EL FOCO EN ALBERT FAURA, ENTREVISTA A UN ARTISTA DE LA LUZ

Albert Faura Por Majo Pérez

Hace poco hemos podido disfrutar de su trabajo en el Palau de les Arts con L’isola disabitata de Manuel García y en breve tendremos la suerte de apreciar su arte silencioso en la nueva producción que el Teatro de la Zarzuela está preparando del Benamor de Pablo Luna. Me refiero al diseñador de iluminación Albert Faura, quien lleva más de treinta años recorriendo los teatros de ópera más importantes del mundo y ha colaborado con directores de escena como Emilio Sagi, Marco Arturo Marelli, Joan Font, Josep Maria Flotats o Lluís Pasqual, por citar solo algunos nombres, y con compañías tan prestigiosas como la Fura dels Baus. Barcelonés de cuna, es un pionero en el campo de la iluminación teatral en España, no solo porque, cuando debutó, las producciones de envergadura solo contaban con iluminadores extranjeros, sino también porque es miembro fundador de la Asociación de Autores de Iluminación (AAI). De la misma fue presidente desde su creación en 1998 hasta 2012, y gracias a ella consiguió el reconocimiento de la profesión. Artista plástico de la luz, contador de historias nato, quienes han colaborado con él lo presentan como un excelente trabajador de equipo y un inmejorable compañero.

Albert Faura
Albert Faura

Es sabido que a ti la vocación te entró después de ver un montaje de Dagoll Dagom…

Sí, la vocación me llegó como en dos tiempos. El veneno del teatro me lo inocularon los de Dagom Dagoll con Antaviana. Me acuerdo del momento; había un arlequino que guardaba su vida en un puño pero en un momento de descuido abre la mano y la vida se le va. En ese írsele la vida a él, aún hoy se me ponen los vellos de punta, yo me hice más consciente de la mía. Y, más adelante, una vez que ya sabía que quería dedicarme al teatro, fue viendo El despertar de la primavera de Wedekind, viendo el trabajo de luces de Alain Poison, un iluminador francés que había traído Flotats (parece ser que se hicieron amigos cuando estudiaban), ahí tuve claro que lo que quería hacer era ser iluminador, diseñar luces.

Y entonces, tú, con esa determinación te vas al Institut del Teatre y le dices al responsable de escenografía: «Quiero ser iluminador», pero él te responde: «De eso no se vive»…  ¿Qué le dirías tú hoy en día a un chaval lleno de ilusión que te dijera a ti lo mismo?

Hombre, yo sería la persona más empática que podría encontrarse, pero sobre todo le diría que empiece a ejercer ese deseo de todos los modos posibles, en cualquier ocasión que tenga de aplicar diseño de luces, aunque sea gratuitamente, que vaya a por ello. Si, al final, por las circunstancias que le hayan tocado, le es posible vivir de esto, tanto mejor. Al menos no le habrá frenado  ninguna opinión de nadie, ningún prejuicio, todo se puede hacer si verdaderamente se le echan ganas.

Afortunadamente, a ti Nuria Espert te dio un pequeño empujón, ella fue para ti esa voz empática…

Sí, superando todas mis expectativas e incluso sin yo quererlo.  No sé qué intuyó en mí que un día, cuando estaba yo trabajando de ayudante de iluminación, me preguntó: «¿Tú te ves capaz  de hacer algo así?». Yo le contesté que absolutamente no, a lo cual ella añadió: «Pero lo harás, ya verás que lo harás» y me llevó con ella al Maggio musicale de Florencia.

Ese chaval lleno de ilusión que ha hablado contigo y tiene meridianamente claro que quiere ser diseñador de iluminación, se propone sacarse un título pero pronto se da cuenta de que en España esto no es posible…

Así es, no existen estudios reglados para esta profesión, mejor dicho, ni siquiera hay un lugar donde cursar estudios, aunque no sean oficiales, para ser diseñador de iluminación. Esta es una de las reivindicaciones de la AAI. El chaval tendría que ir a Italia, a Francia, al Reino Unido, a Alemania, creo que incluso en Polonia podría titularse.  Pero bueno, tampoco aquí tenemos la tradición teatral ni operística que tienen esos países, en lo que respecta a la tradición de teatro profesionalizado nos llevan décadas. Aquí, en las escuelas de artes escénicas, se puede estudiar interpretación, escenografía, dirección…, pero iluminación específicamente, no.

