Crítica: El Met celebra la Navidad con «Die Zauberflöte»

 Por Carlos J. López Rayward

La representación de Die Zauberflöte de Mozart en su versión en inglés, dirigida musicalmente por J. David Jackson y bajo la ya icónica producción de Julie Taymor, es el regalo elegido por la Metropolitan Opera de Nueva York para las celebraciones navideñas.

El Met se llenó de familias que asistieron a una velada de contrastes: un elenco solvente y por momentos musicalmente inspirado, en una producción escénica que funciona aunque empieza a mostrar signos evidentes de desgaste.

Edyta Kulczak, Daryl Freedman, y Teresa Perrotta, con Duke Kim en "The Magic Flute." Photo: Richard Termine / Met Opera
Edyta Kulczak, Daryl Freedman, y Teresa Perrotta, con Duke Kim «Die Zauberflöte» en la Metropolitan Opera. Photo: Richard Termine / Met Opera

Una producción visual que acusa el paso del tiempo

Cuando Julie Taymor estrenó esta producción en 2004, su estilo visual innovador, repleto de marionetas, escenografías oníricas y un enfoque teatral ambicioso, marcó un hito en la interpretación escénica de Die Zauberflöte. Sin embargo, veinte años después, lo que en su momento fue revolucionario ahora parece anticuado y hasta desgastado. Los mecanismos técnicos que otrora maravillaban, como las figuras animadas o los elementos móviles de la escenografía de George Tsypin, parecen haber perdido hoy su lustre, exhibiendo signos visibles de deterioro que restan impacto al conjunto.

El desgaste quedó en evidencia de manera dolorosa durante la función, cuando un problema técnico obligó a detener la representación durante unos diez minutos. Si bien estas pausas pueden ser inevitables en un montaje complejo, el incidente puso de manifiesto que esta producción necesita urgentemente una revisión técnica. El retraso impacientó al público pues la ópera se ofrecía sin descansos.

El diseño de iluminación de Donald Holder sigue siendo uno de los puntos fuertes de la producción, especialmente en las transiciones entre los mundos de Sarastro y la Reina de la Noche. Sin embargo, incluso aquí, la repetición de ciertos efectos ha perdido su capacidad de asombro. Lo que en su estreno se sentía como una propuesta vibrante ahora parece rutinario, con pocos elementos que aporten frescura o novedad.

Escena de "The Magic Flute" con Emily Pogorelc y Peixin Chen. Foto: Richard Termine / Met Opera
Escena de «The Magic Flute» con Emily Pogorelc y Peixin Chen.«Die Zauberflöte» en la Metropolitan Opera. Foto: Richard Termine / Met Opera

Las actuaciones musicales frente a las limitaciones escénicas

La orquesta del Met, liderada por Jackson, entregó una lectura ágil y directa de la partitura mozartiana. La precisión instrumental fue la habitual en los pasajes concertantes, donde los vientos, liderados por la flauta virtuosa de Chelsea Knox, capturaron la esencia lúdica y festiva de la obra.

El tenor californiano Duke Kim, como Tamino, destacó por su canto honesto y limpio, aunque en los momentos más exigentes de la partitura, su voz, aun en desarrollo deja ver sus costuras. Su interpretación de «Dies Bildnis ist bezaubernd schön» resultó musical aunque desprovista de vigor vocal y pulpa lírica.

La soprano de Wisconsin Emily Pogorelc, en el papel de Pamina, combinó una voz cristalina con una sensibilidad interpretativa conmovedora. Su «Ach, ich fühl’s» fue uno de los puntos álgidos de la noche, lleno de una melancolía que resonó profundamente en la audiencia. Pogorelc demostró un equilibrio entre vulnerabilidad y fortaleza, encarnando la nobleza de su personaje. Pogorelc sigue sumando éxitos en el Met tras su reciente Musetta. Hace bien la compañía en confiar en esta talentosa soprano.

Por su parte, el bajo barítono chino Le Bu, flamante ganador de la última edición de Operalia, reapareció en el papel del Orador (Speaker). Bu aportó una presencia solemne y autoritaria. Su tono oscuro y rocoso dotó de gravedad a cada una de sus intervenciones, logrando una interpretación que proyectó el peso simbólico de la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Bu tiene que seguir trabajando la musicalidad y la expresión, pero sin duda es una de las voces llamadas a lo más alto en el futuro.

