Norma Liceu Por Félix de la Fuente
Tan alejada de la ocupación romana de las Galias como nuestro presente de la antigua Roma, el Liceu cierra la temporada con esta incisiva producción del director Alex Ollé, estrenada en la Royal Opera House en 2016. Ese exotismo romántico de la ópera original hacia la cultura celta se reformula aquí con el vocabulario visual del cristianismo al que estamos bien acostumbrados. Y lo hace con el objetivo, eso sí, de plantear un escenario desacostumbrado: el de una facción extremista del cristianismo donde se aúnan las fuerzas armadas con las vicarias de la fe en un mismo aparato de poder. Norma Liceu
La crudeza de este escenario no es ajena a esa otra con la que Margarett Atwood afronta la distopía de El cuento de la criada (en unos Estados Unidos gobernados por una secta católica fundamentalista y militarizada) y esta Norma en el Liceu nada tiene que ver con la banal provocación, con el escarnio, ni con la ofensa al cristiano de a pie. Más bien se trata de presentar una ficción conveniente para advertirnos de la ceguera humana en la que puede convertirse, en su extremo, una visión religiosa, sea cual sea.
De ahí que los ritos de la suma sacerdotisa Norma, ahora papisa, de eviscerar animales y sacrificar seres humanos por mor de vaticinios o favores de su dios adquiera un cariz muy distinto en este contexto rodeado de crucifijos y armamento. Un cariz que nos hace empatizar, curiosamente, con lo que representa Pollione, caracterizado de traje como un político al uso de una cultura… ¿civilizada? Si se piensa en estos términos, el planteamiento de Alex Ollé supone una inversión literal de las filias románticas que despierta el libreto hacia los dos escenarios culturales, donde las simpatías del espectador, que siempre se han decantado por los galos, ahora han dejado de hacerlo.
Y sin embargo, si algo tiene de valioso este mundo con las facciones culturales replanteadas, es que el planteamiento humano del libreto de Felice Romani permanece intacto, de manera que la ópera sigue funcionando como un reloj a la hora de desarrollar esa conflictiva empatía y pasión entre personas de distintos bandos.
En este segundo reparto, la soprano tarraconense Marta Mathéu debuta con dos funciones en el rol de una Norma aún discreta, aún con desarrollo en cuanto a la complejidad emocional y sonora a la que se presta la suma sacerdotisa, un personaje singularmente claroscuro capaz de blandir desamor, rencor, compasión y el frenesí hasta el punto de idear el asesinato de sus niños. Pletórica, sin embargo, su contraparte: el procónsul Pollione de Airam Hernández, que firmó un gran segundo acto y una magnífica interpretación del dúo con su amada Adalgisa, a quien puso su hermosa voz Teresa Lervolino en una actuación más mesurada. Despuntó el bajo Marko Mimica en una gran labor como el jefe de los galos, Oroveso, y completaron el elenco los comprimarios Núria Vilà con su correcta Clotilde, la amiga de Norma, y el aplacado Flavio del tenor Néstor Losan. El maestro venezolano Domingo Hindoyan, que tan electrizante desempeño hizo en Luisa Miller parece haber optado por algo más de temple en esta Norma, con el que acunar desde el foso el canto legato de Bellini. Norma Liceu
Finalmente, la escenografía de Alfons Flores llama la atención por lo esencial de sus componentes, de modo que la trabazón de más de mil cristos en sus cruces define las frondas de madera del bosque druida original. Esta masa de crucificados, de sacrificados, sirve como perímetro del claro donde se ubican el altar, el templo y la casa de Norma, según sus piezas de mobiliario. En ocasiones estas piezas refuerzan sorprendentemente algunas escenas, como el confesionario que intermedia las confidencias de Adalgisa a Norma. En otras crean un silencioso espectáculo, como el botafumeiro que pendula en «Casta diva». Y en otras llegan a violentar, como ocurre en el salón contemporáneo de la casa de Norma en el segundo acto, donde ella y Adalgisa se cantan a corazón roto mientras los niños ven en la tele los dibujos de Orejas largas y saltan en una pelota canguro hinchable. ¡Cuánto querría uno poder aislarse escrupulosamente en la música! Pero, a la vez, ¡cuántos mundos infantiles discurren ajenos a las serias «conversaciones de adultos»!
Como decíamos, esta Norma con la que el Liceu cierra la temporada 2021-22 nos ofrece una actualización mordaz de la ópera de Bellini en clave de fundamentalismo religioso y paramilitar. Y lo hace sin corromper lo que de humano tiene el libreto para incluso llegar, por momentos, a eviscerar nuestros prejuicios.
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Gran Teatre del Liceu, 19 de julio de 2022. Norma, de Vicenzo Bellini. Dirección de escena (Àlex Ollé). Escenografía (Alfons Flores). Vestuario (Lluc Castells). Iluminador (Marco Filibeck). Pollione (Airam Hernández). Oroveso (Marko Mimika). Norma (Marta Mathéu). Adalgisa (Teresa Lervolino). Clotilde (Núria Vilà). Flavio (Néstor Losán). Coro del Gran Teatre del Liceu, director (Pablo Asante). Orquesta del Gran Teatre de Liceu, director (Domingo Hindoyan). Norma Liceu Opera World