Por lo tanto, ¿en España se asume que un diseñador de iluminación es una suerte de escenógrafo especializado?

En fin, como titulación, es lo más parecido a lo que se puede aspirar, no queda otra que estudiar escenografía. Sin embargo, en la práctica real, no creo que visualmente la iluminación aporte tanto como la escenografía,  la escenografía es algo muy evidente, con una luz u otra, la escenografía es la que es.

Bueno, yo también lo decía porque uno de tus referentes es Svoboda,  conocido como “el escenógrafo de la luz”…

Svoboda es un caso excepcional. Él construía no solo espacios con luz, hacía dramaturgia con la luz,  si intervenía en un espectáculo, su sello era evidentísimo, incluso se puede decir que su trabajo condicionaba en gran manera, y hacía bien, desde mi punto de vista, la dirección de escena. En ese sentido era un artista completo. Fue el hombre de teatro total.

Ifigenia en Tracia en Teatro de la Zarzuela (c) Javier del Real
Ifigenia en Tracia, Teatro de la Zarzuela                     Diseño de iluminación: Albert Faura                        © Javier del Real

Si uno de esos jóvenes ilusionados y talentosos que quieren dedicarse a la iluminación lee esta entrevista, ¿le podrías explicar qué necesita saber, cuáles son las herramientas que debe adquirir?

Hay una cosa muy curiosa, sobre todo generacional, que he descubierto durante una charla que he dado hace poco en un posgrado de artes escénicas. Estaba hablando de la historia del teatro en Grecia y Roma y podía ver el desconcierto en las caras de los alumnos. Entonces, paré y les pregunté: «¿Cuántos de vosotros queréis ser escenógrafos?» -era una clase de 30-. Nadie contestó. «¿Cuántos iluminadores?» Nadie. «¿Cuántos escaparatistas?» Nadie. Así que les dije: «Pero, ¿qué queréis hacer?» Tras un largo silencio, una vocecita desde el fondo, como si fuera la portavoz de todos, se atrevió a contestar: «No lo sabemos, estamos perdidos». Creo que desgraciadamente esto es lo que le ocurre a esa generación. Por otro lado, estos jóvenes no se pueden especializar. Decir «yo voy a ser diseñador de iluminación» resulta poco realista. Actualmente la vida exige que esta generación sea multitasking.  Conozco iluminadores jóvenes, muy talentosos, que no pueden vivir de esto. Quienes acaban de llegar al diseño de iluminación tienen que saber también diseñar vestuario, y además son excelentes actores o músicos. El multitasking que requiere el presente contexto no me permite decirle a ninguno de estos jóvenes que se especialice.

Por si todo eso fuera poco, tú hablas cinco idiomas, un complemento importante en la profesión…

En el ámbito operístico, sí. Uno no puede depender de los teatros de habla hispana, a menos que tenga muchos contactos en América, y muy buenos.  Por otro lado, la mayoría de las coproducciones se hacen con países donde se hablan otros idiomas. Tener que recurrir a un traductor limita mucho el trabajo y se pierden oportunidades.

Y, como ya has apuntado, ¿ahora también te dedicas a la formación? ¿Cuáles son tus nuevos retos profesionales?