Emily Pogorelc y Thomas Capobianco as Monastatos inen "The Magic Flute." Foto: Richard Termine / Met Opera
Emily Pogorelc y Thomas Capobianco as Monastatos «Die Zauberflöte» en la Metropolitan Opera.Foto: Richard Termine / Met Opera

El bajo chino Peixin Chen fue un Sarastro afable y expansivo, con una voz de bajo rica y autoritaria que brilló en «In diesen heil’gen Hallen». Chen no estuvo del todo cómodo en los recitativos en inglés, pero la línea vocal voló con nobleza sobre la orquesta, como es de rigor en su personaje.

El cantante más celebrado fue el barítono neoyorkino Sean Michael Plumb como Papageno destacó como el alma cómica de la producción. Con una energía contagiosa y una interpretación genuina, su Papageno fue la piedra angular de la ópera. El humor físico y su conexión con el público más joven añadieron un toque terrenal que equilibró las aspiraciones filosóficas de la ópera. Su dueto «Pa-Pa-Pa-Pa» junto a Lindsay Ohse, como Papagena, fue encantador, aunque en algunos momentos adoleció de una sincronización perfecta en los ritmos más juguetones. Ohse, por su parte, aportó un toque fresco y pícaro al personaje de Papagena, con una voz ágil y en forma que complementó perfectamente la interpretación de Plumb.

La soprano rusa Aigul Khismatullina fue una gran Reina de la Noche. Su interpretación de los dos arias icónicas fue muy solvente, si bien en «Der Hölle Rache» no pudo evitar cierta tirantez en los sobreagudos.

Los Tres Espíritus (Amory Julien Winkles, Deven Agge y Julien Jobson-Larkin) fueron otro punto destacable de la representación. Sus voces, aunque con las imperfecciones de los cantantes infantiles, aportaron un aire mágico y sobrenatural. La dirección escénica los coloca siempre en un plano onírico muy efectivo, por lo que su presencia parecía verdaderamente sacada de un cuento de hadas. Sus números fueron siempre recibidos con aplausos por el público.

El tenor Thomas Capobianco intepretó el papel de Monostatos. Capobianco, otro habitual del Met logró un balance efectivo entre la comicidad y la amenaza. Su interpretación actoral supo mantener el interés del público en sus escenas.

Amory Julien Winkles, Deven Agge, y Julien Jobson-Larkin con Sean Plumb en "The Magic Flute." Foto: Richard Termine / Met Opera
Amory Julien Winkles, Deven Agge, y Julien Jobson-Larkin con Sean Plumb en «Die Zauberflöte» en la Metropolitan Opera. Foto: Richard Termine / Met Opera

Una tradición navideña en Nueva York

Si bien la producción de Julie Taymor fue en su momento un ejemplo de innovación escénica, el paso del tiempo ha revelado sus debilidades. El desgaste técnico del montaje distrae al público y resta relevancia a la obra de Mozart. Aunque el Met mantiene su compromiso con la calidad vocal y musical incluso en estas producciones navideñas, es evidente que esta producción ya ha sobrepasado su vida útil.

Con todo, resulta refrescante ver el Met lleno de familias disfrutando de esta obra maestra de Mozart, en lo que ya es una de las tradiciones navideñas en la ciudad de los rascacielos. Es la mejor manera de despedir el año lírico en Nueva York, con la certeza de que el futuro de la ópera está en buenas manos.

OW

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Metropolitan Opera de Nueva York, a 26 de diciembre de 2024. «Die Zauberflöte», ópera en dos actos con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Emanuel Schikaneder traducido al inglés por J.D. McClatchy

Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Tilman Michael). Dirección Musical: J. David Jackson.  Producción, vestuario y marionetas: Julie Taymor. Escenografía: George Tsypin. Iluminación: Donald Holder.

Reparto: Duke Kim, Teresa Perrotta, Edyta Kulczak, Daryl Freedman, Sean Michael Plumb, Aigul Khismatullina, Stephen Paynter, Kurt Phinney, Craig Montgomery, Thomas Capobianco, Emily Pogorelc, Amory Julien Winkles, Deven Agge, Julien Jobson-Larkin, Le Bu, Peixin Chen, Paul Corona, Tony Stevenson, Lindsay Ohse, Edward Graves, Scott Conner.