de la Sinfónica de Boston y Kapellmeister de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig.

A pesar de su bautismo dirigiendo la música de baile de la familia Strauss y sus contemporáneos, el maestro letón ha demostrado una complicidad ideal con los filarmónicos vieneses desde el primer minuto en esta edición número 80 del tradicional Concierto de Año Nuevo desde la Sala Dorada de la Musikverein vienesa, adornada para la ocasión con 30.000 flores de diversos colores cedidas por el Departamento de Parques y Jardines de la ciudad. La cadena televisiva ORF ha vuelto a exhibir una magnífica realización del concierto a cargo de Michael Beyer para el público potencial de 100 millones de espectadores repartidos en los 95 países del mundo en que se retransmite en directo el concierto más presenciado del año. El 250 aniversario del nacimiento del compositor Ludwig van Beethoven, los 150 años transcurridos desde el prematuro fallecimiento de Josef Strauss (que ha competido casi en igualdad de condiciones con su todopoderoso hermano Johann en número de obras programadas), el siglo y medio de vida de la propia Musikverein, sede de la orquesta vienesa, y el centenario del Festival de Salzburgo han sido todas las conmemoraciones celebradas en esta edición marcada por la abundancia de primicias, hasta un total de 9.

Ya desde la obra que ha dado inicio al concierto, la obertura de Los vagabundos de Carl Michael Ziehrer, la comunicación entre orquesta y director estaba más que constatada, sabiendo contrastar Nelsons el lirismo de la pieza con su carácter bailable en un tempo muy marcado. Las imágenes de los principales enclaves históricos y culturales de Salzburgo, la ciudad natal de Wolfgang Amadeus Mozart, sirvió para la obra que venía a celebrar los 150 años de su prestigioso Festival de música, con el estimable vals Saludos de amor de Josef Strauss, donde la particular gestualidad, en el juego de brazos, oscilante y circular, del maestro letón dibujando la estilizada línea melódica, se convirtió en una seña de identidad que le acompañó hasta el final del concierto. Menos trascendentes supusieron las piezas siguientes, la Marcha Liechtenstein de Josef y la polca lenta Fiesta de las Flores de Johann, de la que Nelsons extrajo todo su apacible encanto y donde se volvía a comprobar la afabilidad de un director que disfrutaba y se solazaba en esta música desenfadada sonriendo con mucha frecuencia. Otro hito interpretativo llegó de la mano del sugestivo vals Donde florecen los limoneros, todo un homenaje a su adorada Italia, una muestra más del encanto y el refinamiento que Nelsons supo extraer de un vals de Johann, con un controlado manejo del rubato y la paleta dinámica. De improviso del benjamín Eduard Strauss fue la polca rápida que cerró la primera parte.

El un tanto ingenuo documental que se ofrece durante el descanso del concierto se ha debido al director de cine Georg Riha y se ha centrado este año inevitablemente en la figura de Beethoven y su música perdida, que al final descubrimos con sorpresa que resulta ser las hojas que conforman la partitura de su proyectada Décima Sinfonía que una joven deposita en la Biblioteca Nacional. Una excursión desde su Pasqualatihaus a las diferentes casas en que vivió y las estancias que frecuentó el músico de Bonn en la Baja Austria, pasando entre otras por el ostentoso y lujoso palacio del príncipe Lichnowsky en Viena.

Terry Linke
Fooy: Terry Linke

La segunda parte del concierto abrió con una de las mejores lecturas de Nelsons hasta ese momento, la sensacional obertura de la opereta Caballería ligera de Franz von Suppé, donde a una brillantísima cuerda y un cálido solo de clarinete se unió un pujante y brioso ritmo de la fanfarria militar, poniéndose de manifiesto las dotes teatrales de Andris Nelsons.

Este año ha sido el primero en que se ha contado con un coreógrafo español para las obras bailadas por el Ballet Estatal de Viena, y ha sido José Carlos Martínez, exdirector de la Compañía Nacional de Danza y presente en la sala, quien ha firmado las dos coreografías que nos han presentado las tres parejas de baile, por un lado, en el vals Abrazaos, millones de seres de Johann, sobre un verso de la Oda a la alegría de Schiller que había puesto música Beethoven en su Novena Sinfonía, y que se brinda desde los salones y pasillos del Palacio de Invierno de Eugenio de Saboya; y por otro, los pases de baile a pie de calle por otras dos parejas en los adoquines del distrito de Heiligenstadt con vestuario años 50 a cargo de la diseñadora inglesa Emma Ryott en 6 de las 12 Contradanzas de Beethoven (la 7ª con el popular tema del cuarto tiempo de la Heroica), siendo la primera vez en que se ha podido escuchar música del autor alemán en esta cita anual. Entre medias, tres pequeñas e infrecuentes piezas de gran distinción, como Flor de escarcha de Eduard Strauss, una polca lírica y nostálgica sin demasiado interés. Más lo tuvo la Gavota de Josef Hellmesberger (hijo) donde volvimos a disfrutar del fabuloso fraseo de la cuerda, o el Galop postillón del conocido como Strauss danés, Hans Christian Lumbye, donde pudimos presenciar una muestra de los orígenes de Nelsons como trompetista tocando las breves frases en fanfarria que tiene esta lúdica pieza.

Un nuevo vals de Johann integrado por apreciables melodías sirvió para conmemorar la inauguración de la Musikverein hace 150 años: Disfrutad de la vida, que fue el prólogo para la archiconocida polca rápida Tritsch-Tratsch, que el letón tradujo con bufonesco ritmo. Acto seguido llegaría la que podemos considerar como la mejor interpretación de todo el concierto, la del majestuoso e inspirado vals Dinamos de Josef, cuya melodía principal resultó de inspiración al monólogo del Barón Ochs, final del acto segundo de la ópera El caballero de la rosa de Richard Strauss. Aquí la orquesta respiraba cada frase melódica desde la evanescente introducción, lectura sustentada por un rubato aún más potenciado si cabe por Nelsons que extrajo el espíritu vienés como nunca antes.

Una electrizante polca rápida Al vuelo del propio Josef sirvió para coronar el concierto antes de la felicitación de año nuevo por orquesta y director, y de las propinas de rigor, un Danubio Azul menos detallista y quizá más epidérmico que el precedente vals de Josef y la palmeada Marcha Radetzky de Johann padre cuya nueva orquestación elaborada por los propios músicos vieneses venía a desterrar la tradicional del arreglista Leopold Weninger desde 1939 por causa de sus pertenencia al nazismo, y que no ha supuesto prácticamente ninguna diferencia instrumental respecto a años anteriores. En suma, un concierto donde ha transpirado la elegancia vienesa y una encomiable musicalidad en las manos de un director de origen báltico que ha conseguido entender sin mayores problemas la idiosincrasia de la música de baile. En 2021 tendremos, por sexta ocasión, a un absoluto veterano en estas lides, el milanés Riccardo Muti.

Germán García Tomás