Sí, tengo pendiente un seminario práctico en la especialidad de escenografía en el Institut del Teatre. La docencia me motiva mucho. Por un lado, me gusta transmitir a los demás algo que a mí me parece divertido y hacer que sea divertido también para ellos, y por otro lado, enseñar me ayuda a ordenar mis ideas y mi método de trabajo. Además, la relación con una generación totalmente libre de prejuicios a todos los niveles también me aporta libertad para afrontar nuevos riesgos. De hecho, lo que tenía previsto hacer con los alumnos del Institut del Teatre era una práctica real, un espectáculo que se iba a llevar a un teatro de Barcelona. Íbamos a hacer una iluminación conjunta entre los alumnos y yo. Quería ofrecerles una práctica lo más realista posible, que estuviera sometida al veredicto de un público real, y de la crítica. Pero la pandemia ha dejado este proyecto en stand by. Y yo he aprovechado para explorar un mundo que siempre me ha interesado y que es el diseño de iluminación para arquitectura y paisajismo. Actualmente, estoy trabajando en un proyecto en Portugal.

Diseño de iluminación: Albert Faura
Diseño de iluminación: Albert Faura

Y ahora que tú eres docente, ¿a quién te gustaría parecerte de esas personas de las que aprendiste en el Institut del Teatre o en el British Council?

Pues a la misma persona que me dijo que de esto no se vivía. A Iago Pericot. No tanto por lo que me enseñara, que fue mucho, sino por la inquietud que despertó en mí hacia la experimentación y el riesgo, y por cómo me transmitió el amor de la profesión. Fue realmente un profesor entusiasmante y en este sentido me gustaría parecerme a él.

¿Dónde encuentras la inspiración cuando te enfrentas a un nuevo proyecto con tu equipo?

De los lugares más variopintos, pero muchas veces es la inspiración la que te encuentra a ti; estás viendo una película o un cuadro y de repente una imagen hace que se encienda la máquina creativa. Hay que estar siempre activo y con la mente abierta, en búsqueda permanente. Todo puede servir de fuente de inspiración. Y más concretamente en pintura, el Barroco, Rembrant, los flamencos, Hopper… todos ellos están detrás de muchas producciones.

La crítica afirma que tu trabajo es ante todo elegante. ¿Con qué palabras lo describirías tú? ¿Cuál sería tu firma? ¿Tus focos svoboda?

Hubo un tiempo en el que me llamaban faurescente, porque me dio mucha pasión por el fluorescente. Iba incluso por ahí con unos fluorescentes que se regulaban, en ese momento no eran muy utilizados. En fin, digamos que me atraen los materiales nuevos. En este momento me entusiasma experimentar con LED,  pero todavía no me he hecho muy amigo de ellos, nos estamos aún midiendo. Y quizá por nostalgia, una de mis obsesiones actuales es conseguir una luz LED lo más parecida a la luz incandescente. No hay nada como la luz de filamento.

Albert, como tengo la suerte de conocerte personalmente y siempre he disfrutado tanto escuchando tus anécdotas, me atrevo a pedirte que compartas una de ellas con los lectores de Opera World…

¡En qué compromiso me pones! [Se queda pensativo unos instantes]. Vale, como antes de empezar la entrevista hemos estado hablando de Joyce Didonato, me he estado acordando de ella todo este tiempo… Me he transportado mentalmente a Houston, donde llevamos La Cenerentola, la famosa producción de Joan Font. El entonces príncipe Felipe y Letizia Ortiz acababan de prometerse, y en España se vivía una especie de cuento de hadas que tenía un paralelismo con el final  ̶ sospechosamente alegre- de dicha obra. Entonces, viendo los ensayos un día, ese finale apoteósico con explosión de confetti, le sugerí a Joan en broma que estaría bien que justo antes de hacerse el oscuro, vinieran a darle una escoba a Joyce para que limpiara todo el desmadre. Para mi sorpresa, la idea gustó y al terminar la función, todos se iban del escenario y Joyce se quedaba barriendo el confetti, como si todo hubiera sido un sueño. Recuerdo que cuando le conté este final a Joyce y el porqué, ella se emocionó hasta las lágrimas. Es una persona con un sentido del humor estupendo y con una sensibilidad fuera de lo común.

Muchas gracias, Albert, ha sido un placer charlar contigo. Te deseo mucho éxito con tu nuevo trabajo en Benamor, en el Teatro de la Zarzuela.

Muchas gracias a ti y a Opera World.